La humanidad en el punto de mira climático
4 de abril de 2007El desierto a las puertas de Berlín, la orilla del mar a pocos kilómetros de distancia. Resulta difícil componer semejante imagen en la mente de quien conoce la capital alemana, incrustada en el centro de Europa, alejada de aguas que no sean sus lagos y su Spree, de verdes pastos y altos y fornidos árboles.
Sin embargo, "si la temperatura del planeta aumenta cinco grados, el Sahara podría acabar en Berlín", advierte Joachim Schellnhuber, consejero del Gobierno alemán para temas medioambientales. Y recapitulando la primera parte del informe sobre el cambio climático que presentó Naciones Unidas en febrero de este año, regresan al recuerdo los 6,4 grados que, según este organismo internacional, marcará de más el termómetro global a finales de siglo si las cosas no cambian rápida y drásticamente.
¿Tiene el hombre la culpa?
El pasado dos de abril, un terremoto de 8,1 grados de intensidad hizo tambalear el archipiélago de las Islas Salomón en el Océano Pacífico. El sismo levantó una ola de cinco metros de altura que afectó principalmente a la isla Gizo y la dejó en gran parte sumergida bajo el agua. Hasta ahora, las autoridades de la región han contabilizado 25 muertos y 5.000 personas han perdido sus hogares.
Los Tsunamis en el océano Pacífico no se dan por primera vez. El problema, dicen los expertos y subraya Naciones Unidas, es la frecuencia y la intensidad. Y que el hombre se vea tan directamente inmiscuido en el desarrollo de estas catástrofes, que por definición sólo deberían concernir a la naturaleza.
Durante años anteriores, algunos autores llegaron a sostener en diversos libros que el ser humano poco tenía que ver en los cambios que se estaban produciendo en el ecosistema. La naturaleza se autorregula y procesos similares se han dado ya en otras épocas y se repiten cíclicamente, escribían. Naciones Unidas contradice hoy estas teorías: el 90% de la culpa del cambio climático la carga el hombre y sus gases contaminantes son la principal de las amenazas.
El cazador cazado
El próximo viernes, Naciones Unidas presentará la segunda parte de su informe de tres capítulos sobre el cambio climático. Al escenario descrito en el documento de febrero: subida de las temperaturas, aumento del nivel de los mares, sequías e inundaciones, fuertes catástrofes naturales, la organización añadirá esta vez algunas consecuencias que ayuden a imaginarse lo que podría ser la vida bajo las citadas condiciones.
El cambio climático no sólo hará más duros los golpes de la naturaleza sino que generará una multiplicación de las guerras y los conflictos, obligará a millones de personas a abandonar sus ciudades, destrozará las cosechas con sus aguas torrenciales y sus sequías interminables, los incendios deforestarán la Tierra y aumentará el número de enfermedades infecciosas, de problemas respiratorios y circulatorios, llevando a que las muertes se disparen.
Como ya se dijo en el primer documento: para modificar el desolador panorama queda poco tiempo. De evitarlo se habla menos, porque dicen los expertos que no están seguros de que tal cosa sea ya posible. Hay que conseguir implicar no sólo a europeos, sino también, y principalmente, a chinos, indios, brasileños y estadounidenses en la defensa del medio ambiente. Sin olvidar que la aportación individual y particular de cada uno es importante:
"Hay que poner fin a sinsentidos como el arrancar el coche haciendo chirriar las ruedas, acabar con la circulación a velocidades desmedidas: todo el mundo debería de ser consciente de que con ello tira piedras sobre su propio tejado", dijo Klaus Töpfer, directivo del Consejo de Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible.
Y es que el CO2 de los vehículos supone un tercio de la contaminación medioambiental, y cada centímetro a favor de un comportamiento más responsable es una pequeña batalla ganada en esta guerra, que no se presenta muy a favor de los humanos.