Opinión: Una advertencia de Trump para Assad y Putin
9 de abril de 2017¿Cómo se seguirá posicionando el presidente de Estados Unidos de cara a Siria? Donald Trump, tan dado a tuitear cuanta idea le pase por la mente, se muestra inusualmente discreto. Quizás sea cálculo. Por otro lado, también es posible que ni siquiera él mismo sepa qué órdenes darle a sus generales.
Y es que el ataque militar de Estados Unidos a la base aérea siria de Shayrat tiene implicaciones riesgosas: Rusia ya envió al Mediterráneo su buque de guerra, el Admiral Grigoróvich. Una cosa ha quedado clara: la arremetida estadounidense fue una sonora advertencia. El “hombre fuerte” de Damasco, Bashar al Assad, y sobre todo el Kremlin, deben haber entendido que, de ahora en adelante, tendrán que vérselas con Washington.
Desde 2013, cuando Barack Obama incumplió su palabra de actuar tan pronto Assad usara armas químicas –la famosa “línea roja” impuesta por la Casa Blanca–, el presidente ruso, Vladimir Putin, ha hecho lo que le ha venido en ganas en Siria. Para volver a presentar a Rusia como una potencia político-militar, Putin se alió con un gobernante que elimina a todo aquel que lo estorbe y que sin tapujos procura legitimar sus excesos alegando que lucha contra el terrorismo. Con esa excusa, Assad ha asesinado a miles de civiles inocentes a punta de bombardeos, fuego de artillería, misiles teledirigidos y gases venenosos.
Abusando de la lucha contra el terror
Jurar que esas matanzas tienen lugar en nombre de la lucha contra el terrorismo es de un cinismo ilimitado. Es cierto que miles de perturbados matan a diestra y siniestra, haciendo realidad sus fantasías de violencia tras una fachada de fervor religioso, no solamente en Siria. Y es cierto que esos asesinos están activos desde hace tiempo tanto en el Cercano Oriente como en Europa. De hecho, es muy probable que fueran ellos quienes, este viernes (7.4.2017) en Estocolmo, dejaron evidencia del daño que están dispuestos a causar.
El combate contra esta banda de matones es absolutamente necesario, también en términos militares. Pero es necesario recordar que Assad, con Putin a su lado, no se limita a luchar contra los yihadistas. Ellos no quieren hacer diferencia entre terroristas y opositores corrientes. Eso es lo que hace que la lucha contra el terrorismo adquiera rasgos cínicos. Escudarse tras la lucha contra el terrorismo es, además, un argumento infame porque: ¿quién va a decir algo en contra de ese propósito?
También es importante dejar claro que esa lucha, tan antiética en todo sentido, brota del sobrio cálculo del régimen de Assad. Él sabía lo que hacía cuando, al principio de las revueltas en su contra, dejó salir de sus mazmorras a los yihadistas más desalmados. Auspiciados por mecenas que se hicieron ricos a punta de petrodólares, esos criminales le dieron a la oposición siria los feos rasgos que hasta el día de hoy continúa exhibiendo.
El cálculo de Assad es muy simple: se presenta como el antídoto de los males que él mismo conjuró. Sobre eso intenta basar su legitimidad. Y no hay que permitir que alcance su objetivo.
La meta: lograr que la violencia se vuelva rutina
Tiene sentido lo que dicen algunos comentaristas árabes: que la brutalidad y la frecuencia de los ataques tienen como meta conseguir que la comunidad internacional se acostumbre a las masacres y las perciba como algo cotidiano y normal. La lógica de esa estrategia es evidente: una vez que esas circunstancias se acepten, los carniceros de todas las latitudes podrán agredir a los pueblos bajo su yugo sin que nadie los moleste. Visto de esa manera, Siria es una suerte de modelo de los rituales genocidas por venir.
¿No contribuye Trump a que el conflicto sirio se acentúe? Quizás sea así. Por lo menos un poco. Pero la mayor parte de las energías violentas en esta guerra son proporcionadas por Moscú y Damasco. Por eso cabe decir que algo tiene de bueno el hecho de que Trump –independientemente de sus razones– haya decidido enviarle una señal a Siria. Considerando los flujos migratorios que la guerra pone en movimiento, sería deseable que esa señal deje una fuerte impresión. Nadie puede vivir en una zona de guerra.
Una idea audaz: quizás todas estas reflexiones hayan pasado ya por la cabeza de Donald Trump. De ser así, sería comprensible que no tuiteara al respecto: estas ideas no caben en mensajes de 140 caracteres.