Opinión: Mucho estrés para nada
31 de julio de 2016No puedo quitarme de la cabeza la idea de que el Banco Central Europeo (BCE) y la Autoridad Bancaria Europea (ABE) están haciendo todo lo posible para anunciar los resultados de las recientes pruebas de estrés bancario de manera discreta e inocua. La sola fecha de su publicación causa desconcierto: los mercados apenas podrán reaccionar hasta el lunes 1 de agosto, cuando, además, la mitad de Europa sale de vacaciones.
Todos los bancos que en los escenarios de crisis de las pruebas lograron acabar con un capital propio mayor a siete por ciento pueden sentirse satisfechos. El Deutsche Bank se adjudicó una cuota de 7,8 por ciento. Sí, leyó usted bien: no es la ABE la que pone a prueba y realiza la contabilidad, sino los bancos mismos. Una canallada, dirán los malpensados.
Pese a todo, las cifras sirven como fundamento para que las instituciones nacionales de vigilancia, en su caso, abriguen lejos de la opinión pública y tras bambalinas a los bancos más inestables. Aquí se trata de la saludable relación entre los riesgos de crédito y el capital central de un banco. Finalmente, el propósito del ejercicio consistía en averiguar más acerca del estado de salud de las casas monetarias europeas, y evitar sorpresas desagradables como la crisis financiera de 2008.
Dudoso valor
Pero es de presumir que aquello de lo que nos enteramos los ciudadanos comunes y corrientes es de dudoso valor. Las pruebas de estrés tuvieron como base las cifras del balance al 31 de diciembre de 2015, y en los pasados siete meses es mucho lo que puede haber cambiado. Por eso es también incierta la elaboración de los escenarios de estrés hasta el año 2018, tal y como la prevé la ABE .
Justificadamente, puede dudarse que los escenarios de estrés elaborados por los vigilantes de los bancos tengan algo que ver con la realidad de aquí a 2018. Por ejemplo, dichos escenarios contemplan un panorama con crecientes tasas de interés, lo cual parece poco realista por lo menos en lo que respecta al próximo año.
Además, la ABE supone que los bancos evaluados no tendrán variaciones en su modelo de negocios o “business mix”. Una institución que en ese lapso decidiera abandonar la riesgosa banca de inversiones debería ser evaluada de nuevo, con criterios distintos a los de 2015.
Políticos y mercados
Quizá jamás sepamos por completo cuáles instituciones bancarias europeas se verán confrontadas con acusaciones de contar con poco blindaje ante riesgos. Y aún cuando hay algunas que parecen listas para una depuración en los mercados, al final nada pasará. Los políticos detestan la idea de liquidar bancos, así sean los más arruinados. Incluso el banco Monte dei Paschi di Siena logró en el último minuto involucrar a varios bancos mayores, a fin de preparar un incremento de capital en el mercado de valores.
Los bancos europeos tienen otro as bajo la manga. En caso de que la situación se torne difícil, pueden argumentar que fue el propio Banco Central Europeo el que paralizó los beneficios de los bancos con su política de “tasa cero”. Ésta, y el programa de compra de bonos del BCE, no han conseguido que recursos en forma de créditos fortalezcan a la economía y le den un impulso sostenible.
La “tasa cero” daña a la economía
Y mientras más insistan los órganos de vigilancia en el capital propio, más se alejarán de la meta de reimpulsar la economía a base de créditos. Los bancos tienen dos opciones fundamentales para mejorar la relación riesgo-capital: o emiten nuevas acciones, lo cual desatará una ola de indignación en los ya de por sí explotados viejos accionistas, además de una posible vena masiva de títulos; o mejoran dicha relación al minimizar los riesgos al no otorgar más créditos.
Como puede verse, los bancos tienen suficientes argumentos para, en caso necesario, hacerse las víctimas ante las instancias supervisoras. Y éstas ostensiblemente se ocupan de mantener las cosas en calma, pues conocen las falencias de sus instrumentos de diagnóstico. Por todo lo anterior, para mí estas pruebas de estrés carecen de valor. Mucho ruido y pocas nueces, podría decirse.