Venezuela: “La sedición viaja de arriba abajo”
2 de junio de 2018Esta semana, varios militares retirados cuestionaron el hecho de que el hombre fuerte de Venezuela, Nicolás Maduro, insistiera en pedirles garantías de lealtad a los miembros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). Al ser juramentado como mandatario reelecto del país caribeño (24.5.2018), Maduro dijo haber frustrado conspiraciones castrenses en su contra en los días previos a los controvertidos comicios presidenciales del 20 de mayo. Luego, el líder chavista ordenó que una proclama leída en su honor por un alférez fuera convertida en documento y firmada, en señal de subordinación, por todos los uniformados.
En entrevista con el diario El Nacional, el general retirado Raúl Salazar, ex ministro de Defensa, arguyó que los hombres y mujeres de oliva le manifiestan su lealtad al Estado venezolano cuando se gradúan, pero dejó a buen entendedor que la misma puede verse menoscabada por circunstancias como las que atraviesa la nación sudamericana. Aunque negó haber oído ruido de sables, Salazar le aseguró al periódico que en los cuarteles se padece el mismo malestar que en las calles. “Necesitan mantener a sus familias y, al mismo tiempo, hay soldados que han desertado por hambre. El Gobierno debe buscar solución a sus problemas”, recalcó.
El general retirado Gonzalo García Ordóñez, ex jefe del Comando Unificado de la FANB, atribuyó la solicitud de Maduro “a la inseguridad que el mandatario y el alto mando sienten con respecto a la oficialidad”. Consultada por el medio online Noticiero Digital, Rocío San Miguel, directora de la asociación civil Control Ciudadano, señaló que la principal amenaza para el sucesor de Hugo Chávez no es ni el Gobierno estadounidense ni la oposición venezolana, sino sus propios soldados. San Miguel estima que doscientos oficiales, cadetes e integrantes de la tropa profesional han sido detenidos por presunta conspiración entre enero y mayo de 2018.
El pasado martes (29.5.2018), el abogado Alonso Medina Roa le informó a El Nacional que cuarenta militares habían sido arrestados bajo sospecha de rebelión en los quince días previos, acotando que dos de ellos –los mayores Abraham Suárez Ramos (Guardia Nacional) e Isaías Lenin Falcón Juárez (Aviación)– habían sido torturados en el Centro para Procesados Militares de Ramo Verde, estado Miranda. Los generales Pedro Naranjo Suárez (División) y Nelson Morales Guitian (Brigada) fueron detenidos bajo los mismos cargos. Medina Roa denunció, además, que se ha violado el derecho al debido proceso de todos los presuntos sediciosos.
“Nunca, en veinte años de revolución, habían sido detenidos tantos oficiales de comando por rebelión o delitos contra la patria”, enfatiza la directora de Control Ciudadano. DW habló sobre el espinoso asunto con el politólogo Ricardo Sucre, uno de los especialistas incluidos en el libro Desarmando el sistema, un análisis multidisciplinario del sistema político chavista publicado en 2017 bajo el patrocinio de la Universidad Católica Andrés Bello, el Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro y la Fundación Konrad Adenauer, cercana al partido alemán Unión Demócrata Cristiana (CDU). Sucre es autor del capítulo dedicado a los militares.
Deutsche Welle: Desde 2015, cuando la oposición le arrebató al oficialismo la mayoría en el Parlamento, la cúpula castrense venezolana no ha hecho sino repetir que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) es chavista y revolucionaria. Su máxima autoridad, el general Vladimir Padrino López, ha reiterado que Maduro cuenta con el respaldo de los militares. Con eso en mente, ¿cómo percibió usted la exigencia de lealtad que hizo Maduro el pasado 24 de mayo?
Ricardo Sucre: Sus palabras me llevaron a deducir que sigue habiendo descontento entre los uniformados y conspiraciones reales que, por uno u otro motivo, no prosperan. Pero el tono con que las pronunció no reflejaba miedo a un golpe inminente, sino una molestia comprensible ante un fenómeno que incomodaría a cualquier jefe de Estado. Maduro lleva un lustro en el poder y no ha pasado un año sin que alerte que hay componendas en su contra; las más recientes –de 2015 hasta hoy– parecen tener mayor calado, pero no han derivado en acciones bien estructuradas. Creo que eso puede deberse a la heterogeneidad de la FANB.
