Un golpe arancelario
6 de noviembre de 2003El antecedente de este enfrentamiento -en el cual en una esquina está Estados Unidos y en la otra la Unión Europea- es que el derecho norteamericano prevé ventajas impositivas para las empresas exportadoras. Una de las variantes de tales ventajas es, por ejemplo, la posibilidad de crear empresas fantasmas en oasis financieros como las islas Caimán, las islas Vírgenes o Barbados, a través de las cuales los consorcios se ahorran hasta un 30%. Sus productos pueden ser ofrecidos a menor precio en los mercados extranjeros, poniendo así a la competencia contra las cuerdas. Bien, por ellos. El problema es que al contrincante, que en este caso es Bruselas, el asunto no le gusta nada y lo tacha de competencia desigual. Y esto desde hace años.
Práctica ilegal, ¿y qué?
El árbitro de esta pelea, la Organización Mundial de Comercio (OMC) declaró hace tres años ilegal este sistema, llamado Foreign Sales Corporations (FSC). Y como, aparte de los millones ganados por las empresas norteamericanas, no ha pasado nada más, el comisario de Comercio de la Unión Europea, Pascal Lamy, anunció que los productos norteamericanos serán gravados con aranceles. La OMC dio luz verde a este medida en agosto del año 2002, hasta un monto de 4000 millones de dólares.
¿Significa esto que el intercambio de ganchos escalará hasta una guerra comercial trasatlántica? Analistas opinan que no. Bruselas ha optado por la ofensiva controlada, que parece seguir el lema, "intimida a tu adversario, pero no lo ahuyentes". Un monto como el permitido por el árbitro sería un volumen demasiado grande, un peso inaguantable para ambos bloques.
Escalones arancelarios
Así, la Comisión ha decretado aranceles escalonados: en 2004, las sanciones llegarán a 290 millones de euros; en 2005 a 614. El contrincante europeo es condescendiente y le da chance al otro, hasta marzo de 2004 para evitar las sanciones. Plazo inútil, pues el sistema de FSC no podrá ser desmantelado en un par de meses. Existen, sin embargo, comisiones al interior del Senado de Estados Unidos que han presentado esbozos, según los cuales el sistema contraventor desaparecería para 2007.
A pesar de que los problemas entre ambos gigantes comerciales incluyen rubros como la prohibición europea a los alimentos genéticamente manipulados y la carne con hormonas, Pascal Lamy se negó a catalogar la situación de una "guerra comercial". El intercambio mercantil entre Europa y Estados Unidos asciende a un 1000 millones de dólares diarios; y el 99%, según Lamy, marcha sobre ruedas. La situación, entonces, no puede ser tan mala, ni la pugna tan grande.
Apenas un golpecito
Un indicio de que los intereses propios prevalecen sobre el revanchismo a ultranza es, en opinión de algunos analistas, que el castigo en forma de los aranceles de importación no le llegará a los causantes de las prácticas ilegales –en este caso el Gobierno de Estados Unidos-, sino a empresas que probablemente jamás hayan gozado de tales prevendas. La Unión Europea ha dado, entonces, un gancho rudo a su adversario, pero en ningún caso lo ha puesto knock-out. Tampoco le conviene.