Las huelgas escolares en demanda de una mayor protección climática, las grandes manifestaciones de agricultores, los temores de los mineros a perder sus empleos y también las protestas contra las medidas de contención durante la pandemia del coronavirus sugieren un aumento del descontento de la población con el Gobierno y la clase política alemanes. ¿Es ésta una impresión real o sólo una percepción subjetiva sin base estadística? De hecho, las cifras ofrecen un panorama bien diferente. La esperanza de vida de los alemanes, por ejemplo, subió dos años desde que Angela Merkel asumiera el gobierno en 2005, el desempleo se ha reducido del 13% a menos de un 7% y la superficie habitacional per cápita pasó de 42 m² a 47 m². Además, el fracaso escolar se redujo del 8,2% al 6,3% y hubo un millón de delitos denunciados menos. Y ahí no queda todo: la satisfacción con la propia vida subió constantemente desde 2005, recuperando el nivel de 1990 junto antes del comienzo de la pandemia. ¿Alemania, un país de descontentos? Al contrario. Sin embargo, no todo son bondades en el país teutón. Detrás de las cifras promedio se esconden disparidades clamorosas. En Bremen, por ejemplo, la esperanza de vida en los barrios ricos supera en siete años la de los distritos humildes. El ingreso medio de un hogar en la obrera Gelsenkirchen no llega ni a la mitad de lo que ganan en la próspera Heilbronn. El fracaso escolar repunta desde hace años, sobre todo en las regiones más pobres, es decir, especialmente en el este del país. Y en materia ambiental, Alemania va muy por detrás de sus objetivos en protección de la biodiversidad y descarbonización. Entonces, ¿quién se ha beneficiado de los avances y quiénes son los perdedores de la era Merkel? ¿A qué se debe el enojo del sector agrícola? ¿Por qué ecologistas y mineros adoptan posturas irreconciliables? "Balance de una era" ofrece una mirada crítica, analítica, sin compromisos, pero a la vez sorprendentemente positiva, del ciclo Merkel que ahora llega a su fin.