"La paz religiosa debe servir de base a la paz mundial"
23 de abril de 2006
En 1985, el Vaticano le prohibió hacer uso de la palabra y ejercer la enseñanza. El teólogo católico Leonardo Boff, como máximo representante de la Teología de la Liberación, trató de comprometer a su Iglesia con la defensa de los derechos humanos y la protección de los más pobres. Su libro Iglesia y Poder levantó las iras de las máximas instituciones católicas. Josef Ratzinger era entonces prefecto. Hoy es Benedicto XVI, Papa de Roma, y acaba de cumplir un año de pontificado.
Sobre el contenido de la conferencia a la que Boff asiste estos días en Granada, España, bajo el título de "Movimiento y Alianza de Civilizaciones", y sobre el primer año de Benedicto XVI al frente de la Iglesia católica, habló el teólogo con DW-WORLD.
DW-WORLD: En Alemania, la emisora MTV planea transmitir en breve "Popetown", una sátira sobre el Papa o el Vaticano. ¿Qué opina de ese tipo de bromas sobre la religión o los símbolos religiosos?
Leonardo Boff: Vivimos en un mundo lleno de conflictos y buscamos elementos comunes que permitan a la humanidad habitar esa hogar común que es el planeta Tierra. Todos los valores y prácticas que buscan esta meta deben ser incentivados. Todo lo que divide y ridiculiza esas fuentes de valores que son las religiones va contra esa búsqueda universal. Existe en la sociedad un lugar para la sátira y el humor, pero todo tiene un límite. Especialmente cuando esa sátira afecta a valores o figuras que encarnan lo sagrado, como Mahoma, el Papa o cualquier otro líder religioso.
DW-WORLD: ¿Cuáles son entonces los límites que le quedan a la libertad de expresión?
LB: La libertad de expresión no es un valor absoluto: se sitúa dentro de los valores de la sociedad y tiene sus límites. Considero algo de muy mal gusto hacer una sátira, en el caso por ejemplo de MTV, sobre el Papa o el Vaticano. Primero, porque ofende a millones de católicos; segundo, porque ofende a las dimensiones de lo sagrado ligadas a esas personas o instituciones. Otra cosa sería hacer una crítica del abuso de poder, del exceso de centralización en la Iglesia, pero en un lenguaje adecuado a la naturaleza de la religión, que siempre impone respeto, tolerancia y un sentido del límite.
DW-WORLD: ¿Podría ocurrir que el hecho de criticar al cristianismo o a otras religiones repercutiera en acontecimientos como los vividos cuando se publicaron las caricaturas de Mahoma?
LB: La ley fundamental que rige las sociedades actuales es el mercado. Todo gira en torno al negocio, desde el sexo hasta la Santísima Trinidad. Esa compra venta de todas las instancias de la sociedad puede llevar a convertir en un negocio las sátiras y las expresiones que ridiculizan a las autoridades. Una sociedad debe hacer autocrítica y preguntarse dónde están los límites. Cuando estos son traspasados, nos encontramos próximos al crimen y a la ruptura de la cohesión social. Los valores que dan sentido a la vida y movilizan a millones de personas no se pueden convertir en un objeto de comercialización. Fenómenos como estos demuestran el nivel de decadencia que sufre la cultura occidental.
DW-WORLD: En tal caso, ¿debería existir la censura o la autocensura?
LB: No se trata de censura o autocensura sino simplemente de una legislación con la cual una sociedad define para sí lo que está permitido y lo que no. Por ejemplo, hoy está claro que no se puede hacer ningún tipo de propaganda nazi o que incentive el terrorismo, la discriminación de las personas de color o de los portadores del SIDA. Todo eso son acciones criminales que la legislación pena y con ello protege a la sociedad. Es importante que la autocrítica siempre esté presente, pero la censura debe realizarse en el interior de las sociedades.
DW-WORLD: Durante la polémica sobre las caricaturas de Mahoma usted dijo que la religión islámica cuestionaba a occidente. ¿En qué sentido?
LB: Occidente entró en un proceso acelerado de secularización. Como ya dijese Nietzsche, Dios ha muerto: ya no funda valores ni crea cohesión social. La secularización no eliminó la religión, lo sagrado, pero lo entregó a la subjetividad y la individualidad. Es la concepción de la libertad religiosa y la libertad de no tener religión o fe.
La cultura musulmana dice que lo principal de los seres humanos es que se entiendan como hermanos y hermanas dentro de una gran comunidad fundada en la creencia de que Dios- Alá- es el creador del cielo y de la tierra y nosotros somos todos hermanos. Para ellos, no es posible una sociedad fraternal sin ese principio. Cuando occidente critica esa referencia, como en el caso de las caricaturas de Mahoma, ataca directamente al corazón de la concepción musulmana de la sociedad y la cultura, y ofende a mucha gente.
Así como sería terrible para nosotros que los musulmanes nos dijesen que la dignidad humana no tiene valor, que los derechos humanos son una invención occidental burguesa, que las libertades no tienen validez. Todo eso significaría una agresión a las convicciones más fundamentales de la cultura occidental. Ahora estamos haciendo algo semejante con la cultura musulmana. De ahí la necesidad de aceptar y respetar las diferencias e intentar comprender las razones por las que los musulmanes piensan y organizan sus sociedades de la forma en que lo hacen.
