Una enfermedad que sigue matando.
25 de abril de 2012Los primeros síntomas de la malaria son fiebre altísima y escalofríos, y la malaria puede llegar a causar la muerte. También es capaz de dañar órganos como el rinón y el bazo. Año tras año, alrededor de un millón de personas mueren debido al paludismo. La mitad de las víctimas son niños. La situación en los países de la región ecuatorial de África es especialmente grave. “Como médico, en estos países uno se topa todavía con muchísimos pacientes de malaria y también con cuadros muy graves de esa enfermedad”, dice Kai Braker, médico y director de proyectos de Médicos Sin Fronteras en todo el mundo. “A menudo, los niños están totalmente anémicos y apenas pueden respirar. Es algo que conmueve profundamente”, lamenta Braker.
El problema es la pobreza
En realidad, no sería en absoluto necesario que la malaria desembocara en cuadros tan graves, ya que, entretanto, hay muy buenos tests rápidos y también medicamentos muy efectivos, los preparados llamados combinados de artemisina. Sin embargo, muchos pacientes no tienen acceso a un tratamiento médico. “Justamente allí donde trabaja “Médicos sin Fronteras”, ese preparado no se consigue”, dice el médico. Y a causa de ello, la malaria provoca una anemia grave.
Es así como se produce un círculo vicioso. La posibilidad de contraer malaria es mucho mayor si se vive en condiciones de pobreza. Debido a una educación e información deficientes, los afectados saben muy poco acerca de las señales de alarma y de las medidas profilácticas y curativas. Además, en territorios en donde hay malaria, la enfermedad disminuye la productividad de la población, convirtiéndose así en un factor que aumenta la pobreza.
Pero también hay un atisbo de mejora, ya que la enfermedad se puede controlar si se aplican ciertas medidas coordinadas, entre ellas, la lucha contra el mosquito Anófeles, huésped del plamosdio, parásito causante de malaria, dice Jürgen May, médico en el Instituto de Medicina del Trópico Bernhard-Nocht en Hamburgo. Lo más importante, dice May, es tomar las precauciones más simples y conocidas, como por ejemplo utilizar redes o mosquiteros para proteger las camas durante la noche.
Pesticidas, ¿una solución?
“Quien no es picado por el mosquito tampoco enferma de malaria”, resume Jürgen May. Los mosquiteros son muy importantes, ya que el mosquito pica sobre todo por la noche. “Comienzan a atacar al atardecer y la frecuencia de las picaduras aumenta hacia la medianoche”, explica el investigador. Cuando vuelve a salir el sol, ya casi no pican. Claro que las redes no deben tener ni un solo agujero, y sobre todo, se las debe impregnar con un aerosol insecticida. Los componentes químicos matan a los mosquitos tan pronto como entran en contacto con la red.
Y hay una sustancia sumamente tóxica, que fue declarada perjudicial para la salud en 1960, que es especialmente efectiva: el DDT. Ese insecticida se utilizó durante mucho tiempo a gran escala en la agricultura, y pasó a la sangre de animales y del ser humano a través de los alimentos. Es por eso que el tratamiento de plantaciones con DDT está absolutamente prohibido. Pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda desde hace tres años pulverizar regularmente las paredes de las viviendas y los mosquiteros con DDT. Gracias a esa medida, se redujo la cantidad de pacientes de malaria en un hospital de Ghana de 6.000 por mes a menos de 40 desde que las autoridades de la zona rocían las casas con el veneno. “Hace cinco años, había tantos niños enfermos que tuvimos que colocar colchones en el suelo”, dice Jürgen May refiriéndose al éxito de la iniciativa.
¿Qué es la inmunidad parcial a la malaria?
Los adultos que habitan en territorios afectados por la malaria han desarrollado la llamada “inmunidad parcial” contra el plasmodio. Eso significa que son resistentes a algunas picaduras sin enfermarse. “Si se realizan análisis de sangre en esas regiones, se comprueba que en la mayoría de los niños está presente el agente patógeno sin que ellos enfermen”, señala el especialista en enfermedades del Trópico. Eso es similar al efecto de una “vacuna permanente”. Pero si un adulto deja de ser picado durante mucho tiempo, esa semiinmunidad se pierde. “Luego de dos años, se vuelve a ser tan vulnerable como un niño pequeño”, dice May.
Gracias a esos conocimientos, los especialistas esperan mejorar la evolución de las vacunas. Actualmente se cuenta con 25 diferentes proyectos de vacunas, pero la mayoría aún están en fase de investigación. Sólo una sustancia, llamada RTSS, está a punto de ser experimentada en el ser humano en el marco de un amplio estudio de campo en el cual participarán cerca de 16.000 personas en África.
Los primeros resultados demuestran que la vacuna puede reducir la gravedad de la enfermedad en casi un 60 por ciento. Sin embargo, eso aún es demasiado poco en comparación con el efecto de los principios orgánicos clásicos, como las vacunas contra la fiebre amarilla o el tétano, aclara Jürgen May, que poseen una efectividad del 100 por ciento.