Convivencia turco-germana, a 15 años del atentado de Solingen
29 de mayo de 2008Quince años se cumplen ya del atentado xenófobo de Solingen, en que fue incendiada la vivienda de una familia turca. Pero se ha grabado tan profundamente en la memoria colectiva que el ministro del Interior, Wolfgang Schäuble, lo calificó acertadamente como “parte de nuestra cultura de la memoria”. Con “nuestra” aludía a la sociedad alemana y a los dos millones y medio de turcos que viven actualmente en Alemania.
Desconfianza persistente
Cuán sensible y desconfiada es la reacción de los turcos, 15 años después del atentado de Solingen, es algo que quedó de manifiesto hace pocos meses, con motivo de un incendio ocurrido en Ludwigshafen en el que también murieron varias personas pero que, a diferencia del de Solingen, muy probablemente no haya tenido un trasfondo xenófobo. La campaña de hostigamiento lanzada por los medios de comunicación turcos de Alemania, que prematuramente lanzaron acusaciones contra los alemanes, echó carbón adicional a la hoguera. El debate sobre la integración que se desencadenó entonces y que se desarrolló con vehemencia durante semanas, arrojó luces sobre la compleja relación de la sociedad con su mayor comunidad de inmigrantes.
La discusión revela claramente que ambas partes, los alemanes y los turcos de Alemania, deben dar pasos de acercamiento y mirar de frente un par de verdades incómodas. La sociedad germana debe aceptar de una vez por todas que Alemania es un país de inmigración, cosa que ha evitado hacer por mucho tiempo. Y debe poner remedio a la miserable educación de la mayoría de los niños turcos.
La educación es clave
A más tardar desde que se conocen los estudios de Pisa se sabe que las escasas oportunidades de educación de los niños de inmigrantes turcos se derivan principalmente de las diferencias sociales. Porque los niños procedentes de hogares en los que por razones de extracción social se otorga poca importancia a la educación, tienen de entrada pocas posibilidades de ascenso laboral. La sociedad alemana debe fomentar con más intensidad las oportunidades educacionales para los niños de origen turco, exigiendo por ejemplo que cursen un año de educación preescolar, para subsanar tempranamente los problemas en el dominio del idioma alemán. También las escuelas de jornada completa incentivan la convivencia entre niños turcos y alemanes. Además, Alemania debe insistir en que las clases de religión islámica se impartan dentro del marco de los programas de estudio estatales.
Por otro lado, los inmigrantes turcos deben aceptar que el objetivo es la integración. No la segregación, sino la incorporación a la sociedad y la aceptación de sus reglas, como el principio de la igualdad entre el hombre y la mujer, deben ser obvias. Quien quiera vivir permanentemente en Alemania debe estar dispuesto a aprender alemán, porque dominar el idioma es la clave para el éxito laboral. Quien hable bien alemán encontrará con mayor facilidad un trabajo que el que apenas maneje esta lengua. Por último, los numerosos medios de comunicación turcos existentes en Alemania deben asumir su corresponsabilidad por la integración. La forma en que se informó sobre el incendio de Ludwigshafen no fue un capítulo como para cubrirse de gloria.
Avances importantes
Todo esto no quita que en los años pasados también se han realizado encomiables esfuerzos para mejorar la relación entre alemanes y turcos. La periódica cumbre sobre integración, que reúne a destacados representantes de ambos sectores, es un buen ejemplo. Otro lo ofrecen las múltiples mezquitas que se construyen en diversas partes de Alemania.
No cabe duda de que queda mucho por hacer en pro de una convivencia pacífica y tolerante entre alemanes y turcos. Pero lo que ambos grupos pueden ganar gracias a la riqueza de ambas culturas vale la pena. Para convencerse de ello, basta con dar una mirada a las impresionantes historias de inmigrantes que han tenido éxito en Alemania. También éstas son facetas de las relaciones turco-germanas.