“Si el Estado salva bancos, también tiene que salvar a Opel”
27 de febrero de 2009El plan de salvamento que discutido hoy los directivos de Opel puede convertirse en el elemento que decida sobre la vida o la muerte de la empresa automotriz. De la viabilidad y consistencia de las medidas adoptadas por la jefatura dependerá que el Gobierno alemán se decida o no a ayudar a la mermada firma.
Opel no es Mercedes, ni tampoco BMW. Hace años que los balances de la compañía no arrojan buenos resultados. La crisis financiera ha afectado a la marca considerablemente, sobre todo a través de las dificultades por las que pasa su propietaria: la estadounidense General Motors (GM).
Pero de Opel no deja de ser una empresa tradicional, uno de los emblemas clásicos del automovilismo germano. Y, lo que es aún más importante, de ella dependen muchos puestos de trabajo. Por eso, el presidente del sindicato alemán DGB, Michael Sommer, opina que Berlín debería hacer todo lo posible por sacar a los “opelianos” del atolladero.
Christoph Heinemann: Señor Sommer, ¿cree usted que el Gobierno alemán pondrá en marcha un plan de saneamiento para Opel?
Michael Sommer: Espero que sí. Los representantes de Opel llevan pidiéndole ayuda al Gobierno alemán desde el otoño pasado. En algo se les ha apoyado ya, pero sigue faltando un concepto a largo plazo. En mi opinión, los compañeros de Opel tienen razón cuando dicen que se necesita una 'solución europea', siempre y cuando ésta sea practicable, que los libere de General Motors.
“Europea” significa que la solución contemple conjuntamente los casos de Opel y Vauxhall, la otra marca que GM compró en el continente. Relacionar de este modo las dos firmas, ¿tiene posibilidades de futuro o es sólo el bote salvavidas al que todos se acogen porque no se divisa ningún otro en el horizonte?
No sé si es un bote salvavidas, pero yo creo que la 'solución europea', acompañada de una política de producción y de tecnología inteligentes, puede ser una buena oportunidad. Recuerdo que hace dos años estuve en Opel, vi los trabajos que allí se realizaban en materia de células de combustible y estoy convencido de que existe en la compañía una base tecnológica lo suficientemente potente como para producir coches nuevos y con futuro.
Pero los problemas estructurales del consorcio, al contrario de lo que sucede en otras empresas automotoras, son enormes…
Por eso mismo opino que tienen que proceder en tres fases. Primero, hay que estabilizar las ventas: a este respecto queda mucho por hacer. Y Opel debe cambiar su política de personal para garantizar el trabajo a los empleados y a la empresa el mantenimiento del personal cualificado. En segundo lugar, se necesita un concepto industrial que en mi opinión tiene que ser europeo: en él se está trabajando en estos momentos. Y en la tercera fase es que ha de aplicarse con éxito lo decidido en las dos anteriores.
Y el Gobierno, ¿debe o tiene que hacer uso del dinero público para ayudar a Opel?
El Estado puede, debe y tiene que hacer uso del dinero público para salvaguardar la base industrial de Alemania y de Europa y hacerla resistente para enfrentar el futuro.
¿Y debe participar en Opel?
Tiene que actuar en el ramo industrial del mismo modo en que lo está haciendo en el bancario, porque la economía alemana y la europea también se sustentan en la industria. Igual que se están salvando bancos, también se deben salvar empresas y puestos de trabajo.
Y para llevar a cabo esta tarea sabemos muy bien en qué tenemos que fijarnos: ¿existe un concepto? ¿Es éste viable? ¿Busca la compañía mejorar su posición de en el mercado o se trata realmente de asegurar su supervivencia y los empleos a ella ligados? En mi opinión, Opel cumple con todos los requisitos y el Estado tiene que ayudar a la marca.
¿Hasta dónde pueden llegar las ayudas con cargo a las arcas públicas? ¡Siga leyendo!
El Estado tiene que ayudar a Opel, dice usted, ¿está hablando de una participación directa en la compañía o de que las arcas públicas respondan por ella?
Pueden ser las dos cosas. Hoy ya sucede con el SoFFin, es decir, con el Fondo para la Estabilización de los Mercados Financieros. Éste ofrece garantías, compra participaciones, paga expropiaciones… no hay que cerrarse a ninguna posibilidad. Y lo que vale para el mundo de las finanzas, vale también, opino yo, para la industria y por extensión para Opel.
Pero cabe preguntarse, ¿dónde acaba todo esto? ¿Tiene el Estado que dedicarse a la producción de coches, y como a las compañías Märklin y Schiesser también les va mal, construir maquetas de trenes y vender ropa interior?
Puede que suene algo cuadriculado, pero repito de nuevo: hay un elemento a tener en cuenta y ese es el de la relevancia para el sistema. Hay bancos que son relevantes para el sistema a los que no se puede dejar caer en la bancarrota. Y lo mismo sucede con algunas ramas industriales, como es en Alemania la automoción.
Un banco relevante para el sistema se define como un banco que puede desatar un efecto dominó en caso de caer, ¿existen empresas que puedan provocar algo semejante?
Sí, existen. Por ejemplo, en la industria automotriz, si caen ciertas empresas proveedoras de elementos básicos puede suceder que al final sea imposible producir un coche, no haya vehículos para vender y todo el sistema se venga abajo. En el ámbito de la investigación y el desarrollo, hay empresas que son fundamentales para ciertas regiones: si éstas desaparecen, la región muere.
Hablemos entonces de las consecuencias: un Opel subvencionado por el Estado, ¿no daña a los restantes productores, que tienen que sobrevivir sin dinero público?
Los compañeros de Volkswagen me dicen todo lo contrario: si Opel cae, y si las empresas proveedoras caen, entonces también pueden caer ellos.
Pero el Estado no puede estar dando dinero a diestro y siniestro como si fuera inagotable…
No, pero tampoco puede hacer como si no tuviera ninguna responsabilidad social para con las personas, y en cambio sí para con los bancos. Una lógica conclusión ha de extraerse de todo esto: el mensaje que se lanza con el fondo de ayuda a las entidades financieras es que el Estado está dispuesto a intervenir. Y entonces también tenemos que intervenir en la industria, porque ésta afecta directamente a las personas y porque de ella depende la cuestión de si queremos o no salvaguardar la base industrial de Europa.