Venezuela y los buenos oficios vaticanos
12 de mayo de 2016El viaje del secretario del Vaticano para las relaciones con los Estados, Paul Richard Gallagher, a Caracas –confirmado por el secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, y pautado para el 24 de mayo– ha avivado la impresión de que el Vaticano se prepara para mediar entre el Gobierno venezolano y sus opositores, cuyo encarnizado enfrentamiento mantiene al país sumido en una severa crisis, no solamente institucional. Oficialmente, Gallagher volará a Venezuela para atender asuntos relacionados con la jerarquía católica, pero se da por sentado que también se reunirá con varios actores políticos locales.
Aunque todavía no está contemplado un encuentro de Gallagher con el presidente Nicolás Maduro, la posibilidad está abierta. Después de todo, fue el propio mandatario quien invitó al cardenal Parolin a participar como “testigo de buena fe” en las conversaciones que el oficialismo y la oposición sostuvieron en 2014, con las prolongadas protestas antigubernamentales de ese año como telón de fondo. Y el pasado 31 de marzo, en el Parlamento venezolano, chavistas y antichavistas –poco dados a sellar acuerdos– aprobaron unánimemente una declaración que celebraba un mensaje de Pascua del papa Francisco que los llamaba a dialogar.
El 18 de abril, durante una visita que le hizo el vicepresidente venezolano, Aristóbulo Istúriz, monseñor Aldo Giordano, nuncio apostólico en Caracas y otrora Observador Permanente de la Santa Sede para el Consejo de Europa en Estrasburgo, habló abiertamente sobre la intención del Vaticano de contribuir en forma activa a fomentar “la paz” en el país caribeño. Y el 2 de mayo, el portavoz del pontífice, Federico Lombardi, reveló que el argentino Jorge Mario Bergoglio le había enviado una carta a Maduro. El contenido de la misma no se ha hecho público, pero ese gesto deja entrever hasta qué punto Venezuela está en la mira de Roma.
El Vaticano, “agente diáfano”
Cabe preguntarse, sin embargo, qué pueden lograr los buenos oficios vaticanos que no hayan conseguido los pronunciamientos de la Organización de Estados Americanos (OEA) o las intervenciones de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). El prelado Bernd Klaschka, director ejecutivo de la Acción Episcopal de los Católicos Alemanes para América Latina (ADVENIAT), apunta a que mientras el Vaticano goza de la confianza de las partes en discordia, la OEA y la UNASUR son vistas con recelo por el oficialismo y la oposición, respectivamente. “El Vaticano es un agente diáfano, sin segundas intenciones ni agendas ideológicas”, dice.
“El interés del Vaticano no es otro que colaborar para que los venezolanos puedan vivir en paz y está en condiciones de actuar como un intermediario honesto”, acota Klaschka. Al respecto observa Víctor Mijares, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Simón Bolívar de Caracas: “Es bueno recordar que el Vaticano es un Estado; no una república como Venezuela o Alemania, pero es un Estado. El hecho de que a su vez sea la sede principal de una de las Iglesias más extendidas hace que el Vaticano tenga intereses corporativos y políticos, por un lado, y simbólico-religiosos, por otro”.
Señalando que América Latina cuenta con la mayor densidad de población católica del mundo y que el catolicismo es la confesión predominante en Venezuela, pese a su competencia con diversos grupos evangélicos, Mijares alega que no sería de extrañar que el Vaticano ya estuviera injiriendo en la cuestión venezolana. “Bergoglio viene desarrollando una diplomacia muy asertiva y bien calibrada; él propició en secreto el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba. Es plausible que el Vaticano esté obrando –en distintos niveles y desde hace tiempo– para estimular el diálogo político en Venezuela”, explica el politólogo.
La estabilidad como objetivo
“Es posible que el Vaticano esté hablando con el Gobierno venezolano por vía directa y también a través del establishment cubano. ¿Por qué? Porque el Vaticano, Cuba y Estados Unidos tienen un interés común: evitar que Venezuela colapse y que allí estalle una crisis humanitaria. Para Washington sería muy costoso intervenir en una Venezuela devenida en Estado fallido. Para La Habana sería peligroso perder a una de sus fuentes de financiamiento principales cuando la isla está en pleno proceso de transición, porque eso la pondría a merced de las condiciones impuestas por Estados Unidos y los inversionistas del Atlántico Norte”, asegura Mijares.
“Y para el Vaticano es indeseable que la situación se deteriore aún más en un bastión como Venezuela, donde los líderes más prominentes se autoproclaman católicos y el imaginario mariano tiene peso en el discurso político. A mí lo que me preocupa es que ese interés en mantener la estabilidad en Venezuela sea más fuerte que el interés en restablecer y preservar la democracia en el país, porque una cosa no necesariamente trae la otra. Una negociación entre Gobierno y oposición, respaldada desde Roma, puede servirle al Gobierno de Maduro para ganar tiempo y retrasar la consumación del referendo revocatorio”, advierte el experto.
“Si el referendo revocatorio se activa muy tarde, Maduro dejará de ser presidente, pero un vicepresidente chavista tomará su lugar constitucionalmente y el gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) tendrá la posibilidad de organizarse, desde el poder, para las elecciones presidenciales de 2019. De ahí que el factor tiempo sea determinante en este asunto. Desde luego, la intermediación del Vaticano también le brindaría la oportunidad a la oposición de intentar agilizar los procesos electorales y ejercer presión para que haya cambios en materia de política económica, que es el tema más importante en este momento, porque ya estamos entrando en una etapa de hiperinflación”, comenta Mijares.