Traumas psicológicos en niños refugiados
2 de septiembre de 2015El resultado de un estudio llevado a cabo con 100 niños sirios arrojó que uno de cada cinco padecía trastornos de estrés postraumático. Los resultados se presentaron en la recientes jornadas de la Sociedad Alemana de Medicina Infantil y Juvenil celebradas en Múnich.
Deutsche Welle se puso al habla para analizar esta situación con Jan Kizilhan, psicólogo, escritor y editor. Kizilhan es experto en psiquiatría transcultural y traumas. Dirige el programa de grado en Trabajo Social con enfermos psíquicos y adictos en la Facultad de Villingen-Schwenningen.
Deutsche Welle: Bombas, muertos, una agotadora huída por el Mediterráneo... La mayoría de los niños refugiados han sido testigos de terribles escenas, imágenes que nunca podrán olvidar. ¿Qué consecuencias tienen para ellos?
Jan Kizilhan: Sucede lo mismo que con los adultos. Los niños se enfrentan a situaciones lejanas a la normalidad. Esto afectará a su universo emocional, a su cuerpo y a su memoria. Pueden sumirse en un estado de conmoción, padecer fobias e inseguridades. Sus padres fueron impotentes ante la guerra, la tortura y los ataques. Los niños confían en que sus progenitores los protegerán y pondrán a salvo. De repente, este principio se trastoca y la relación con sus padres y con el mundo que les rodea queda dañada. En los peores casos, nunca se recuperan de las secuelas psicológicas.
¿A qué se refiere con "no recuperarse de las secuelas psicológicas"?
Los niños pueden desarrollar un trastorno fóbico tras las experiencias vividas. Se trata de un cuadro clínico que podría incluir depresión, retraimiento y trastornos del sueño. Puede suceder que después desarrollen un trastorno de estrés postraumático: reviven sus experiencias una y otra vez. De repente se ven inmersos en una situación de guerra o experimentan la huida como si estuviera sucediendo de nuevo, sin diferenciar entre fantasía y realidad.
¿Y a largo plazo?
Aparecen las enfermedades psíquicas y a menudo también físicas, como la diarrea, los resfriados frecuentes y las dolencias psicosomáticas, como problemas de las piel, migrañas e incontinencia urinaria. A nivel psíquico puede suceder que la personalidad se transforme de tal manera, que no sean capaces de volver a establecer relaciones personales sanas, porque se sienten inseguros y ansiosos todo el tiempo. Otros niños no son capaces de hacer frente a sus emociones y desarrollan personalidades inestables, lo que implica agresividad, inseguridad y dificultad para integrarse en la sociedad.
¿Cómo debebe tratárseles para que esto no suceda?
Hay que explicar a su entorno, es decir, su familia y su escuela, lo que es un trauma y cómo se le hace frente. Después, todo es cuestión de estabilidad y de que experimenten qué es la seguridad. Que no tienen que preocuparse por sí mismos ni por su familia. La mejor terapia es que acudan a la escuela. Que sientan el respaldo de una estructura, un marco de seguridad. En los casos más difíciles, los pedagogos sociales deben acompañarlos.
¿Cuál es su labor con ellos?
Hablan con los niños sobre sus miedos, para que sepan que no deben avergonzarse por ellos. El miedo es algo normal. A veces los niños no hablan con sus padres, porque no quieren preocuparlos o entristecerlos. Con los pedagogos eso no les sucede. Hay otras formas de ayudar a los niños a elaborar su ansiedad: dibujando, pintando, modelando, jugando...
¿Qué consecuencias podría tener para la sociedad que no se combatan los traumas de los refugiados?
Hay que tener esperanzas en la resiliencia, esto es, la cualidad que capacita a los niños para superar por sí mismos sus pasadas experiencias. La mitad de los niños la poseen. El resto necesita una psicoterapia y ahí reside el punto crucial: ¿qué hacemos con ellos? La política y la sociedad tienen la responsabilidad de dar una respuesta.