A día de hoy, poco se sabe de este capítulo increíblemente sangriento de la historia del Tercer Reich. Desde el verano de 1944 hasta la primavera de 1945, los nazis obligaron a cientos de miles de presos a realizar marchas de la muerte a través de Alemania y Austria, que a menudo duraban semanas. Muchos prisioneros murieron de agotamiento o fueron asesinados por los guardias, pero también por civiles ante los que tenían que pasar. La extrema crueldad de estas marchas atestigua el embrutecimiento general que se había apoderado del Tercer Reich alemán ya próximo a su final. Las marchas de la muerte fueron básicamente una continuación de la estrategia de exterminio puesta en práctica por los nazis en los campos de concentración. Ante el avance soviético, desmantelaron los campos e intentaron eliminar todo rastro de sus instalaciones de exterminio. Al no poder seguir con su plan de asesinatos masivos en los campos, los alemanes recurrieron a otros métodos, incluso en el contexto de la caída del régimen y el avance imparable aliado. Las marchas de la muerte han sido hasta ahora uno de los capítulos menos conocidos de la historia del Tercer Reich. Ello se debe a que durante mucho tiempo estuvo restringido el acceso a la información sobre la identidad de sus perpetradores y de los cientos de miles de prisioneros y prisioneras de los campos de concentración, prisiones y campos de trabajo que los nazis evacuaron en su retirada en los últimos meses del Tercer Reich. Hoy en día, gracias a la investigación histórica y a los testimonios de sobrevivientes recogidos a lo largo de décadas, es posible esclarecer muchas cuestiones que antes no tenían respuesta.