Informe Duelfer: Bagdad sobornaba, pero no tenía arsenales
7 de octubre de 2004El informe presentado por el jefe de los inspectores de armas que se dedicaron desde junio del año pasado a buscar rastros de los supuestos arsenales de exterminio masivo de Saddam Hussein, confirmó la inexistencia de los mismos. La constatación causó probablemente satisfacción en París y Moscú, ya que confirma el acierto de sus argumentos para no apoyar la intervención militar contra Irak. Pero el agrado se vio severamente opacado por otras afirmaciones del informe. Según ellas, Bagdad sobornó a personajes de diversos países, sobre todo a franceses y rusos, en el marco del programa “petróleo por alimentos”, buscando aliados para lograr que se levantaran las sanciones internacionales en su contra.
Verificación necesaria
Según el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores francés, Hevé Ladsous, las denuncias del informe elaborado por el equipo de Charles Duelfer, no fueron jamás verificadas con el gobierno de París ni con los directamente afectados. Entre ellos figura nada menos que el ex ministro del Interior galo, Charles Pasqua, quien habría recibido vales que permitían la exportación de 11 millones de barriles de petróleo. Pasqua ya había desmentido informaciones similares, aparecidas en el periódico El Mada en el mes de enero.
París indicó que acusaciones como éstas requieren ser seriamente examinadas. También Moscú quiere ahora ver pruebas de los reproches contra políticos rusos. Un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores indicó que resulta muy difícil pronunciarse al respecto, mientras no se tengan los resultados de una comisión que creó la ONU para investigar posibles casos de corrupción en este terreno.
Justificación desbaratada
Independientemente de que se confirmen o no las denuncias, lo medular del informe no es eso, sino la corroboración de la inexistencia de armas de exterminio masivo en Irak, por parte de los propios expertos estadounidenses. De poco sirve que Duelfer se haya negado a derivar de ello críticas a Washington, esmerándose por dejar en claro que Saddam Hussein era de todos modos un sujeto peligroso y con malas intenciones.
Intentar seguir justificando la guerra contra Irak con el argumento de que “existía un peligro real de que Sadam entregara armas, materiales o informaciones a organizaciones terroristas”, como volvió a hacerlo el presidente George W. Bush, parece a estas alturas poco serio.