Residuos valiosos
6 de diciembre de 2011¿Qué hacemos cuando preparamos un té, limpiamos nuestra vivienda o queremos regar las flores? Está claro: abrimos el grifo. Lo que para muchos constituye un acto de lo más cotidiano es, en muchas regiones del mundo, un auténtico lujo. Según datos de Naciones Unidas, más de 1.000 millones de personas siguen sin tener acceso a agua potable y más de 2.000 millones no disponen de instalaciones sanitarias. Esta última cifra corresponde prácticamente a una tercera parte de la población mundial.
Y el problema se agudiza cada vez más. Una población mundial en aumento, el creciente uso de los recursos por parte de la industria, el cambio climático, los cambios en las formas de explotación de la tierra: todo ello conduce a que el agua sea un bien cada vez más escaso. Según cálculos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por las siglas en inglés), las reservas de agua en los países en vías de desarrollo podrían verse reducidas hasta el año 2025 en un 50% y en los países industrializados, en una cuarta parte.
El agua es importante para el desarrollo
El agua es un recurso vital. El acceso al agua corriente es también un requisito indispensable para impulsar el desarrollo, como explica Erik Harvey, experto en agua y aguas residuales de la organización no gubernamental británica WaterAid: "la falta de agua potable puede llevar a que los niños no acudan a la escuela y que los adultos se vean incapacitados para aceptar un puesto de trabajo" porque estén ocupados durante todo el día en ir a buscar agua al río o manantial más próximos.
Al mismo tiempo, el problema no reside solamente en la falta de agua, sino también en su calidad. Una gran parte del agua que consumen los habitantes de países en vías de desarrollo está contaminada y es fuente de enfermedades. A menudo no se dispone de un sistema de alcantarillado eficiente y el estiércol contamina las aguas superficiales y, con ello, el agua destinada al consumo humano. Según cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), el agua contaminada origina hasta el 80% de las enfermedades que se registran en los países en vías de desarrollo. Los niños se ven especialmente afectados. "Alrededor de un 17% de la mortalidad mundial entre niños menores de cinco años está relacionada con enfermedades diarreicas -como el cólera y la disentería-. Es decir, una cifra superior a la malaria y el sida juntos", explica Therese Dooley, experta en higiene de Unicef.
Las inversiones son rentables
También la comunidad internacional ha reconocido la importancia de disponer de agua limpia e instalaciones sanitarias. La ONU ha declarado el acceso al agua potable y a un sistema de alcantarillado eficiente como uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (MDG, por las siglas en inglés). "Probablemente, no haya ningún objetivo del milenio que se encuentre más alejado de dicha meta", afirma Dooley.
Además, las inversiones en este ámbito se amortizarían con creces. La OMS calcula que cada dólar invertido en el suministro de agua y el tratamiento de aguas residuales genera siete dólares de beneficios solamente gracias a la mejora de las condiciones de vida.
La ausencia de resultados hasta la fecha no reside en la falta de compromiso, dice Ned Breslin, director ejecutivo de la organización no gubernamental estadounidense Water for People. "Hay dinero y proyectos suficientes", explica Breslin. Sin embargo, muchas iniciativas se concentran en el aspecto técnico. "Piensan: '¡Oh, estas personas no tienen agua! ¡Necesitan una bomba!' Pero las cosas no son tan simples", asegura Breslin. Hay que pensar también en supervisar los proyectos una vez que se han ejecutado e implicar en mayor medida a los habitantes del lugar. La población local debe aceptar el proyecto y asumir su responsabilidad. "De esta manera, llegará el día en el que no vuelvan a necesitar la ayuda de una ONG", concluye el director ejecutivo de Water for People.
Junto a la construcción de instalaciones, también el aprovechamiento de las aguas residuales supone un avance importante. Resulta esencial clasificar el agua en diferentes grados de contaminación. Y es que, por ejemplo, el agua de lluvia necesita menos depuración que las aguas fecales. Sin embargo, según el experto de WaterAid Erik Harvey, eso no sucede: las aguas contaminadas con heces son mezcladas con el resto de aguas residuales, lo que complica su tratamiento. Si ambas fueran separadas desde un primer momento, el agua de lluvia podría filtrarse muy fácilmente para convertirla en agua potable.
Ganar dinero con las aguas residuales
El funcionamiento de muchas de las nuevas plantas de tratamiento de aguas residuales resulta económico, dado que son capaces de operar casi sin recurrir a energía procedente del exterior. La energía necesaria para su funcionamiento se genera a través del intercambio de calor entre las corrientes de agua o la fermentación con ayuda de bacterias.
Las propias aguas fecales tienen múltiples usos. Por ejemplo, como abono o en la generación de energía en plantas de biogás o de biomasa. Según datos del "think tank" Water, Sanitation & Supply Collaborative Council, en China existen alrededor de cinco millones de pequeñas instalaciones de biogás que aprovechan los residuos domésticos y las aguas fecales para la producción de energía. Un dato muy esperanzador, aunque la cifra pueda resultar todavía escasa teniendo en cuenta que la población china se eleva ya a más de 1.300 millones de personas.
Además, también es posible ganar dinero vendiendo la energía generada y el abono en los mercados locales. Muchas ONG apoyan este planteamiento a través de microcréditos, como en Bangladesh y Etiopía. Para sus habitantes, las aguas residuales son ya un recurso que les ayuda a llevar una vida mejor.
Autor: Michaela Führer / Emili Vinagre
Editor: Pablo Kummetz