El jurista Wolfgang Schäuble fue jefe de la Cancillería Federal de Alemania, lideró la fracción legislativa de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) en el Bundestag, asistió de cerca al canciller Helmut Kohl y dirigió el Ministerio del Interior. Ahora pasará de ser ministro de Finanzas a ser presidente del Parlamento germano, del cual es miembro desde hace 45 años. En otras palabras, Schäuble se convertirá en la figura más importante del Estado después del presidente federal, Frank-Walter Steinmeier. Así lo quiso la propia jefa de Gobierno, Angela Merkel.
Eso implica también que de diseñar políticas pasará a administrarlas, que no es lo mismo. Desde luego, siendo como es, Schäuble no permitirá que le impidan impulsar iniciativas. Lo más probable es que él termine haciendo uso de su cargo como lo hizo su predecesor, el también democristiano Norbert Lammert, quien defendió el parlamentarismo activamente, garantizó el orden y la disciplina –también en las filas de la CDU–, articuló muy buenos discursos e intervino en más de una discusión para hacer aportes concretos.
El hombre apropiado para el cargo
Schäuble luce como el timonel ideal; difícilmente podría haberse nombrado a un mejor político para el cargo. Sobre todo considerando que el Bundestag tiene ahora seis fracciones y que una de ellas –Alternativa para Alemania (AfD)– está integrada por xenófobos, antisemitas y radicales de derecha. ¿Quién más podría amansar a estos neófitos y enseñarles las reglas del Parlamento si no Schäuble, el inteligente, agudo y obstinado orador? Por otro lado, su terquedad puede terminar siendo un problema a estas alturas.
Él se ha vuelto testarudo y un tanto engreído, un poco rígido por la edad y, por eso, también impredecible. En su país, muchos recuerdan el momento en que sermoneó públicamente a su portavoz. Y fuera de Alemania nadie olvida la invariable dureza que mostró de cara a Grecia al calor de la crisis financiera. Él es de esos hombres que con gusto exhiben su capital intelectual una y otra vez. Eso no le roba su sentido del humor ni la capacidad para esgrimir su ironía contra sí mismo; pero estas virtudes saltan a la vista con cada vez menos frecuencia.
Para La Izquierda, Schäuble es un espanto. Y a finales de octubre, cuando se vote por él para presidir el Parlamento, el septuagenario no contará con el respaldo de Los Verdes; del apoyo de Alternativa para Alemania (AfD), ni hablar. Pero también la CDU será objeto de su severidad: seguramente se le verá reprendiendo a Merkel por conversar con sus vecinos durante las sesiones, regañando a sus correligionarios por excederse en su derecho de palabra, y defendiendo los derechos de la oposición minoritaria.
Schäuble propicia la alianza conservadora, liberal y verde
Aunque todavía no han comenzado los sondeos de opinión ni las negociaciones entre partidos para formar una coalición de Gobierno, el hecho de que a Wolfgang Schäuble se le haya ofrecido la batuta del Bundestag es una clara señal de que su formación, la CDU, está interesada en establecer una alianza conservadora, liberal y verde. Desde luego, la nominación de Schäuble la hizo Merkel. Eso significa que él no podría haberse negado, ni siquiera si él hubiera querido continuar al frente del Ministerio de Finanzas de Alemania.
Merkel ve con buenos ojos la "coalición Jamaica” –llamada así porque asocia los colores emblemáticos de la CDU (negro), el FDP (amarillo) y Los Verdes con los de la bandera jamaiquina– y dejó vacante el Ministerio de Finanzas para poder ofrecerlo como concesión cuando llegue la hora de hacer trueques con esos partidos. Por eso no sorprende que el jefe del FDP, Christian Lindner, fuera el primero en reaccionar y en celebrar a Schäuble como una "personalidad destacada” y como "el hombre apropiado en el momento oportuno”.
Con mucha razón, el FDP tiene la esperanza de asumir la cartera de Finanzas, que es considerada la más poderosa después de la Cancillería Federal. Y Schäuble no tiene nada en contra de ese escenario: lo más probable es que los liberales le den continuidad a su duro programa de austeridad, incluso a escala europea. Apartando ese asunto, ahora está por verse quién ofrece los mejores discursos en Berlín: el "hombre fuerte” de Alemania, el presidente federal Steinmeier, o el "número dos”, el presidente del Bundestag, Wolfgang Schäuble. La competencia le dará más vida a la política. Eso no es malo ni para la república ni para la democracia. Y quizás esta nueva etapa sirva para suavizar el carácter de Schäuble, que acaba de cumplir 75 años.
Volker Witting