Tratado de Lisboa entra en vigor
1 de diciembre de 2009Las banderas azules con las estrellitas ondean en las manos de grupos de niños que han acudido a la ceremonias por la entrada en vigor del Tratado de Lisboa. Hay ambiente de fiesta.
Y no es que todo vaya a cambiar con el nuevo Tratado que rige los destinos de los 27 países europeos unidos en esta comunidad que desde hace tiempo aspira a ser bastante más que un ámbito comercial unitario. Eficiencia es la palabra clave: ésto es lo que se supone que gana la Unión Europea con el nuevo documento.
Los procedimientos se simplifican –ya no hay que esperar al voto unánime de los 27 para ciertas decisiones. La presidencia no rota semestralmente– lo cual ha supuesto siempre grandes esfuerzos y costos- sino que cambia cada dos años y medio. El belga Herman Van Rompuy es el nuevo rostro de la presidencia.
Un día de fiesta
También, hacia el exterior, la UE tiene una nueva figura: la baronesa Catherine Ashton, una ministra de Exteriores que tendrá a su cargo el consejo de cancilleres de los 27 países de la UE y dirigirá una súper institución con representaciones en todo el mundo. Éstas existen, no llegan de la mañana a la noche, sólo pasan a formar parte de las competencias de la baronesa. “Puedo decir que me alegro de estar aquí, en mi casa”, comentó la flamante ministra de Exteriores de la UE mientras, al fondo, se abrían botellas de champán.
“Es un gran día para Europa”, subrayó el presidente del Parlamento Europeo, Jerzy Buzek. Las reformas que supone el Tratado de Lisboa atañen también al Parlamento Europeo, directamente elegido en los diferentes países de la Unión. Le concede mayor influencia, en casi todos los campos políticos. Tambien decide los gastos junto al Consejo de Ministros, ya no sólo aprueba el presupuesto. A la misma altura que el hasta ahora poderoso Consejo está ahora el PE; las leyes de Bruselas se podrán aprobar sólo si su Cámara las aprueba.
Años de lucha
“La entrada en vigor del Tratado de Lisboa no es el fin de la lucha por su aprobación, sino el comienzo de un camino a andar juntos con mayor eficiencia”, dijo la portavoz de Los Verdes en nombre de Daniel Cohn-Bendit y Rebecca Harms, los líderes de la bancada ecologista en el Parlamento Europeo.
Con “larga lucha” se hace alusión a los ocho años de discusión para lograr un texto que, reemplazando al de Nizza, pueda regir con mayor flexibilidad y democracia las decisiones de entretanto 27 países. Antes de la última ampliación de la UE– acaecida en 2004- se sabía que sin un nuevo acuerdo el proyecto sería ingobernable. El que el veto de un país bastara para bloquear una decisión hacía del Tratado de Nizza un instrumento obsoleto.
El no a la Constitución Europea– que tenía que ser aprobada por unanimidad- en los referendos de Francia y Holanda en 2005 hicieron que la UE entrara en una “fase de reflexión”. El no en el referendo de Irlanda en 2008 al Tratado de Lisboa– una constitución más delgada y sin símbolos europeos- causó estupor. Las negativas de Polonia y la República Checa a ratificar el documento en 2009 tenía en vilo los nervios comunitarios.
Más eficiencia, más democracia
Con todo, haciendo concesiones aquí, dando mayores explicaciones allá, el Tratado de Lisboa logró ser aprobado. Y, según Buzek, "da a la UE un instrumento para ocuparse mejor de las preocupaciones de sus ciudadanos“. Para éstas, el Tratado de Lisboa prevé el instrumento de la iniciativa popular– un millón de firmas bastan para exigir la creación de una ley- y concede a los países miembros, por primera vez, la posibilidad de dejar de ser socios de la Unión Europea.
Autora: Mirra Banchón
Editora: Luna Bolívar Manaut