Hoy día, quien quiere unirse a la FANB tiene muchas puertas de acceso. Ese no era el caso antes del ascenso de Hugo Chávez a la presidencia del país; antes de 1999, las escuelas militares y el reclutamiento forzoso eran las vías tradicionales para entrar a ese mundo. Mientras mayor diversidad haya en la institución castrense, más diversas serán también las causas de malestar en su seno, pero igualmente difícil será la articulación entre las facciones descontentas. Insisto, ahora hay oficiales de mayor rango en unidades con poder de fuego involucrados en los complots, pero ellos no han catalizado todavía la ruptura del orden interno en la FANB.
Usted sostiene que, a pesar de sus fracasos, los complots contra el régimen de Maduro se han vuelto más sofisticados desde 2015. ¿Qué diferencia a las conjuras de los últimos tres años de las anteriores?
A partir de la llamada ‘Operación Jericó’ y de la ‘Operación Golpe Azul’, las conspiraciones tienen visos de alzamientos potencialmente exitosos, las denuncias de componendas son más frecuentes y los rangos de los presuntos involucrados son cada vez mayores, no son funcionarios de escritorio.
Cuesta imaginar que Maduro se sienta más tranquilo si todos los militares firman un documento en el que le aseguran su respaldo. ¿Qué señal de lealtad espera él de la FANB?
Su mensaje del 24 de mayo puede haber estado dirigido a los jefes militares, que son quienes tienen autoridad sobre las tropas. Repito, nada sugiere que Maduro esté intranquilo; él parece creer que puede controlar la situación y evitar que la rebeldía se torne contagiosa. Después de todo, la FANB es una institución vertical. Si se resquebraja, las grietas se abrirán primero en la cima de la jerarquía militar. La sedición viaja de arriba abajo.
El general retirado Raúl Salazar declaró recientemente que, como la población civil, también los soldados sufren por el desabastecimiento de alimentos, medicinas e insumos médicos, por no mencionar la violencia criminal y las fallas en el funcionamiento de los servicios públicos más elementales. ¿No cree usted que esa constelación de factores propicia la aparición de fisuras en la base de la jerarquía militar?
Las rebeliones pueden empezar abajo. De hecho, en Venezuela, las intentonas golpistas las suelen orquestar los ‘comacate’ (comandantes, mayores, capitanes y tenientes). Pero, para tener éxito, los levantamientos deben involucrar a miembros de la élite militar. Si no es así, el sistema político imperante logrará sobrevivir a ese tipo de embates. El primer golpe de Estado fallido contra el presidente Carlos Andrés Pérez (1988-1993), consumado el 4 de febrero de 1992, fue propinado por los ‘comacate’ del momento. El otro caso histórico es el del presidente Rómulo Betancourt (1959-1964), que sobrevivió a intentos de golpe contundentes.
Con esto no quiero decir que Maduro sea Betancourt; sus épocas son muy distintas. Tampoco estoy sugiriendo que a Maduro no le importe lo que piensen o hagan los mandos medios. Al Gobierno de Maduro sí le importa lo que haga el contingente de los ‘comacate’; de hecho, a partir de 2017, el Ejecutivo se ha esmerado en tomarle el pulso. Pero Maduro está consciente de que, para alcanzar sus metas, los levantamientos deben tener una estructura que de momento no tienen. En este instante, la cúpula de las Fuerzas Armadas está muy cerca de Maduro y le es muy leal. Yo creo que el alto mando militar venezolano prefiere conservar el status quo en lugar de aventurarse y darle pie a nuevos escenarios. Hay cohesión en la élite militar y eso impide que el descontento de la base y los mandos medios se traduzca en un alzamiento exitoso.
Autor: Evan Romero Castillo (MS)
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