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La Iglesia como refugio ante la deportación

Sabrina Pabst (MS/ER)2 de septiembre de 2015

El asilo eclesiástico es el último recurso cuando los procesos contra quienes solicitan asilo dictan su deportación. Cada vez hay más casos de "asilos en sagrado”, como relata Dietlind Jochims en entrevista con DW.

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Symbolbild Christen und Muslime, Kirchenasyl
Imagen: picture-alliance/dpa/H. Tittel

Deutsche Welle: El ministro alemán del Interior, Thomas de Maizière, y muchos otros ministros de Interior europeos proponen una deportación más rápida de los refugiados. El asilo eclesiástico, también llamado "asilo en sagrado", ¿no es una forma de eludir con una treta esas intenciones?

Dietlind Jochims: Me gustaría ayudar y poder contribuir a que se garantice para los refugiados procesos justos, que respeten su dignidad y sus derechos. Si puedo hacerlo ofreciendo asilo eclesiástico, lo haré. A nivel estatal, se tolera y se acepta que los cristianos asuman una responsabilidad para proteger a los perseguidos. El asilo en sagrado no es una herramienta legal establecida. No se encuentra en ningún reglamento ni texto legal.

En el año 2013 hubo apenas 80 casos y en 2014 unas 250 personas se acogieron al asilo eclesiástico. Las cifras publicadas por usted para 2015 llevan a pensar que el número seguirá creciendo.

En este momento, sabemos de 293 casos de este tipo de asilo, un nuevo récord. Entre ellos, muchos sirios. Esperamos que tras el último anuncio de la Oficina Federal para la Migración y los Refugiados, muchos de estos casos puedan resolverse. Pero se da por supuesto que la cifra aumentará. No solo llegan cada vez más refugiados a Alemania, sino que entre ellos hay cada vez más personas que, en el marco del acuerdo de Dublín, deben ser enviadas a otros países de la Unión Europea o a sus propios países de origen. Entre ellos hay casos muy duros.

Dietlind Jochims cree que se producen situaciones de extrema dificultad en los refugiados debido a la aplicación del acuerdo de Dublín.
Dietlind Jochims cree que se producen situaciones de extrema dificultad en los refugiados debido a la aplicación del acuerdo de Dublín.Imagen: Stefan Hesse

Los 300 asilos eclesiásticos en lo que llevamos de año, ¿son muchos o son pocos?

Ahí tengo el corazón partido. Por un lado me digo que es fantástico que haya habido tantos asilos en sagrado. Eso implica que hay muchas comunidades religiosas concienciadas y dispuestas a proteger a otras personas que tienen condiciones de vida inaceptables. Por otro lado, pienso que cada asilo eclesiástico es una demostración de que el Estado no resuelve de forma óptima las extremas dificultades de los refugiados.

Hay un 80 por ciento de los casos afectados por las regulaciones del acuerdo de Dublín. ¿No es esta cifra tan elevada una demostración de los puntos débiles de ese sistema?

La discusión sobre el acuerdo de Dublín está en pleno apogeo. No hay nadie que diga con pleno convencimiento que este sistema haya demostrado su eficacia. Las personas que se acogen al asilo eclesiástico suponen solo una pequeña parte de los casos extremadamente difíciles que el acuerdo de Dublín produce. Hay muchas razones para abolir el acuerdo de Dublín.

La inviolable dignidad del ser humano es uno de los principios de nuestra Constitución. Alemania ha firmado la Carta de los Derechos Humanos, que ofrece protección a los refugiados y garantiza su asilo. ¿No es el asilo eclesiástico una acusación velada o un correctivo a nuestras instituciones por no observar estos principios?

Solo la tasa de éxito sugiere que las instituciones no han valorado todos los casos debidamente. En ocasiones se producen fallos evidentes a nivel estatal o situaciones que se han pasado por alto. También hay, naturalmente, decisiones subjetivas. En las comunidades religiosas hay personas comprometidas que están en contacto permanente con los refugiados. Cada vez se van dando más cuenta de que en los procedimientos administrativos con los refugiados no se tienen en cuenta siempre las condiciones de extrema dificultad y de violación de los derechos humanos que sufren algunas personas. Cuando se considera que hay una persona que se ve amenazada por una situación muy difícil y que su integridad física y psíquica corre peligro, estas comunidades están dispuestas a garantizar su seguridad proporcionándole un refugio. Informamos a las autoridades y a las instituciones públicas y les instamos, sobre todo en los casos más duros, a que reconsideren determinados procesos de deportación.

¿Debe la Iglesia ser una institución política?

Yo creo que los cristianos harán bien en recordar –y esto lo digo en un sentido teológico- , que Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Todos los seres humanos tenemos nuestra dignidad intrínseca. Eso no es una frase política, sino un principio de la Iglesia y el cristianismo, que encuentra su catalizador en el asilo eclesiástico.

Desde agosto de 2014, Dietlind Jochims es delegada de Migración, Asilo y Derechos Humanos de la Iglesia Evangélica del norte de Alemania, en Hamburgo y presidenta de la Asociación Federal de asilo eclesiástico.