¿Agronegocios verdes?
20 de enero de 2012América Latina, una de las regiones más ricas del mundo en recursos naturales, se ha visto beneficiada por un aumento de los precios de productos agrícolas y materias primas en los mercados internacionales durante los últimos años y es vista con interés por empresarios alemanes en el marco de la Semana Verde, la feria agropecuaria más importante del mundo, que abrió sus puertas en Berlín.
Un foro organizado conjuntamente por la asociación empresarial Lateinamerika Verein, con sede en Hamburgo y la Asociación Alemana para la Cooperación Internacional, GIZ, analizó la situación en el subcontinente y las oportunidades que ofrece a la cooperación internacional.
“Los grandes países agrícolas del subcontinente se han beneficiado del alza de los precios agrícolas. Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Chile han visto aumentar sus ingresos de divisas, pero algunos países en Centroamérica, el Caribe y México han tenido dificultades en insertarse en el proceso exportador, han resultado perjudicados porque tienen que comprar alimentos más caros en el mercado mundial”, dice el representante de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), Octavio Sotomayor.
La agricultura, fuente de ingresos para unos cinco millones de agricultores en Brasil y otros 4,5 millones en México, es crucial para la alimentación mundial, pero en primer término debe garantizar la supervivencia a los productores.
Sotomayor advierte que la necesidad de invertir y promover políticas agricolas fuertes es reconocida por muchos países que están movilizando recursos importantes. México, Brasil, Chile, Perú, Colombia, Argentina y Uruguay son los que el experto menciona donde hay esfuerzos por implementar una política agrícola más coherente.
“Las empresas agroalimentarias mundiales están más conscientes de su rol social, tienen que establecer nexos estrechos con las comunidades donde trabajan. En América Latina, cada vez más empresas privadas del área alimentaria están generando vínculos con pequeños y medianos productores para comprarles su producción tratando de pagar precios justos que impliquen un desarrollo social de esas comunidades.
Frutas frescas para Europa
Ejemplo de ello es la empresa Don Limón, con sede en Hamburgo. Fundada en 1952, ha dedicado los últimos diez años exclusivamente a la importación de frutas frescas provenientes del subcontinente americano. Empezó con ocho contenedores y hoy en día son 300 contenedores los que llegan cada año a los puertos de Rotterdam y de Hamburgo. Dirigida por el alemán Andreas Schindler, su socio boliviano Rolando Haches le ha ayudado a entender la mentalidad latina. También manejan una segunda empresa importadora de nueces.
“Entendemos este mercado, es un placer trabajar con América Latina”, dice Schindler, que trabajó antes con menos éxito importando productos de Francia. Donde mejores negocios ha hecho el dúo es en países con población indígena, en México, Perú y Bolivia. "Don Limón" importa limón persa de la región de Martínez de la Torrre, en Veracruz, también compra mango de Perú, melones y sandías de Panamá, toronjas de Florida (EEUU) y piñas de Costa Rica y Panamá.
La empresa vende a Japón y Estados Unidos, cuenta con dos ingenieros agrónomos que controlan la calidad en la región. “Uno de ellos está ahora en Perú en la cosecha de mango y el otro en Costa Rica, donde hay cosecha de piña”, dice Rolando Haches.
Maderas tropicales
La empresa BioMaderas, fundada hace dos años y medio por dos colombianos y un alemán es ejemplo de cómo el “know-how” binacional y una buena idea son dos ingredientes que casi garantizan el éxito. La empresa se dedica a la importación de maderas tropicales con un concepto de negocio que da prioridad al cultivo de árboles de manera ecológica y sostenible.
Se trata de maderas sumamente resistentes de árboles de crecimiento lento, como son teca, cumaru, jatoba y tatajuba, éste último relativamente abundante en la selva amazónica de Brasil, que son utilizadas en terrazas y jardines.
“Hay un creciente interés ecológico en América Latina. Ya no se quiere arrasar con los bosques para sustituirlos por monocultivos o plantaciones de palma, sino que se busca poner en marcha un modelo forestal sostenible y esta tendencia la queremos apoyar al comprar únicamente maderas tropicales producidas de manera ecológica y sostenible”, dice el fundador de la empresa, Philipp Jäger.
La empresa cuenta con la certificación FSC, otorgada por la organización World Wild Fund for Nature (WWF), que lleva una lista de productores que trabajan ecológicamente y reúnen las condiciones de calidad.
Ventajas de la cooperación
Uno de los socios colombianos se encuentra del otro lado del Atlántico y es el que visita las plantaciones. “Vive con los productores unos días para enterarse de cómo trabajan. Ha visitado a unas 190 empresas madereras y nos hemos comprometido con cinco”, afirma el empresario.
Jäger destaca que las estrictas normas de calidad, sociales y ecológicas que se ha impuesto cumplir la empresa responden a un mercado alemán de altos recursos y cada vez más exigente. “Nos sumamos a la presión del mercado, nadie quiere en Alemania que le recriminen que con la madera que ha colocado en su terraza es responsable de la destrucción de la selva amazónica”, advierte Jäger, pero admite que nunca se puede estar cien por ciento seguro de que no se haya colado en algún envío madera de tala ilegal.
Los organizadores y asistentes al foro coinciden en que las empresas privadas se empiezan a vincular con las comunidades locales estableciendo relaciones de confianza en beneficio mutuo. Eso tal vez ayude a sensibilizar a los consumidores del primer mundo en un momento en el que la especulación ha impactado negativamente sobre los productos agrícolas, que son cotizados como si fueran productos financieros. Los más desfavorecidos son las comunidades más pobres.
Autora: Eva Usi
Editor: Pablo Kummetz