El terrorismo, una discusión actual en Alemania
11 de septiembre de 2007Publicidad
A seis años de los atentados ocurridos en Estados Unidos, Alemania vive con encendida actualidad la discusión acerca de cómo hacer frente a la amenaza terrorista. Ha sido muy larga la serie de propuestas formuladas por el ministro alemán del Interior, Wolfgang Schäuble, y con las cuales pretende cumplir una de sus tareas principales: preservar la seguridad interna del país.
Tales iniciativas, sobre todo la que implicaría legalizar el espionaje policiaco en las computadoras personales de sospechosos, han ido acompañadas de una igualmente prolongada cadena de oposiciones. Se argumenta, no sin razón, que ceder tal espacio de libertades y de espacio privado es un precio demasiado alto a cambio de una sensación de seguridad.
Amenaza real
Pero la semana pasada, la discusión pública comenzó a admitir otro tipo de interpretaciones. Como se sabe, el aparato alemán de seguridad desmanteló una red terrorista que planeaba una serie de atentados mayúsculos sobre bases militares estadounidenses e incluso sobre el concurrido aeropuerto de Fráncfort de Meno.
Para sorpresa de muchos, dos de los perpetradores no eran ciudadanos de origen árabe, sino alemanes conversos al Islám. Así, tanto el debate como las propuestas estatales cambiaron de foco: la discusión ya no se centró en la preservación de la esfera privada sino en la persecución – o no- de personas radicales entre los alemanes que decidieron abrazar la fe musulmana.
Políticos conservadores como Günther Beckstein, ministro del Interior de Baviera, aseguraron que la comunidad de alemanes conversos al Islám debería ser observada con mayor recelo por el Estado. Pero al final se impuso la cordura y el consenso en cuanto a que no todos representan una amenaza.
Es mucho lo que se ha hablado estos seis años en Alemania acerca del terrorismo y sus posibles consecuencias. Por el apoyo que el gobierno socialdemócrata-verde ofreció a Estados Unidos luego de los ataques del 11 de septiembre, estaba claro que Alemania sería un blanco lógico en la estrategia del terrorismo islámico.
La llegada al poder de Angela Merkel, que como líder cristianodemócrata viajó especialmente a Washington para expresar incondicionalidad a George W. Bush, acentuó la animosidad de grupos integristas. Alemania vivió por ello momentos de máxima alerta, sobre todo a raíz del Campeonato Mundial de Fútbol 2006.
No sólo el 9/11
El 31 de julio de ese año, sendos artefactos fueron localizados en las rutas ferroviarias entre Aachen y Hamm y Mönchengladbach y Koblenz. Si no explotaron, fue por defectos de fabricación. En aquel entonces, la justificación de los agresores fue la supuesta publicación en Alemania de caricaturas que ofendían al profeta Mahoma. « Queríamos sembrar el miedo », confesó uno de los involucrados.
Del mismo modo, los servicios secretos alemanes han hecho referencia en varias ocasiones a supuestos atentados que planearían grupos islámicos ubicados en la frontera entre Paquistán y Afganistán. El motivo: la presencia de soldados alemanes en este último país.
Así las cosas, el terrorismo es uno de los temas más actuales en la discusión pública alemana a partir de 11 de septiembre de 2001. Han pasado seis largos años. Pero parece que el debate está aún lejos de culminar.
Tales iniciativas, sobre todo la que implicaría legalizar el espionaje policiaco en las computadoras personales de sospechosos, han ido acompañadas de una igualmente prolongada cadena de oposiciones. Se argumenta, no sin razón, que ceder tal espacio de libertades y de espacio privado es un precio demasiado alto a cambio de una sensación de seguridad.
Amenaza real
Pero la semana pasada, la discusión pública comenzó a admitir otro tipo de interpretaciones. Como se sabe, el aparato alemán de seguridad desmanteló una red terrorista que planeaba una serie de atentados mayúsculos sobre bases militares estadounidenses e incluso sobre el concurrido aeropuerto de Fráncfort de Meno.
Para sorpresa de muchos, dos de los perpetradores no eran ciudadanos de origen árabe, sino alemanes conversos al Islám. Así, tanto el debate como las propuestas estatales cambiaron de foco: la discusión ya no se centró en la preservación de la esfera privada sino en la persecución – o no- de personas radicales entre los alemanes que decidieron abrazar la fe musulmana.
Políticos conservadores como Günther Beckstein, ministro del Interior de Baviera, aseguraron que la comunidad de alemanes conversos al Islám debería ser observada con mayor recelo por el Estado. Pero al final se impuso la cordura y el consenso en cuanto a que no todos representan una amenaza.
Es mucho lo que se ha hablado estos seis años en Alemania acerca del terrorismo y sus posibles consecuencias. Por el apoyo que el gobierno socialdemócrata-verde ofreció a Estados Unidos luego de los ataques del 11 de septiembre, estaba claro que Alemania sería un blanco lógico en la estrategia del terrorismo islámico.
La llegada al poder de Angela Merkel, que como líder cristianodemócrata viajó especialmente a Washington para expresar incondicionalidad a George W. Bush, acentuó la animosidad de grupos integristas. Alemania vivió por ello momentos de máxima alerta, sobre todo a raíz del Campeonato Mundial de Fútbol 2006.
No sólo el 9/11
El 31 de julio de ese año, sendos artefactos fueron localizados en las rutas ferroviarias entre Aachen y Hamm y Mönchengladbach y Koblenz. Si no explotaron, fue por defectos de fabricación. En aquel entonces, la justificación de los agresores fue la supuesta publicación en Alemania de caricaturas que ofendían al profeta Mahoma. « Queríamos sembrar el miedo », confesó uno de los involucrados.
Del mismo modo, los servicios secretos alemanes han hecho referencia en varias ocasiones a supuestos atentados que planearían grupos islámicos ubicados en la frontera entre Paquistán y Afganistán. El motivo: la presencia de soldados alemanes en este último país.
Así las cosas, el terrorismo es uno de los temas más actuales en la discusión pública alemana a partir de 11 de septiembre de 2001. Han pasado seis largos años. Pero parece que el debate está aún lejos de culminar.
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