Opinión: Un sacrificio por Francia
14 de junio de 2016¿Qué espera Dios de Francia? Deja caer sobre ella una peste tras otra, como lo hizo sobre los antiguos egipcios en el siglo XIII antes de Cristo: estos debieron soportar diez plagas hasta que el faraón dejó salir a los hebreos de su territorio. Ahora, el Todopoderoso envía hooligans rusos a Marsella e inundaciones a París y, por si fuera poco, permite que David Guetta abra la ceremonia inaugural de la Eurocopa 2016.
Ahora en serio: Francia no las tiene fácil en este momento. A la izquierda, el sindicato CGT exhibe tanta fuerza como en 1968 al rebelarse contra la pequeña reforma del derecho laboral promovida por el Gobierno. A la derecha, la política populista Marine Le Pen se regodea en la crisis migratoria, la posibilidad de que el “Brexit” se consume y el magro desempeño económico de su país porque todo eso le permite a su partido seducir a más electores. Además, el miedo al terrorismo islamista parece brotar de nuevo por todos lados; el incidente más reciente en Magnanville, cerca de la capital, sugiere que el temor es fundado.
Con todas las maravillas que ofrece Francia… Los vinos tintos de Saint-Émilion, las crestas de los Pirineos, la magnificencia del Museo Louvre. La amable rebeldía, el metro de París –cuando su personal no está en huelga–, el festival de cine de Cannes. Los trenes de gran velocidad, el Tour de France, los volcanes de Auvernia. El liberalismo, los días de primavera en Toulouse, el color del Mediterráneo visto desde Marsella. Ese país estupendo no merece lo que ahora le está pasando.
¿Qué debe pasar para que la situación de Francia mejore? ¿Exactamente qué pide Dios a cambio de poner fin a su suplicio? La mayoría de los problemas de ese país sólo pueden ser resueltos a largo plazo, eso está claro. El islamismo tiene raíces profundas en su territorio y viene carcomiendo algunas partes de la sociedad desde hace décadas. Los problemas económicos estructurales de Francia sólo se dejan resolver en pasos muy pequeños porque la resistencia al cambio es enorme. Y contra David Guetta, no hay remedio que valga.
Pero los franceses están urgidos de algo que les levante el ánimo. Los hooligans borrachos que destruyen el centro de sus ciudades es lo último que necesitan. Lo que a Francia le hace falta es una bebida energética, una inyección de vitaminas, algo que le levante el espíritu a sus habitantes y les permita dar el primer paso hacia el difícil futuro que tienen por delante. Una solución podría ser que el presidente, François Hollande, dimitiera… Su renuncia alegraría a la mayoría de los franceses en un primer momento, pero el efecto duraría muy poco.
No. La mala racha de los franceses sólo puede ser revertida de una manera: si los europeos hablan en serio cuando articulan la palabra “solidaridad”, entonces deben contribuir juntos a que Francia se levante. No es dinero lo que necesitan, ni discursos grandilocuentes, ni suministros de vino blanco provenientes del valle del río Mosela. No, por Francia hay que hacer algo que quede grabado en la psique del pueblo galo. ¡Queridos hinchas del fútbol europeo, ustedes deben ser fuertes! ¡Es hora de hacer un sacrificio!
¡Dejen que Francia gane la Copa Europea de Fútbol!
Eso es lo que Dios espera de Europa. Sólo entonces pondrá fin a las plagas que afligen a ese país. Si ustedes se rehúsan a hacer eso por los franceses, sólo pueden venir cosas peores: tinieblas en la Costa Azul, peste bovina en la Bretaña, fotografías mostrando a Gérard Depardieu desnudo…
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