Terrorismo islámico: desde Barcelona, con alcance europeo
28 de enero de 2008El Ministerio del Interior alemán prefiere guardar silencio. A los que quieren saber más se les insta amablemente a ponerse en contacto “con las autoridades españolas”. “Nosotros no tenemos información con respecto a este asunto más que lo que ha dado a conocer el ministro en sus comparecencias. La investigación está en manos de la Justicia y, además, sigue abierta“, responde a DW-WORLD David Fernández, portavoz del Ministerio del Interior español.
La supuesta célula terrorista desarticulada hace una semana en Barcelona no sólo planeaba atentar en España. Diversos países europeos estaban en el punto de mira, Alemania entre ellos. Por lo menos, eso es lo que sí dice saber el diario El País que, según indica, tuvo acceso al relato de F-1: el infiltrado entre los detenidos y el único testigo, absolutamente protegido, con el que cuenta la investigación española.
París, Barcelona, Fráncfort
F-1 llegó a Barcelona procedente de Francia el pasado 16 de enero. Si le preguntaban, tenía que decir que “venía sólo para el Tabligh”, una especie de evangelización a la musulmana. En realidad, estaba citado con otros pakistaníes, supuestos seguidores de su compatriota y líder talibán Amir Baitulá Mehsud, y presuntos terroristas en nombre de Al Qaeda, narra el periódico madrileño basándose en la declaración del infiltrado.
En una de las mezquitas de la capital catalana, a F-1 le comunicaron que viajaría a Alemania en calidad kamikaze. Pero a última hora hubo cambio de planes: F-1 se quedaba en Barcelona, Akeel Abbassi asumiría el viaje a Fráncfort. Abbassi partió el 18 de enero, el mismo día en que, esta vez según El Periódico de Catalunya, F-1 habló con Francia sobre un “atentado inminente” y la Guardia Civil española decidió entrar en acción.
En total, 10 personas permanecen detenidas. La Interpol busca aún a Abbassi y a otros dos de los que, según F-1, pertenecían como él al grupo de los “suicidas”. En Fráncfort, la célula podría tener apoyos suficientes, pero cuenta El País que le contaba el testigo al juez que Abbassi iba a actuar en solitario. Dónde o cuándo, se desconoce.
“Sólo la cúpula de la organización sabe qué peticiones hará el emir después del primer ataque, pero, si no se cumplen, habrá un segundo ataque, y un tercero más en España. Y luego en Alemania, Francia, Portugal y Reino Unido. Allí hay mucha gente preparada”, se cita del relato.
Europa en contacto permanente
El perfil de los pakistaníes de Cataluña recuerda a las autoridades españolas al de los jóvenes que en 2005 atentaron contra el metro de Londres. El país de origen y los hábitos coinciden y, como entonces, el transporte público fue el lugar elegido, ahí donde “los servicios de urgencia no pueden llegar”.
Después de que la “célula de Hamburgo” se hiciera famosa por haber dado cobijo a los terroristas suicidas del 11-S, Europa empezó a tomar conciencia de que el fundamentalismo islámico también le afectaba. Tras los atentados de Madrid en 2004 y de Londres un año más tarde, el continente tuvo la certeza de que el peligro existía. El intento de ataque contra dos trenes de cercanías alemanes en 2006 dejó claro a los Estados miembros que haberse opuesto a la guerra en Irak no certificaba la seguridad.
Con todo ello, Europa se propuso colaborar más estrechamente en materia antiterrorista y este trabajo conjunto es lo que ahora, con cinco países amenazados, un modus operandi que se repite y tres presuntos terroristas huidos entre Alemania y Francia, se esfuerzan por exhibir las partes. En Berlín dicen que el contacto con España es constante. “Estamos en relación permanente”, explica Fernández, el portavoz del Ministerio del Interior español, “a nivel bilateral y multilateral, con el resto de la Unión Europea, a nivel policial y político”.
Pero colaborar también tiene sus dificultades. Los franceses están muy enfadados, escribe El Periódico de Catalunya, porque la Justicia española ha decidido acabar con la carrera de F-1 como informante del servicio secreto galo, “uno de sus mejores hombres”, para convertirlo en testigo altamente amenazado. Pero los funcionarios hispanos tienen un problema: no encuentran los explosivos y, sin ellos, les faltan las pruebas. Sólo la declaración de F-1 les permite mantener detenidos a los 10 pakistaníes.