Año negro para la prensa
3 de mayo de 2004Trece periodistas han muerto ya en lo que va corrido del año, en el ejercicio de la profesión. Una cifra inquietante, que demuestra que no hay que hacerse ilusión alguna de que mejore la situación después del "año negro" del 2003, en que murieron 42 profesionales de la información; la cifra más alta registrada desde 1995.
Sombrías estadísticas
Ese es el sombrío diagnóstico que vuelven a presentar diversas organizaciones dedicadas a la defensa de la libertad de prensa que pasa, en primerísimo lugar, por la defensa de la vida y la integridad física de las personas que intentan practicarla. La persecución también se traduce, en múltiples ocasiones, en el arresto de periodistas. 766 casos de esta naturaleza se registraron el año pasado y unos 134 permanecen en prisión en diversos lugares del mundo. El triste récord en esta materia lo lleva Cuba, con 30 prisioneros por el mero delito de querer informar en forma independiente.
Sabido es que las dictaduras no suelen ser precisamente benévolas con aquellos que se toman la libertad de revelar lo que no place al régimen. También las regiones en conflicto suelen ser un terreno minado para el desempeño periodístico y, por supuesto, los escenarios de guerra. Es lo que ha ocurrido en Irak, donde han muerto 23 reporteros y representantes de medios de comunicación desde el inicio de las hostilidades, en marzo del 2003.
Periodismo en tiempos de guerra
Pero no sólo la seguridad personal de los periodistas corre peligro en situaciones como ésta, sino también la libertad de prensa en sí. No siempre son amenazas directas o censura expresa las que impiden informar con veracidad, sino métodos mucho más sutiles, como el de llevar reporteros "incrustados" en las unidades militares, que estrenaron con bombos y fanfarrias las unidades estadounidenses en la guerra contra Irak.
La libertad de prensa tiene larga tradición en Estados Unidos y en pocos lugares del mundo se ha podido hablar con tanta propiedad del "cuarto poder". Y éste sigue ejerciéndose, como lo demuestran las denuncias de tortura de prisioneros iraquíes dadas a conocer por la cadena CBS. No obstante, también allí hay presiones, cuando las autoridades se escudan en el patriotismo y los intereses nacionales de seguridad. Por ejemplo, cuando el destacado periodista de la cadena ABC Ted Koppel leyó en una emisión los nombres de más de 700 soldados muertos en Irak, el grupo Sinclair, al que pertenecen varias filiales regionales de ABC, se rehusó a emitir el espacio. La explicación que se dio es que el programa no correspondía a los intereses de la opinión pública estadounidense.
La autocensura y la concentración de los medios de comunicación en consorcios con determinados intereses económicos, y muchas veces también políticos, terminan de redondear este cuadro poco alentador para la libertad de prensa, de la que sigue sin poder disfrutar plenamente gran parte de la población mundial.