¿Cómo se puede vivir en la selva amazónica sin dañarla?
5 de diciembre de 2019Los shipibo y, en general, los pueblos indígenas de la Amazonía se sienten también parte de la naturaleza, del ecosistema en el que viven. Por eso, cuidarlo es parte fundamental de su modo de vida. Por supuesto que también talan, cultivan, pescan y cazan. También queman madera para cocinar, y ahora también utilizan combustible en sus desplazamientos. Es decir, que también contaminan. Y por supuesto que también inhalan oxígeno y exhalan dióxido de carbono a la atmósfera... La diferencia es que, en sus manos, la selva no retrocede. La deforestación no avanza. ¿Por qué?
Un modo de vida sostenible
Tradicionalmente los shipibo son seminómadas. Los actuales 32.000 integrantes de este pueblo indígena, que se reparten en unas 150 comunidades desperdigadas a lo largo de los ríos Ucayali y Amazonas, entre Pucallpa e Iquitos, se movían en grupos que iban desde unas pocas familias hasta cientos de ellas. Llegaban a un lugar cerca de un río y de una laguna, construían sus casas, cultivaban, cazaban y pescaban durante unos años, hasta que los recursos dejaban de ser tan abundantes. Entonces se trasladaban a otro lugar. Abandonaban sus casas y sus cultivos, que la inmensidad de la selva amazónica volvía a devorar poco a poco. Y vuelta a empezar.
Amazonía Uchunya: un especial multimedia de DW
No sólo el mapa de sus asentamientos cambiaba con el tiempo. La propia orografía del terreno es muy cambiante. Los suelos arenosos, fruto de la sedimentación de los ríos procedentes de los Andes, propician lentos pero constantes cambios en el curso de las corrientes: aparecen lagunas por donde pasaba un río, y se inundan zonas antes secas. Una imagen satelital sirve para dar cuenta gráficamente de estos cambios, como si de una radiografía de esta evolución se tratara.
Salvajes y caníbales en la 'laguna lejana'
Cuando los primeros shipibo se asentaron en lo que ahora es Santa Clara de Uchunya, a mediados del siglo pasado, venían del otro lado del río Aguaytía. El actual jefe de la comunidad, Efer Silvano, recuerda, que en tiempos de sus abuelos, en la zona "había salvajes, que iban desnudos y eran caníbales" y que aquellos trataban de "civilizarlos", cuando capturaban a alguno. No saben qué fue de ellos. Suponen que se internaron en la selva.
'Uchunya' significa 'laguna lejana' en shipibo. Ese era el nombre con el que conocían a la cocha junto a la que finalmente se asentaron. Allí pescan con red (con "trampa", como ellos la llaman). La sitúan por turnos en un mismo lugar y sacan el pescado que queda ahí atrapado diariamente. No sacan más peces de los necesarios y dan tiempo a que se reproduzcan. Desde el año pasado, tienen también una pequeña piscifactoría artesanal.
En el río Aguaytía también pescan, aunque cada vez menos debido a la contaminación, según explican, por la minería ilegal que, río arriba, arroja productos químicos al agua. Allí lo hacen con lanza, según el método tradicional: cuando los peces se acercan a la orilla para comer de las plantas que allí crecen, se los "caza" con el tridente. Al otro lado del río iban a cazar, también cada vez menos debido a la actividad de la plantación de palma de aceite, que ha deforestado 7.000 hectáreas de selva.
Cultivos lícitos e ilícitos
Los uchunya, como se conoce a los shipibo de esta zona, también cultivan, y también talan el bosque para hacerlo. Detrás de cada casa hay una parcela de una media hectárea donde plantan plataneros, árboles frutales, yuca o maíz. Además, en los terrenos de la comunidad, cada familia tiene derecho a construir su 'chacra', un terreno de cultivo de una o dos hectáreas para su autoconsumo y su venta en la ciudad. Son parcelas pequeñas y dispersas que la selva vuelve a absorber rápidamente si se abandonan unos años.
"El racimo [de plátanos] está a 18 soles, 20 soles como máximo", explica Fernando Lozano, un mestizo de 70 años de edad cuyas tierras lindan con las del poblado. Él, que llegó a la zona en 1973 a los 25 años, sí que planta pensando más en el negocio que en el autoconsumo. "El maíz tiene temporadas que está a un sol el kilo; ahorita está a 70 céntimos... no merece la pena", explica. "Mi cacao me está defendiendo, se vende a seis soles, llevo cien kilos, son seiscientos soles", calcula.
Santa Clara de Uchunya no ha sido inmune a los vaivenes del mercado internacional. Ni siquiera a los de los mercados ilícitos: "Vino también esa maldita droga, pero nosotros no éramos coqueros, era gente de afuera... De aquí iba la gente a trabajar a los campos nomás". Pero sí, en la zona se cultivaba coca para la elaboración de cocaína durante el auge de los cárteles colombianos. "Erradicamos 1.500 hectáreas de plantación de coca dentro de los terrenos de la comunidad", señala, refiriéndose al año 2007.
¿80.000 hectáreas de terreno para setenta familias?
Los uchunya dicen contar con estudios antropológicos que demuestran su presencia ancestral en un territorio de 80.000 hectáreas. "Está costando tanto que nos reconozcan nuestros derechos sobre las 7.000 hectáreas deforestadas por la empresa de aceite de palma, que no tenemos muchas esperanzas en la reclamación sobre ese otro territorio más amplio", se lamenta Efer Silvano. En Santa Clara de Uchunya viven 70 familias. Eso equivaldría a que cada familia cuenta con más de mil hectáreas. Si se tiene en cuenta que llevan ahí, según dicen, tres mil años y que les gustaría continuar viviendo en su lugar de origen, a lo mejor ya no parece tanto.
La Amazonía del Perú, un país en el que más de la mitad de su territorio es selvático, ha vivido diversas amenazas. Desde la época del auge del caucho, a finales del siglo XIX, hasta hoy, con la agricultura y la ganadería extensivas, pasando por las prospecciones petrolíferas, la reforma agraria y el avance de los colonos, con políticas de exterminio de los indígenas incluidas.
"El pueblo indígena ha mostrado tener la responsabilidad de manejar los recursos de manera responsable", reivindica Miguel Guimaraes, presidente de Feconau (la Federación de Comunidades Nativas del Ucayali y Afluentes). "Pienso que nosotros tenemos toda la responsabilidad de seguir conservando los recursos que tenemos, y no solo para la comunidad, sino para el mundo", concluye. Quizá el secreto de la sostenibilidad en la Amazonía sea mantener una baja densidad de población. Y alejado al hombre blanco. O, al menos, a sus voraces métodos de explotación de recursos.
(cp)
Enrique Anarte participó en la elaboración de este reportaje.
Deutsche Welle es la emisora internacional de Alemania y produce periodismo independiente en 30 idiomas. Síganos en Facebook | Twitter | YouTube |