¿Quién resistirá más en la lucha por el poder en Venezuela?
24 de febrero de 2019Hace un mes comenzó la lucha por el poder en Venezuela con el sorprendente desafío que planteó el líder opositor, Juan Guaidó. A partir de ese momento los hechos se precipitaron: gracias a una campaña cuidadosamente preparada, consiguió el reconocimiento internacional; las manifestaciones masivas presionan a Nicolás Maduro, y un embargo de petróleo por parte de los EE. UU. amenaza su botín de guerra.
La camarilla de Maduro parecía sorprendida y reaccionó a la defensiva. Sus asesores incluso discutieron ante las cámaras. La iniciativa está del lado de la oposición. Sin ir más lejos, el fin de semana Guaidó alcanzó su objetivo de esta etapa: fotos de cientos de miles en el concierto benéfico de la oposición frente a la magra asistencia que estuvo presente en el contraconcierto de Maduro. Se organizó un "ataque multifrontal humanitario" en el que se pudo presenciar en directo cómo miles de civiles trataron de llevar suministros de socorro a Venezuela mientras milicianos y guardias nacionales bloqueaban esta ayuda, disparaban contra manifestantes y prendian fuego a los camiones.
En términos de imagen, Maduro parece haber perdido la guerra: se presenta ante el mundo como un dictador corrupto sin escrúpulos y sin pueblo. Las cuestionables motivaciones de un reordenamiento neoconservador de América y los precedentes de los que están detrás de Guaidó (como Elliott Abrams, el cerebro del asunto Irán-Contra, o el archiconservador grupo de presión del exilio cubano) rara vez se ponen sobre la mesa.
Pero un conflicto - incluso aunque esté disfrazado de cuestión humanitaria - también se tiene que resolver sobre el terreno. Y allí Guaidó sigue siendo un presidente sin Estado. Por el momento, fracasó en su intento de llevar ayuda a Venezuela. Una o dos docenas de desertores, incluso aquellos de alto rango como el ex jefe de la inteligencia militar Hugo Carvajal, no alcanzan para que se llegue a la conclusión de que la lealtad a Maduro de la dirección del ejército esté en duda. Por lo tanto, la estrategia de ayuda humanitaria no está dirigida a ellos, sino a los mandos medios, que son los que comandan el bloqueo de los suministros. Si se despegan, según los cálculos, detrás vendrán las tropas, que han estado desmoralizadas durante mucho tiempo, y los generales quedarán aislados.
Acá es donde entra en juego el factor tiempo.
En el corto plazo, Maduro y sus asesores cubanos lograron encontrar alternativas comerciales en el Medio Oriente, India y Rusia para eludir el embargo. Pero son costosos por el precio del transporte, y a mediano plazo la crisis humanitaria empeorará. Pero no está claro si esto llevará a la empobrecida población a la revuelta o a la huida. Cuanto más tiempo tenga éxito la resistencia de Maduro, mayor será el peligro de que el ímpetu de Guaidó se debilite, la oposición se divida o parte de ella se radicalice.
A largo plazo, sin embargo, Venezuela, al igual que la economía de racionamientos de Cuba en el pasado, solo debería poder sobrevivir si un aliado se encuentra dispuesto a gastar miles de millones en bases geoestratégicas en el Caribe. Eso es incierto.
La situación geopolítica mundial tiende a indicar que las superpotencias se están retirando a sus respectivas esferas de influencia regional.
¿Trump, Putin y Xi Jinping acordarán finalmente el destino de Venezuela entre ellos? Trump podría verse seducido por la posibilidad de atacar Venezuela, principalmente porque espera que esto le genére réditos en las presidenciales estadounidenses de 2020. ¿Hasta dónde se llegará? ¿Es la opción militar algo más que una amenaza verbal? ¿Hasta qué punto juegan Trump y los europeos el juego de policía malo - policía bueno para forzar a Maduro a sentarse en la mesa de negociaciones?
En este póker venezolano, no todas las cartas están sobre la mesa.
(dg/eal)
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