"Thosud Müsil" - ¡La mezcla es la clave!
11 de julio de 2010Ninguna agencia de publicidad encargada por el Gobierno alemán hubiera logrado presentar mejor una imagen de Alemania como la que mostraron los Müllers, Özils, Schweinsteigers y Khediras de la selección alemana en Sudáfrica.
Alemania siempre ha sido observada desde el exterior como la nación de la eficiencia, el trabajo y la disciplina; ahora se han sumado la agilidad y la belleza. Esto se le agradece al estilo de fútbol que jugó Alemania en el Mundial, una selección que se compone a mitad por hijos de inmigrantes.
Un hecho sorprendente, toda vez que muchos alemanes aún se niegan a reconocer que Alemania es un país de inmigración. La llegada de personas con otras confesiones, de piel oscura y nombres impronunciables fue siempre concebida como un problema y no como una oportunidad.
El fútbol, considerado por muchos como la segunda ocupación más bonita del mundo, le ha enseñado a los políticos y a la sociedad lo que una exitosa integración puede representar.
Hablar de fútbol siempre obliga a hablar del país en el cual se juega. El fútbol alemán fue durante varias décadas muy exitoso. Fortaleza en la lucha, disciplina táctica y una inquebrantable voluntad de ganar eran las destacadas virtudes de las generaciones anteriores.
"El fútbol es un juego en el que se enfrentan 11 contra 11 y al final triunfan los alemanes". Así lo describió una vez Gerry Linneker, el delantero británico de los 80. Pero Linneker no hizo otra cosa que destacar la alta efectividad del balónpie Made in Germany.
Una descripción que se ajustaba al éxito económico del país: el fútbol alemán era un reflejo del poderío económico alemán. Y quienes garantizaban las victorias eran los futbolistas fuertes. Los ídolos Fritz Walter, Uwe Seeler y Franz Beckenbauer jugaban tan bien que terminaron convirtiéndose en héroes nacionales.
Ahora Mesut Özil se dispone a convertirse en un ejemplo de la nueva generación. Özil es el hombre encargado por Löw de hacer el trabajo fino en el equipo "multiculti". Como musulmán evita la carne de cerdo y el alcohol y antes de que cada juego se encomienda en rezos a Alá.
Mesut Özil es un ídolo entre los aficionados. Su forma diferente de ser no juega ningún papel en la percepción que se tienen de él. Junto con Thomas Müller, fiel representante del tradicional bávaro, son dos jóvenes muy listos y exitosos. Ellos son el reflejo de una comprensión inédita entre la sociedad alemana y los hijos de inmigrantes.
El nombre "Thosud Müsil“, compuesto con la mezcla de Thomas Müller y Mesut Özil, parece ser la combinación ideal para un fútbol atractivo no exclusivamente basado en las antiguas virtudes alemanas. Es más: también la fascinación por este nuevo fútbol alemán tiene un efecto sobre la cohesión de la sociedad.
¿Cómo entender que grupos de inmigrantes y sus hijos asuman como propio el tricolor nacional alemán y lo defiendan a mano limpia contra radicales de izquierda? No hay duda: siete jugadores de la selección alemana han movido algo en este verano. Lo que hace cuatro comenzó, sigue dando frutos.
La celebración de la Copa Mundial en Alemania 2006 permitió el "descubrimiento" de los colores nacionales negro, rojo y dorado, del patriotismo futbolero. Un patriotismo que durante décadas era extraño para la mayoría de los alemanes. Un patriotismo que tenía algo de compunción.
Un patriotismo que logró surgir en 2006, gracias al fútbol que maravilló a las masas. En 2010 la aceptación de los alemanes de su selección alemana ya no tuvo falsas vergüenzas. Así fue como durante las semanas pasadas los alemanes celebraron a un equipo que, en parte, jugó más bonito que hace cuatro años.
Ahora alaban a una selección multicultural. Si en 2006 el descubrimiento de la fascinación por el tricolor fue una muestra de sano patriotismo, con más razón lo es en 2010. Porque aquellos que le regalan la simpatía a los alemanes provienen de Turquía o Brasil; hablan polaco en casa, tienen un padre tunecino o vienen de un país hispano-parlante.
El fútbol vive hoy la integración exitosa, al más alto nivel. Cierto es que, entretanto en Alemania, hay un jefe de partido proveniente de Turquía y un ministro federal nacido en Vietnam. Pero estas y otras personalidades no le tocan tanto la fibra emocional a la sociedad.
La selección de Löw ha prendido una llama en millones. No sólo porque su juego fue bonito. Valdría preguntarse: si los hijos de la inmigración son tan exitosos en el fútbol, ¿cuáles oportunidades se abrirían para Alemania si fuera posible aprovechar la fortaleza de los inmigrantes en otros campos de la sociedad?
Autor: Volker Wagener
Editora: Claudia Herrera Pahl