Contra la pobreza infantil
15 de noviembre de 2011El viernes es día de mercado en la ciudad de Dormagen. En la zona peatonal juegan los niños de preescolar, y muchas madres salen a pasear con sus pequeños. La Oficina de Juventud las conoce a todas, porque tras el nacimiento de sus hijos, reciben una visita oficial del ayuntamiento:
“Alguien de la Oficina de Juventud vino y nos trajo un paquete de bienvenida, y nos informó un poco sobre las posibilidades para la infancia en Dormagen”. El principio es bueno, dicen la mayoría de las mujeres, aún cuando ellas no habían pedido ningún tipo de ayuda.
Uwe Sandvoss trabaja en la Oficina de Juventud como responsable de prevención del Ayuntamiento de Dormagen contra la pobreza infantil, y pertenece a los iniciadores del programa llamado “Ayudas tempranas” para las familias. Sin discriminar a nadie, la pequeña ciudad entre Colonia y Dusseldorf quiere asegurarse de tener contacto con todos los matrimonios y todos los niños que vienen al mundo allí en circunstancias difíciles pocas semanas después del nacimiento.
Averiguar si los padres necesitan ayuda
Sandvoss visita a los padres en sus casas, y conoce el perfil de pobreza y factores de riesgo para la pobreza infantil: no sólo sueldos bajos, sino también padres solteros, hogares con muchos hijos, deudas familiares, niños con discapacidades, así como el aislamiento social de las familias.
“En nuestra definición”, dice Use Sandvoss, “podemos decir que uno de cada cinco niños está amenazado por la pobreza”. En Dormagen, todos los oficios que pueden ayudar a los niños trabajan estrechamente vinculados: matronas, obstetras, así como educadores, preparando su tiempo escolar mediante visitas de matriculación a los padres. “Prevención” es la palabra clave para el modelo de Dormagen.
Ya en la visita al recién nacido, Uwe Sandvoss y sus compañeros intentan averiguar si los padres necesitan ayuda: “Una señal de alarma para mí suele ser cuando una madre está sola en esta fase tan temprana, y quizá tiene más niños y por eso no podemos mantener una conversación decente.”
Aprender de la experiencia
Marina Erwin ya ha experimentado cómo la Oficina de Juventud reacciona ante las crisis: su segundo hijo René comenzó a sufrir de epilepsia siendo un bebé, con ataques continuos, lo que resultó en una grave discapacidad física y mental. Su hermano mayor Dustin también estaba enfermo por aquel entonces. El marido no pudo soportar la situación y dejó a la familia.
Marina Erwin tenía deudas, y presa de la desesperación se sumió en el alcoholismo. Cuando entró en contacto con la Oficina de Juventud, se vio obligada a entregar a sus hijos. René y Dustin fueron separados y enviados a familias de acogida. “Para mí, fue como si se hundiera el mundo”, recuerda la madre. “Fue un gran sufrimiento emocional, tuve pérdida de cabello y no podía comer”. Su percepción de la Oficina de Juventud era negativa: los veía como enemigos, más que como una ayuda. Marina Erwin estaba desesperada y furiosa.
Uwe Sandvoss opina: “Si para aquél entonces ya hubiéramos hecho una visita anterior, creo que esta familia no habría tenido que pasar por tan penosa experiencia, ya que la madre es muy comprometida y afectuosa.”
Segunda experiencia, con buenos recuerdos
Algunos años después, la familia Erwin sufrió otra grave crisis con el nacimiento del tercer hijo. Esta vez, la Oficina de Juventud reaccionó de forma diferente. Enfocó sus actividades para gestionar y promover la ayuda a los niños discapacitados. Un estudiante venía cada semana y cuidadba de René para que la madre tuviera tiempo para los otros niños. Una psicopedagoga familiar acompañaba a Marina Erwin a hacer la compra, así como en la búsqueda de una terapia mejor para René.
A René le fue tan bien en el centro de epilepsia de Bielefeld que, desde entonces, ha aprendido a andar y a hablar. Marina Erwin guarda buenos recuerdos de este segundo contacto con la Oficina de Juventud: “Me sentí mucho mejor y tenía a mis hijos conmigo, eso era muy importante”. Entretanto, los hijos ya tienen 17, 15 y 12 años. Con el dinero que tiene, la familia Erwin debe seguir administrándose cuidadosamente para tener suficiente para ropa y alimento. Pero Marina Erwin se manifiesta muy feliz de haber recibido la ayuda de la Oficina de Juventud con problemas tan serios.
Reaccionar antes cuesta menos
La pobreza infantil y la discriminación social, dice Uwe Sandvoss, afectan en la futura participación en la sociedad y en la educación de los niños. Por eso, el ayuntamiento intenta ayudar tan pronto como sea posible. Desde el punto de vista financiero, también tiene su lógica, según Uwe Sandvoss: “Una ayuda temprana no cuesta tanto como una ayuda tardía. Si no se hace nada al principio, hay un gran riesgo de que al final se deba invertir mucho más”. El argumento en Dormagen es que “uno no se puede permitir el no hacer nada”. La ciudad ofrece atención infantil integral, escuelas para los padres y clubs de bebés con asesoramiento, así como programas para la salud dental y soporte de idiomas.
Una tendencia tan exitosa que ya se está observando con interés por el resto de Alemania. El estudio “Costos y usos de la Ayuda Temprana”, de la universidad de Gießen, por ejemplo, tiene su inspiración en Dormagen. Los investigadores de Gießer teorizan que los costes derivados de la ayuda para la educación, el tratamiento de enfermedades, de la delincuencia o del desempleo en total son entre 60 y 159 veces más altos que los costes de las Ayudas Tempranas.
Autora: Andrea Grunau / Lydia Aranda Barandiain
Editor: José Ospina Valencia