Nunca antes las víctimas de la barbarie en Colombia fueron honradas como hoy. Una barbarie que millones en Colombia creen lo más normal del mundo, al mismo tiempo que dicen vivir en el país más felíz del planeta.
Un Premio Nobel de Paz para la persona que les tendió la mano, las sacó de sus veredas, pueblos y barrios marginados de las grandes ciudades, en donde se amontonan por millones y salen a buscar su sustento a los centros, de donde son espantados como moscas.
El premio Nobel de la Paz 2016 se lo gana en Colombia la persona que también busca con el Acuerdo de Paz que las tierras robadas a esos "indeseados” les sean regresadas, para que vuelvan a los campos y recuperen su dignidad como campesinos que trabajan por el alimento de quienes los han mantenido alejados durante más de medio siglo. Una indiferencia registrada con el 63% de abstención.
Este premio es para las 260 mil víctimas de todos los bandos; las de las FARC, las de los paramilitares, las del Estado. Porque nunca antes, a pesar de tan vergonzante fracaso de todas las formas civilizatorias, alguien había arriesgado tanto por hacer cumplir la Constitución en la que está plasmado el deber de luchar por la paz, no por la guerra.
El mismo Juan Manuel Santos, surgido de uno de los centros del poder, sabía que lo llamarían "traidor”, como lo reconoció hace seis años, cuando toda esta empresa de la paz empezó a moverse. ¿Traidor por hacer la paz? Sí, esto es posible en una Colombia en la que la paz es una especie de "lujo”, mientras en pueblos y campos domina la guerra. Al fin y al cabo, los que tienen dinero para pagar la libreta militar siempre evitan morir como "soldados de la Patria”. Los demás, en ambos bandos, mueren o quedan mutilados. He aquí una de las razones por las cuales el Acuerdo de Paz está firmado, más no refrendado, y aún está en veremos.
El Premio Nobel de la Paz 2016 lo recibe Santos no por haber logrado la paz, sino por sus esfuerzos; porque la paz aún pende de un hilo. Las mismas fuerzas que incitaron al "No” con más artimañas que argumentos válidos, buscan en estos momentos impedir esa paz, a toda costa. La persistente gritería de sus consignas desvirtuadoras de lo que está en blanco y negro en el Acuerdo de Paz los delata. Tienen un lenguaje diferente, de acuerdo al medio de comunicación al que hablan.
Santos ganó el Premio Nobel de Paz, pero la paz está en riesgo. Por eso este Premio es también un respaldo a quienes en Colombia ahora salen a las calles a exigir lo que Colombia merece: un paso gigantesco hacia un país civilizado. Hubiera sido de sueño, si en estos momentos las FARC ya estuvieran entregando las armas a la ONU, como estaba previsto. Pero hoy se repliegan armados a sus tradicionales centros de guerra, aunque aún mantienen el cese el fuego bilateral.
Hoy, más que nunca Colombia necesita del apoyo de la comunidad internacional por la paz, sin temer acusaciones de "injerencista”. Millones de colombianos lo esperan en estos momentos de zancadillas a la paz. ¿Por qué tanto miedo a las "injerencias” internacionales por la paz, y tan poco por las de la guerra? ¡Bravo Oslo!