Ruanda: los traumas del genocidio no vivido
4 de julio de 2019Ruanda, principios de la década de 2000. A pocos metros de distancia, el pequeño Joseph observa interesado cómo discurre la sesión de un "tribunal gacaca” (corte que forma parte del sistema judicial ruandés- N.de la R.). Varias docenas de mujeres y hombres están sentados a la sombra de un gran árbol. Joseph escucha cómo gritan y discuten entre ellos, uno parece incluso querer llegar a las manos. En la sesión se dirimen acontecimientos ocurridos durante el genocidio de Ruanda en 1994. A Joseph todo le parece mucho más interesante que la escuela, pero, a sus 8 años, no llega a comprender qué sucede ante sus ojos y tampoco puede preguntar nada porque los adultos le han dicho que es "demasiado joven”.
Generación "after”
Joseph Kalisa tiene hoy más de 20 años, pertenece a la llamada "generación after”. La preposición en inglés alude, naturalmente, al genocidio ocurrido en 1994, que esta generación no vivió. Al igual que Joseph, muchos otros jóvenes ruandeses han crecido bajo un manto de silencio. "Apenas recibimos respuestas por parte de nuestros padres”, dice. "No sabemos la verdad. No sabemos qué sucedió en realidad y anhelamos conocer la verdad”.
Este jueves, 4 de julio de 2019, se conmemoran los 25 años de la entrada de las tropas tutsis del Frente Patriótico Ruandés, hito que marcó el final del genocidio. Pero al país le cuesta superar las heridas del pasado. Más de la mitad de la población ruandesa tiene hoy menos de 20 años. Los jóvenes batallan todavía de distintas maneras con las consecuencias del genocidio. "Muchos de ellos no pudieron o siguen sin poder ir a la escuela, por ejemplo, porque sus padres fueron asesinados o porque están en la cárcel como victimarios”, explica Joseph Kalissa.
Los traumas que se trasmiten a los hijos
Otras personas de su generación padecen depresiones o trastornos psicológicos debidos al trauma. "Una vez participé en un acto conmemorativo en el que vimos un documental sobre el genocidio. Muchos de mis amigos quedaron traumatizados al verlo”, relata Liliane Niyigema, de 21 años. También ella confiesa haber llorado mucho. "Todos gritaron tanto, que me dio miedo", dice.
Este tipo de reacciones de los jóvenes en los actos conmemorativos han alarmado a investigadores y psicólogos. "Los que han sufrido crisis traumáticas son sobre todo personas entre los 15 y los 25 años”, dice Eugene Rutembesa, profesor de Psicología y Psicopatología de la Universidad de Ruanda, en Kigali. "Así que nos preguntamos: ‘¿por qué experimentan traumas ahora, si no estaban cuando ocurrió el genocidio'?”
Los resultados de las investigaciones más recientes del Centro de Salud Psíquica de la Universidad de Ruanda han demostrado que los trastornos postraumáticos pueden ser trasmitidos a los hijos genéticamente. Los niños nacidos de madres tutsi que vivieron su embarazo durante el genocidio han desarrollado mucho más a menudo trastornos traumáticos y depresiones que los niños cuyas madres estaban en el exilio en 1994, dice Eugene Rutembesa. "Determinados genes mutaron y se atrofiaron”, asegura.
A la búsqueda de respuestas
Liliane Niyigema y Joseph Kalisa acuden a una conferencia sobre traumas trasmitidos a través de generaciones. Por fin van obteniendo respuestas. Junto con otros participantes y expertos internacionales asisten durante una semana a un curso de verano que celebra el Centro de Salud Psíquica, en el que se plantean preguntas, problemas y retos de su generación. ¿Cómo podemos recordar el pasado sin seguir encallados en el binomio hutus-tutsis? ¿Dónde podemos hacer preguntas? ¿Cómo podemos contribuir a la verdadera reconciliación? Liliane acude porque se está formando como enfermera de psiquiatría, pero también porque desea encontrar respuestas. "Nunca pude preguntarles nada a mi madre ni a mi padre porque es un tema muy sensible”, asegura. "Eso es un problema, porque si ni siquiera sé quién es mi propia familia, es difícil saber quién soy yo”. Su voz tiembla, dejando entrever lo mucho que estas cuestiones de identidad la conmueven.
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