Thriller argentino en Suiza
26 de marzo de 2011Sin retorno narra la historia de un hombre condenado por un crimen que no cometió. Un culpable libre y un preso inocente que perdió años de su vida en la cárcel son los ingredientes que componen este sólido thriller sicológico, que es la ópera prima del cineasta argentino Miguel Cohan y ya cosechado premios importantes como la renombrada “Espiga de Oro” en la Semana Internacional de Cine de Valladolid. Con el realizador conversó Deutsche Welle.
Deutsche Welle: Cuatro películas latinas compiten en el Festival de Cine de Friburgo. Además, en secciones paralelas se exhiben gran cantidad de cintas del subcontinente. ¿Significa esto que el cine latino ya despegó y puede competir a la par con las producciones europeas?
Miguel Cohan: Creo que el cine latino dejó de ser una rareza, algo exótico que interesaba más por su procedencia que por su calidad cinematográfica. Las películas latinoamericanas que se dan en festivales o se estrenan en las salas de autor europeas están ahora ahí por méritos propios, y en ese sentido sí podemos equipararlas con las europeas. Sin embargo, donde todavía se ve una diferencia muy grande es en las facilidades de producción y en las distintas formas de apoyo a la distribución que tiene Europa.
¿Por qué se decidió por un thriller policial?
Por un lado, porque es un género que me encanta. Disfruto mucho como espectador cuando la trama de una película me toma desde que empieza y no me suelta hasta el final. Y eso quisimos hacer justamente yo y mi hermana, con la que escribí el guión, en Sin retorno.
Pero creo que la película es más bien un cruce de géneros, entre policial y drama, porque los personajes no son simples peones que cumplen las necesidades del relato policial sino que son personas de carne y hueso con sus conflictos internos y sus razones más profundas, que no actúan por bondad o maldad sino por necesidad.
¿Cómo ha sido la recepción de Sin retorno por el público suizo?
Impresionante. Tuvimos tres proyecciones en el festival y las tres fueron a sala llena con muy buena respuesta de los espectadores. Además, pasamos el film para estudiantes suizos y después mantuve con ellos encuentros muy interesantes.
La película ya había recorrido festivales con un público más cercano, más latino, y allí la crítica había sido excelente. Pero no sabía qué podía pasar con gente menos familiarizada con el universo argentino. Por suerte, me voy de Friburgo muy contento, sabiendo que la película también puede conectar de manera profunda con públicos diversos.
¿Qué le parece que el Festival de Cine Friburgo homenajee este año a la productora argentina Lita Stantic y le dedique una sección completa de filmes argentinos?
Me encanta. Para nosotros, Lita es uno de los personajes más importantes del cine argentino contemporáneo y una de las pocas productoras que supo combinar el cine de gran escala, como Camila, con producciones mucho más pequeñas y arriesgadas, como La Ciénaga. Es indudable que su trabajo fue esencial para el nacimiento y consolidación de lo que se llamó el nuevo cine argentino.
¿Son las diferencias culturales entre Latinoamérica y Europa algo ventajoso a la hora de distribuir películas en el Viejo Continente, o todo lo contrario?
No lo sé. Creo que es como una alquimia. A veces, esa diferencia cultural es la que termina siendo la clave de todo, la que le permite a la película encontrar su lugar en el mercado, y otras se convierte en un muro infranqueable.
¿Por qué llevar a la pantalla conceptos como la venganza, la ética y la justicia en su primer trabajo como director?
La verdad es que la injusticia es un tema que siempre me interesó. Pocas cosas me conmueven tanto como presenciar una injusticia. Sin embargo, en la película intentamos que las injusticias no lleguen al espectador a través de golpes bajos, sino más bien como una sucesión de hechos de los que nadie se siente responsable. Porque los personajes son sólo parte de un gran engranaje que creen no controlar. De ahí que temas como la venganza y la ética estén tan presentes, sin que el relato sea un alegato o una denuncia sobre un determinado hecho. Al contrario, creo que el espectador se siente más bien interpelado por estas cuestiones sin tener claro cómo reaccionaría si se viese inmerso en una situación similar a la de los personajes.
¿Fue premeditado provocar la reflexión moral en el espectador sobre las culpas y responsabilidades no asumidas, en este caso las de una muerte?
Sí. Como dije anteriormente, es algo que buscamos muy conscientemente. Pero no desde la claridad moral del que cree saber lo que dice, sino desde el lugar del que desconoce cómo actuaría en esa misma situación. Es mucho más fácil ser moral o ético cuando no está el cuerpo de uno en juego o, como en este caso, el de un hijo.
Autora: Pamela Schulz
Editora: Luna Bolívar Manaut