DW-WORLD: ¿Considera que existe una tentativa de diálogo serio entre occidente y oriente o que sólo se usa la palabra "diálogo" como extintor de incendios cuando se produce una crisis?
LB: La tradición occidental es la de la guerra contra los musulmanes. Los cristianos emprendieron cruzadas contra los musulmanes, que siempre representaron una amenaza para los europeos. Y hubo siempre una lucha por la hegemonía cultural y militar entre el mundo musulmán y el mundo cristiano. La tónica básica no es el diálogo. Es necesario romper con esa tradición porque de lo contrario podríamos encontrarnos con un conflicto generalizado. Un diálogo serio con los musulmanes ha de buscar los puntos en común y no resaltar las diferencias entre las dos culturas.
DW-WORLD: ¿Es ésa también la clave para resolver el problema de la falta de integración de los inmigrantes musulmanes en Europa?
LB: En occidente, especialmente en Europa, la convivencia con el que es diferente siempre fue muy difícil. Es una cultura que acentúa con tanta fuerza la identidad que casi excluye las diferencias. Eso fue una tragedia para el mundo, porque las potencias coloniales destruyeron las culturas indígenas de América Latina, esclavizaron a los negros de África, sometieron a oriente, a China, a sus intereses económicos. Europa, occidente, nunca consiguió en su altivez reconocer al otro. O lo agregó, sometiéndolo, o lo incorporó o lo destruyó.
Pero ahora se da una diferencia: el otro está dentro de su territorio. Son millones de turcos, árabes, inmigrantes marroquíes, de África, que se encuentran en España, en Alemania, en Bélgica, en Suecia. El diálogo ha de producirse en el propio territorio nacional. Ésta es la prueba para saber hasta dónde el estómago europeo es capaz de soportar la diferencia, las sociedades multiculturales o multirreligiosas, pluralistas, con apenas homogeneidad blanca, cristiana. El gran desafío para Europa es abrirse y demostrar que su cultura no está muerta, fosilizada.
DW-WORLD: En América Latina- que produjo la Teología de la Liberación- existen ejemplos de diálogo interreligioso e intercultural. ¿Son aplicables a otras regiones del mundo?
LB: La Teología de la Liberación surgió de un intento de escuchar el grito de los oprimidos. Primero fueron los pobres, y de ahí los indígenas, los negros y las mujeres, víctimas del sistema patriarcal. A partir de entonces surgió un gran diálogo entre el cristianismo- las Iglesias luteranas, católicas y otras- y las religiones de origen africano o indígena, no occidentales. Ese diálogo trajo un gran enriquecimiento, en el sentido de descubrirnos los valores de las culturas aztecas, incas y mayas, el valor de sus creencias como generadoras de una cohesión que les permitió sobrevivir al paso de cinco siglos.
DW-WORLD: ¿Y serviría eso de ejemplo para Europa?
LB: Es un ensayo que realizamos en la periferia pero que puede influenciar a los centros metropolitanos. Porque esos diálogos suceden sin conflictos, sin guerras ideológicas o enfrentamientos de fuerza con los negros o los indígenas y siempre bajo el signo del respeto mutuo. Un ejemplo de esto es Brasil, una sociedad multicultural, multirreligiosa, con muchas nacionalidades, y todos conviviendo pacíficamente. Es un ensayo civilizador exitoso que demuestra que es posible hacer algo en otras partes del mundo.
DW-WORLD: ¿Es posible establecer una "Alianza de Civilizaciones" en un mundo globalizado marcado por la concurrencia entre los países, los bloques económicos y hasta culturales?
LB: Debemos enfrentar los desafíos presentados por Samuel Huntington en su interpretación de la globalización- la hipótesis del choque de civilizaciones. Esa tesis puede y debe ser muy polémica, pero contiene puntos verdaderos. Por ejemplo, no se puede negar que existe un enfrentamiento entre la cultura árabe-musulmana y la occidental-cristiana. Es posible, y no tenemos alternativa, sentarnos juntos a establecer unas reglas mínimas, una ética mínima de convivencia.
DW-WORLD: El nuevo Papa alemán ha reiterado a lo largo de su primer año de pontificado su intención de dialogar con otras religiones. ¿Qué avances prevé que se produzcan bajo Benedicto XVI?
LB: El Papa Benedicto XVI llevó a cabo un acto muy significativo al visitar la mezquita musulmana de Roma. El gesto quiso decir: necesitamos dialogar, porque el enfrentamiento entre la cultura árabe-musulmana y la cultura occidental es muy fuerte y se revela como una situación aguda y peligrosa en el enfrentamiento entre palestinos e israelíes, en la guerra de Irak. Es importante que el cristianismo, que es la religión hegemónica en el mundo, tome la iniciativa y busque el encuentro con las religiones como base para el encuentro político. La paz religiosa debe servir de base a la paz política, a la paz mundial. Posiblemente, éste sea el camino adecuado. Creo que eso es lo que el Papa Benedicto XVI quiso dar a entender y debemos apoyar esa iniciativa del macroecumenismo.