Violencia en escuela de inmigrantes y perdedores
31 de marzo de 2006
En Rütli, una escuela de enseñanza secundaria de Neukölln, un barrio marginal de la capital alemana, las puertas y los cuadros de las paredes fueron destruidos hace ya tiempo; el puesto de director titular de la escuela está vacante hace años; las clases son interrumpidas constantemente por objetos voladores y entre el alumnado -compuesto en un 82% de extranjeros- rige claramente la ley de los puños.
Los buenos, los malos y los que nadie quiere
El pedido de socorro del cuerpo docente ha puesto sobre la mesa un complejo problema, cuyos dos aspectos más relevantes son la fallida política de integración de Alemania y el socavado sistema educativo germano. La carta redactada por el personal docente de Rütli, que fue publicada por el diario Tagesspiegel de Berlín, informaba de la anárquica y violenta situación de esta realschule, que podría llegar a ser el estado de cosas en cualquiera de los establecimientos pedagógicos de este tipo de plantel, que representa el nivel más bajo de los tres que prescribe el sistema escolar alemán.
Al gymnasium van los mejores y, una vez logrado el bachillerato después de 13 años de escolarización, su objetivo final es la educación superior. A la realschule asisten los no tan buenos y su meta son las formaciones profesionales de nivel medio y bajo, a las que se puede acceder después de 10 años en la banca escolar. Y a la hauptschule va el resto, los que quedan.
Si bien el sistema es permeable y, con esfuerzo y fuerza de voluntad, un alumno de una hauptschule puede llegar a obtener el bachillerato y acceder con ello al estudio universitario, el fichaje realizado entre los nueve y los diez años, por lo general, estigmatiza a los niños. Curiosamente, de barrio obrero, marginal y de inmigrantes saldrán más candidatos a realschule y hauptschule que de un barrio residencial con alto porcentaje de población alemana.
Reacciones políticas
Por disposición de la secretaría de Educación de Berlín, la entrada de los alumnos a Rütli estuvo vigilada -un día después del grito de socorro que tuvo amplia difusión en la prensa alemana- por media docena de policías, que si bien no controlaron las maletas de los chicos como exigían algunos, supuestamente se encargarán de imponer el orden que ni el personal docente ni las familias han logrado. Aparte de esta por demás controvertida medida, destinando a la escuela un psicólogo y un asistente social y con el anuncio de la visita de la encargada federal de Integración, Maria Böhmer, se pretende aliviar la latente enfermedad corrosiva que se ha puesto de manifiesto en Rütli.
La opinión de un experto
Aunque el rubro de violencia es relativamente nuevo en la discusión, el sistema educativo alemán ha sido atacado en diversos frentes y por diversos motivos. Uno de ellos son los pésimos resultados obtenidos por Alemania en los índices internacionales PISA.
También existe un relativo consenso en cuanto a que la política de integración de Berlín deja bastante que desear. Lo interesante del caso Rütli es que pone a la luz del día la conjunción de ambos problemas.
En entrevista a la radiodifusora alemana Deutschland Radio, el director del Instituto de Investigación Criminológica de Hannover, Christian Pfeiffer, declaraba que si bien lo grave de la situación de Rütli por suerte no se puede generalizar para todas las hauptschulen del país, una encuesta realizada entre 17.000 adolescentes que cursan el noveno grado -el penúltimo de los diez obligatorios en Alemania- arroja como resultado que ese tipo de instituto supera en mucho en el rubro violencia a las otras clases de escuelas del país.
A pesar de que el volumen de los casos de violencia con intervención de policía y médico ha bajado desde 1997, explica el ex ministro de Justicia de Baja Sajonia, el potencial de violencia, sobre todo en las hauptschulen, es muy alto. A largo plazo, una fusión de realschule y hauptschule aportaría a solucionar el problema, en la medida en que dejaría de existir un plantel orientado netamente a los "perdedores" de la sociedad.
Más allá de que las bondades de un sistema educativo no pueden sustituir las de una familia, a nivel institucional hay mucho todavía por hacer para aportar a la integración. Como ejemplo, Pfeiffer habla de integrar a los extranjeros al sistema desde pequeños y resume: "Si Mehmet asiste a un jardín infantil junto con Max y Moritz, y éstos lo invitan a su cumpleaños, Mehmet se encuentra en buen camino, y sus probabilidades de asistir años más tarde a un gymnasium crecen a un 30%".