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La historia de los estereotipos

Marc von Lüpke-Schwarz / Evan Romero-Castillo18 de mayo de 2013

Antiguos prejuicios sentaron las bases sobre las que se erigen los estereotipos nacionales modernos. La catedrática Ina Ulrike Paul comparte sus hallazgos sobre la historia de estas creencias en el continente europeo.

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Imagen: picture-alliance/dpa
Ina Ulrike Paul, profesora de Nueva Historia Alemana y Europea en la Universidad Libre de Berlín.
Ina Ulrike Paul, profesora de Nueva Historia Alemana y Europea en la Universidad Libre de Berlín.Imagen: Ulrike Schmidt-Parusel

Son trabajadores y puntuales, pero no tienen sentido del humor. Estos son algunos de los rasgos que muchos europeos dicen percibir en los alemanes… desde hace siglos. En entrevista con Deutsche Welle, Ina Ulrike Paul –profesora de Nueva Historia Alemana y Europea en la Universidad Libre de Berlín y directora ejecutiva del instituto Studium Plus de la Universidad de la Bundeswehr en Múnich– comparte sus hallazgos sobre el surgimiento y la transformación de los estereotipos nacionales europeos.

Deutsche Welle: ¿De dónde salió esa idea de que a los alemanes les gusta beber cerveza hasta emborracharse?

Ina Ulrike Paul: La alusión a esa afición, que ya había sido mencionada en la obra Germania del historiador romano Cornelio Tácito (55-120 d.C.), se generalizó a partir del Renacimiento, tanto entre los alemanes como entre los habitantes de otras regiones. Los alemanes no tenían problema en describirse como ‘amigos de la bebida’ porque eso complementaba la enumeración de sus múltiples virtudes con un toque de jocosa modestia. Después de todo, Tácito también había reconocido la sinceridad y la valentía de los germanos, su amor por la libertad y su defensa de las costumbres.

Su proyecto de investigación se titula “Todos los cretenses mienten”, parafraseando un refrán del filósofo Epiménides (siglo VI a.C.). ¿Qué tiene que ver esa expresión con el tema de los estereotipos nacionales?

Ese refrán es una paradoja. Si Epiménides dice que todos los cretenses mienten, siendo él mismo cretense, ¿está diciendo la verdad o no? Lo que ocurre es que los estereotipos tienden a confirmarse a sí mismos y, en la mayoría de los casos, intentar refutarlos es un esfuerzo en vano. El observador abriga expectativas determinadas y deja que éstas guíen sus percepciones. Uno no puede verificar ni desmentir las imágenes que un grupo de europeos tiene sobre otros porque se trata de ficciones, cualidades de uno, dos o diez individuos que terminan siendo atribuidas a masas de millones.

¿Cómo consigue usted tanta información sobre un tema tan difícil de aprehender?

A mí me interesa sobre todo el siglo XVIII porque fue entonces cuando comenzó la era de la Ilustración; nociones nacionalistas como las que hoy conocemos no florecieron sino hasta el siglo XIX. Las enciclopedias que empezaron a ser publicadas en diferentes lenguas europeas durante el siglo XVIII me sirvieron para “filtrar” los estereotipos que proliferaban en esa época. Como medios de comunicación, las enciclopedias eran muy populares entre los estudiantes y contenían toda la información científica y artística disponible hasta el momento de publicación de cada volumen.

En cada artículo dedicado a un imperio o a una república se hacía mención de lo que la gente de un país pensaba sobre sí misma y sobre sus vecinos. La literatura etnográfica e histórica de la Antigüedad, del Renacimiento y de la Ilustración era resumida y presentada de manera compacta para que los lectores y las lectoras “supieran” cómo eran ellos y cómo eran los demás; es decir, los polacos, españoles, húngaros, etc.

Una enciclopedia de los Países Bajos, por ejemplo, enfatizaba los atributos positivos de sus habitantes y minimizaba los negativos, pero no dejaba de mencionar lo que los otros europeos pensaban de los neerlandeses.

Pero las percepciones estereotipadas también cambian con el paso del tiempo. ¿Puede una sociedad liberarse por completo de ciertos prejuicios?

Las creencias estereotipadas cambian por razones muy diversas; por motivos económicos o políticos, por ejemplo. El físico Albert Einstein decía que era más fácil dividir un átomo que desmontar un prejuicio; pero analicemos la relación franco-germana: es poco probable que los franceses jóvenes repitan las expresiones antialemanas que articulaban sus abuelos y viceversa. En este caso, la llamada “enemistad heredada” ha sido superada.

Autores: Marc von Lüpke-Schwarz / Evan Romero-Castillo
Editor: Diego Zúñiga