Werner Herzog: la búsqueda continúa
5 de septiembre de 2012Werner Herzog, un hombre de provincia, nacido en Baviera un 5 de septiembre, logró pisar fuerte en Hollywood y es hoy uno de los directores alemanes más reconocidos y exitosos. Herzog trabaja con actrices como Eva Mendes y Nicholas Cage, Willem Dafoe y Christian Bale. Y todavía es una especie de misterio el hecho de que el director realice proyectos millonarios con superestrellas del séptimo arte sin tener que doblegarse ante el rígido sistema de la industria cinematográfica estadounidense.
Pero, de algún modo, su éxito sorprendente puede interpretarse como una consecuencia lógica de su carrera, llena de sucesos inesperados. Junto con Wim Wenders, Herzog es el director más famoso de la generación del Nuevo Cine Alemán, un movimiento que comenzó en los años 60 y revolucionó por completo el lenguaje del film alemán de entonces, obsoleto y empobrecido. En esa época, Herzog ya era un individualista, un artista que no se adhería a ningún grupo, y un hombre de cine. Pero un hombre a quien las terribles experiencias de la II Guerra Mundial vividas en la infancia, en su Rosenheim natal, influyeron en su arte mucho más que cualquier película. No supo de la existencia del cine hasta que ya era un jovencito.
Situaciones corporales y anímicas extremas
Herzog, un autodidacta que comenzó rodando cortos, ya dejó entrever los temas que marcarían su obra en “Lebenszeichen” (Señales de vida), de 1968, la historia de un soldado de la Wehrmacht.
Seres humanos en situaciones límite, al borde de la locura, la naturaleza como fuerza que incide en el espíritu de sus personajes, ese es su mundo. Y con esa concepción llevó a la pantalla una de sus cintas más famosas, “El enigma de Kaspar Hauser” (1974).
Klaus Kinski, el lado oscuro de Herzog
La obra del cineasta alemán comenzó a ser conocida entre el gran público a partir de su labor con el actor Klaus Kinski, con quien filmó cinco obras, entre ellas, la saga de vampiros “Nosferatu”, y la adaptación del “Woyzeck” de Georg Büchner, así como una documentación sobre la compleja relación profesional y humana que los unía, “Mi mejor enemigo” (Mein liebster Feind). Con Kinski, Herzog viajó a Sudamérica para relatar la historia de conquistadores, soldados y de un colonialista en el límite de la cordura.
La fuerza de la imagen
Siempre legendarios eran también sus informes sobre los rodajes con Kinski, no exentos de violentas disputas. Para “Fitzcarraldo”, Herzog mandó a reconstruir un antiguo barco y lo hizo ascender tirado por un grupo de actores por la ladera de una montaña. Esa también fue una de sus características: Werner Herzog nunca fue un director de estudio, sino alguien que siempre necesitó poner el cuerpo en sus temas y en sus locaciones: cine físico hasta las últimas consecuencias
Tras la muerte de Kinski se produjo una pausa en la vida artística de Werner Herzog. Corrían los años 90, y Alemania parecía perder interés por su obra, mientras él se dedicaba a la puesta en escena operística. Sin embargo, no pasó un solo año sin que Herzog filmase al menos una película, sobre todo documentales sobre paisajes naturales o sobre personalidades extravagantes. Su don fue captar con una mirada propia y nueva lo que pasaba al margen de la sociedad civilizada.
Explorador entre los mundos
En su búsqueda, Herzog se movió entre los mundos en los que creía: entre el documental y el cine de ficción, entre la ópera y sus propias actuaciones frente a la cámara. Por eso, quizás, su compromiso con Hollywood sorprendió tanto. Justamente él, un individualista que se dedicó casi exclusivamente a filmar temas que a él le interesaban, se decidió a trabajar bajo el yugo del cine comercial estadounidense.
Y también allí logró Herzog, una vez más, un increíble acto de equilibrio, como el del viejo barco subiendo por la cuesta de la montaña. Produjo tanto cintas de entretenimiento con su nota inconfundible, como “Bad Lieutenant” (Teniente corrupto, 2009), así como impactantes documentales, entre ellos, “Death Row” (El corredor de la muerte), con entrevistas a condenados a muerte. Si se mira hacia atrás, hacia la diversidad casi inagotable de temas y de enfoques de Werner Herzog, sus 70 años no parecen más que prometer sorpresas. Al menos, eso esperamos.
Autor: Jochen Kürten/ Cristina Papaleo
Editor: Enrique López