¿Quién puede aún mediar, negociar o presionar en Venezuela?
6 de marzo de 2019Las últimas semanas han ilustrado, nuevamente, una "paridad de fuerzas" entre el Gobierno y la oposición venezolana, asegura el analista uruguayo Álvaro Padrón, director de proyectos de la fundación política alemana Friedrich Ebert, en Montevideo.
Ninguna de las partes logra resolver a su favor la crisis desatada desde enero, cuando Nicolás Maduro tomó posesión como presidente de Venezuela, tras unas elecciones que no fueron reconocidas por parte de la comunidad internacional, y el líder opositor y jefe del Parlamento, Juan Guaidó, se autoproclamó presidente encargado, reconocido ya como tal por más de 50 países.
Así que reforzar internacionalmente la polarización política que impera hoy en Venezuela, posicionándose tras Maduro o tras Guaidó (como han hecho Cuba o Rusia, el Grupo de Lima, EE. UU., Chile y diversos países europeos como Alemania), "no ayudará a hallar salida a la crisis", insiste el analista uruguayo, en sintonía con la postura diplomática de su país.
Padrón resalta, entre las más recientes iniciativas de mediación o presión internacional, "la utilidad" de la cumbre del Grupo Internacional de Contacto (GIC) sobre Venezuela, a inicios de febrero, en Montevideo, por su aporte para facilitar el diálogo político en torno a "una situación que van a tener que resolver los venezolanos".
El GIC, integrado por representantes de alto rango de la Unión Europea (UE), ocho países del bloque (Alemania, España, Francia, Gran Bretaña, Italia, Países Bajos, Portugal y Suecia) y cinco latinoamericanos (Bolivia, Costa Rica, Ecuador, México y Uruguay), ya pudo concretar una visita a Caracas, en la que el Gobierno y la oposición venezolana aceptaron la interlocución de esta iniciativa, celebra Padrón; así como la posibilidad de celebrar elecciones, "en las que ambas partes confían en que ganarán".
Facilitar una "solución venezolana"
Por supuesto, "este no es un diálogo sin condiciones", acota el analista uruguayo y enumera, como "absolutamente indispensables", unas elecciones generales, sin inhabilitación de partidos y sin presos políticos, "que permita una salida democrática a la crisis actual, con un Gobierno legitimado en las urnas" (la "solución democrática, desde y para el pueblo venezolano" que han pedido también más de 400 intelectuales latinoamericanos y europeos, en una declaración pública). Aunque recuerda que México, Bolivia y algunos países caribeños no apoyaron esta visión en la cumbre de Montevideo.
"Un diálogo útil requiere igualmente plazos", agrega Padrón, por eso el GIC se planteó un plazo de 90 días para “acompañar" este proceso. Si no funciona, prevé, volverían a polarizarse las posiciones de los actores externos, entre quienes respaldan a Maduro o a Guaidó, algo que hasta ahora no ha contribuido destrabar la crisis, opina.
En cualquier escenario, el impulso decisivo a la salida de la crisis venezolana "tiene que venir de adentro", coincide Ana Soliz Landivar, politóloga de la Universidad Helmut Schmidt de las Fuerzas Armadas alemanas, en Hamburgo. Pero, para Soliz, solo una masiva y sostenida movilización popular puede decidir el actual pulso político.
Y esta movilización tendría que tener lugar "en las principales ciudades de Venezuela". No en "el escenario de guerra asimétrica en la frontera con Colombia, con apoyo de Estados Unidos", para el cual el Gobierno venezolano se prepara hace dos décadas, advierte la politóloga boliviana radicada en Alemania, en clara alusión a los incidentes de las últimas semanas en torno a la entrada de ayuda humanitaria gestionada por la oposición.
Apoyar a un presidente "para todos los venezolanos"
En este escenario, si la oposición aspira a resolver la crisis a su favor, considera Soliz, su líder tiene que pensarse como "presidente para todos los venezolanos", algo que claramente no ha conseguido Maduro. En consecuencia, tanto en la calle como en las urnas (si se lograra llegar a una elección), Guaidó tendría que ganar el apoyo de la mayoría, incluidos los chavistas descontentos con la gestión de Maduro.
Y esto empieza por rechazar la posibilidad de una intervención militar extranjera, que despierta "sentimientos nacionalistas y temores", tanto en el pueblo como entre los militares: "Una intervención militar representaría una solución inmediata, pero desastrosa para Venezuela", insiste Soliz.
Una movilización popular masiva y sostenida ofrecería dos posibilidades, prevé, por otra parte, la politóloga boliviana: "Una, que la represión sea tan fuerte que la comunidad internacional no pueda quedarse observando la matanza; esa es la única situación en la que podría darse una intervención militar. La otra es que las fuerzas armadas y policiales no repriman y, por el contrario, apoyen a la mayoría".
¿Qué rol correspondería a la comunidad internacional en estas circunstancias? "Garantizar vías de escape para la élite de las fuerzas armadas o para personajes claves dentro del Gobierno, una amnistía que pueda facilitar la salida de Maduro", adelanta la politóloga de Hamburgo y advierte: "es el precio por un bien mayor".
Mención aparte hace Soliz, adicionalmente, del rol clave que podría desempeñar una potencia como China, en este contexto: "Venezuela le debe a China, su principal inversor en los últimos años, más de 60.000 millones de dólares", anota. Así que, sugiere, más allá de la sintonía ideológica entre ambos Gobiernos, "lo que a ellos les interesa es garantizar sus inversiones", una moneda de cambio que la oposición venezolana o actores internacionales como Estados Unidos podrían usar también para presionar a Maduro.
(lgc)
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