Opinión: que la FIFA se baje de su nube
12 de junio de 2014Finalmente dará comienzo el Mundial de fútbol. Cuando empiece a rodar el balón, muchos aficionados olvidarán los problemas acerca de la organización del evento deportivo en Brasil. Solo contarán los goles y el orgullo nacional aumentará según las victorias.
Sin embargo, este deseo se cumplirá solo parcialmente. Este Mundial cambió Brasil antes del pistoletazo de salida. Incluso cambiará también a la FIFA. En todo el mundo, cada vez hay menos disposición para organizar un Mundial según las directrices de la FIFA después de las protestas masivas. En concreto, el modelo de la FIFA ha tocado techo en este país emergente y eso es bueno.
Brasil sometió a juicio muchos acuerdos comerciales en torno al fútbol mundial. 200 millones de habitantes se preguntaron: ¿Cómo se puede suspender provisionalmente la constitución y el poder legislativo para un Mundial? ¿Por qué una normativa aprobada a toda prisa para el Mundial que deroga la ley anti alcohol vigente para los estadios? ¿Por qué se aplican a los patrocinadores y funcionarios del fútbol unas leyes distintas a las del pueblo? ¿Y por qué una federación deportiva cierra contratos con socios que acaban perjudicando al pueblo y limitan la libertad de movimiento de millones de personas?
Aunque la presidenta Dilma Rousseff no se canse de repetir que el gasto publico para salud y educación aumentó a pesar del Mundial, el pueblo brasileño planteó estas preguntas y el mensaje llegó al gobierno.
También otras federaciones miembros de la FIFA se quejan de la dificultad de justificar políticamente los grandes gastos para los megos eventos. Sobre todo, si la distribución de ganancias y pérdidas es desigual como en Sudáfrica o Brasil.
El Mundial no es una cumbre de jefes de Estado ni una misión de paz de la ONU. Es hora de terminar con esas aspiraciones comerciales y políticas para volver a poner los pies en la tierra. La FIFA tiene que recuperar a su misión original y convocar cada cuatro años un evento deportivo mundial. Para presentar el futbol a nivel internacional, los estadios no necesitan espacios VIP o sillones especiales para los espectadores. Los presidentes de la FIFA no son jefes de estado y tampoco necesitan un trato como tales.
Los brasileños obligaron a la todopoderosa FIFA y sus socios a comprender este punto de vista. Sus protestas hicieron despertar a los señores del fútbol de su lecho de rosas. Para organizar un Mundial con éxito, en el futuro se tendrán que contemplar las necesidades del país anfitrión y no solo las de la federación. La FIFA tendrá que volver a pensar sobre su proceso de elección de las sedes. Seguro que no perjudicará la calidad del fútbol mundial. Y por fin, podrá celebrarse el Mundial.