Monarquía o república: ¿debate abierto en España?
2 de octubre de 2007La división entre las “dos Españas” no es la brecha insalvable que algunos pretenden, pero sí se manifiesta en sentimientos y opiniones que quizás haya llegado la hora de plantear para el debate público. Si los monárquicos en cuerpo y alma no se imaginan un Estado sin rey, hay quienes nunca renunciaron a una III República.
Cautivo y desarmado
“Cautivo y desarmado” se rendía, en palabras de Francisco Franco, el ejército rojo. Era 1939, "Año de la Victoria", y comenzaba para el país una terrible etapa dictatorial. Franco murió diciendo que España había sido un país fácil de gobernar. Dos años antes, en 1973, la mano derecha del dictador, Carrero Blanco, había sido asesinado por ETA. Las “esperanzas de continuidad”, los planes de futuro del régimen, estaban depositadas en Juan Carlos de Borbón.
Su padre, Don Juan, fue el rey que nunca reinó y a él lo llamaban en Europa “el príncipe franquista”. En España lo consideraban en el mejor de los casos una marioneta, la mayoría de las veces falto de intelecto. Nadie confiaba en Juan Carlos, hasta que el 23 de febrero de 1981 Antonio Tejero entró armado en el Congreso español. Juan Carlos I, ya proclamado rey, se posicionó de lado de los demócratas, y eso con la fuerza que le confería su calidad de capitán general de los Ejércitos.
El rey bonachón
Juan Carlos I ha sido en consecuencia un rey aceptado incluso por los republicanos. Y tiene razón cuando se defiende de sus críticos, como lo ha hecho ahora en un acto en la Universidad de Oviedo, diciendo que su reinado ha proporcionado al país “el más largo periodo de estabilidad y prosperidad en democracia”.
Juan Carlos es un monarca simpático y abierto: seguramente por carácter, pero también porque sabe que, de otro modo, la Corona lo tendría muy difícil en España. Quienes queman fotos suyas, como ha sucedido hace unos días en Gerona, Cataluña, son una minoría. Sin embargo, ello no quita que la sociedad española tenga consigo misma un debate pendiente para el que hasta ahora le ha faltado la madurez, el tiempo o el valor.
También sobre monarquía o república ha de hablarse en España, y es importante que en algún momento se zanje la cuestión. Este rey es bonachón, pero no inmortal. Su sucesión será la primera que los españoles vivan en democracia: ¿aceptarán que en el cambio su opinión no sea vinculante? ¿Será la prensa tan extremadamente respetuosa con otro rey distinto a Juan Carlos?
El revuelo levantado por la caricatura del príncipe Felipe y su esposa Letizia en la portada de la revista Jueves, que fue retirada por decisión judicial porque ambos aparecían en la cama, podría ser un indicio. O quizás no.
¿Quiere saber más sobre el trasfondo histórico? ¡Siga leyendo!
A lo largo de su historia, España ha sido dos veces una república, y en ambas ocasiones porque algún rey tuvo que emprender la huida. El primero en dejar sin cabeza a la Corona hispana fue Amadeo de Saboya, un monarca importado de Italia al que su corto reinado apenas le dio tiempo para abolir la esclavitud en las colonias. A Amadeo lo trajo “la Gloriosa”, una revolución progresista en 1868, y del país lo expulsó la política española, a mediados del siglo XIX demasiado demente para las buenas intenciones.
Figueras, Pi y Margall, Salmerón, Castelar y Serrano fueron todos presidentes de la I República española, que en sus 11 meses de vida fue federal, fue unitaria, y tuvo que hacer frente a un movimiento cantonal sin precedentes.
A la corta experiencia republicana le siguió más de medio siglo de “Restauración” borbónica, un sistema cuyas principales características eran el pucherazo, manipulación electoral, y el caciquismo, pero un sistema monárquico. El “desastre del 98”, la pérdida de Cuba y Filipinas y con ellas de los últimos vestigios del imperio, acabó con la Restauración.
La dictadura de Miguel Primo de Rivera, padre de José Antonio, fundador años después del partido fascista Falange Española, venía a contrarrestar con mano dura la corrupción del régimen anterior, pero cayó por su propio peso. En el debacle, a Primo de Rivera le acompañó quien había consentido su acceso al poder: el rey Alfonso XVIII, abuelo del actual monarca español, Juan Carlos I. El 14 de abril de 1931 se proclamaba, entre el júbilo popular, la II República española.
Rojo, amarillo y morado
La II República española (1931-1939) se sustentó en una constitución liberal y progresista. Concedió el voto a las mujeres y sentó a la primera fémina en el Parlamento. Dio cabida a todos los partidos políticos, desde la izquierda más extrema hasta la derecha más fascista, e inició un proceso de reconocimiento de las peculiaridades regionales.
Pero la II República española fue sobre todo un movimiento regeneracionista y moderno, interrumpido bruscamente por un golpe de Estado que desencadenó en una sangrienta guerra civil. El corazón de muchos españoles sigue siendo, todavía hoy, rojo, amarillo y morado, como los colores del republicanismo.