La Amazonía encierra una riqueza biológica, mineral y petrolera incalculable. Por otro lado, el consenso entre los científicos sobre su importancia para regular el clima y el régimen de lluvias en todo el continente no deja lugar a dudas. Así que los países que albergan esas riquezas no pueden explotarlas sin perjudicar a todos sus vecinos y, en general, a todo el planeta.
Una opción es buscar maneras de extraer y explotar esas riquezas naturales sin dañar irremediablemente el ecosistema. Pero hasta que se inventen una agricultura y ganadería intensivas que no requieran deforestar y hasta que se inventen unas técnicas extractivas que no perjudiquen ni contaminen el medio ambiente, la única forma de preservar la Amazonía es limitando su explotación económica. Y es lo que se intenta hacer.
Colaboración internacional
Si es todo el planeta el que se beneficia de que los países con selva amazónica no la exploten, también todos los países deberían cooperar en su conservación. ¿Por qué iban si no a renunciar a los tesoros que encierra el Amazonas países como Perú, Bolivia, Venezuela o Brasil, cuyas economías además no se encuentran en su mejor momento? ¿Dónde está el punto de no retorno hasta el que se puede explotar la Amazonía sin dañarla irremediablemente? ¿Merece la pena acercarse a él cada año un poco más?
Para que no merezca la pena deforestar la Amazonía tiene que haber incentivos económicos para no hacerlo. Más allá de que esos incentivos puedan ser utilizados como moneda de cambio en otras negociaciones políticas, su necesidad es obvia: tiene que ser rentable preservar la selva amazónica en el corto plazo, no fiar su protección al miedo a que su deforestación produzca cambios irreversibles en el clima del continente a largo plazo.
Una proclamación fuera, otras prácticas dentro
El Gobierno de Perú defiende en los foros internacionales una postura de "deforestación cero". Hay otras opciones, por supuesto: el Gobierno de Brasil, por ejemplo, ve la Amazonía como "una gran parcela" esperando "ser explotada" económicamente. Es una decisión política. Se puede elegir no explotar esos territorios o sí hacerlo y cómo, poniendo el acento en la preservación o en el beneficio inmediato.
Lo que no parece muy lógico es defender internacionalmente la "deforestación cero" y, luego, seguir unas políticas que propicien la deforestación. O, al menos, no implementar unos controles que la impidan.
Un caso de libro
En el caso que ha llegado al Tribunal Constitucional de Perú entre una plantación de palma aceitera y la comunidad de Santa Clara de Uchunya se cruzan también los derechos indígenas. Pero en lo que a pura gestión económica se refiere, es un caso de manual en el que el empresario ha calculado que el beneficio es mayor que el coste. "La norma penal será eficaz en la prevención de este tipo de conductas delictivas [contra el medio ambiente] siempre que se cumpla que la sanción multiplicada por la probabilidad de que se produzca sea mayor que el beneficio". El extracto está sacado del 'Curso básico de Hacienda Pública' que se usa como manual en la universidad española.
Amazonía Uchunya: un especial multimedia de DW
El cálculo que hizo el empresario en este caso, un millonario checo-estadounidense proveniente de la banca de inversión reconvertido en inversor de agricultura extensiva, está claro: la probabilidad de que fuera sancionado era muy baja. Quizá porque no había precedentes, quizá porque confiaba en poder influir en unas administraciones corruptas. El caso va a sentar un precedente, que servirá también a otros posibles inversores para hacer su cálculo de probabilidad. Si deforestar la Amazonía sale barato, lo seguirán haciendo.
Y los indígenas advierten: no quedan más grandes extensiones de terreno, como las que la agricultura extensiva requiere, fuera de los territorios ancestrales indígenas. Las autoridades deben decidir qué es lo que quieren preservar. Y hacerlo rápido. Porque hay mucho en juego. No solo para ellos.
(chp)
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