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Opinión: El "caso Böhmermann"

Alexander Kudascheff16 de abril de 2016

Un cómico se apodera de la agenda noticiosa e incluso determina el debate político, obligando a la canciller Angela Merkel a tomar una decisión. El redactor jefe de DW, Alexander Kudascheff, reflexiona sobre el tema.

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Imagen: picture-alliance/dpa/H. Galuschka

1) El caso. ¿Es esto de verdad un caso? Un cómico satírico dice que lo que va a hacer es insultar. E insulta. Fulminante. De bajo nivel. Pornográfico. Vulgar. Y eso nadie debiera tolerarlo. Ni siquiera un lejano sultán.

2) El método. No hay una sátira sutil. No es una burla. No existe una ironía con un significado profundo. Lo que hizo Jan Böhmermann fue basarse en Friedrich Nietzsche y mostrar que él “filosofa con el martillo”. No es posible avizorar una lectura subyacente en sus palabras, sino que el ataque tiene un solo objetivo: destruir. Destruir a la víctima.

3) La víctima. Recep Tayyip Erdogan. El sultán. El autócrata. El hombre sin humor. El presidente que persigue a caricaturistas y comediantes en su país. Y ahora también en Alemania. Implacable. El vengador de los ofendidos.

4) Otra vez la víctima. Recep Tayyip Erdogan, el presidente de Turquía. Él sueña con convertir la república secular de Atatürk en una democracia presidencial marcada por el islamismo. Eso no lo ha conseguido ni jurídica ni parlamentariamente hasta ahora. Pero en la realidad Erdogan ya ha transformado Turquía. En el camino quedan los derechos fundamentales. Por eso Erdogan debe ser objeto de caricatura y crítica. Es la víctima ideal.

5) Una vez más, la víctima. Un socio necesario para, quizás, poder controlar la crisis de los refugiados. Una víctima a la que hay que tener en consideración. Por eso ahora se abrirá una causa contra Jan Böhmermann, por ofensas a una alta autoridad extranjera. Esto es raro. Una alta autoridad, una majestad en su palacio de supuestas 1.000 habitaciones. El Guillermo II del Bósforo. Esto de por sí podría ser objeto de una sátira.

Alexander Kudascheff, redactor jefe de DW.
Alexander Kudascheff, redactor jefe de DW.

6) La solidaridad. ¿Cómo sería el escenario si Böhmermann hubiera hecho su crítica contra el presidente del Consejo Central de Judíos o contra Benjamin Netanyahu? Usted se sorprendería. El insulto habría sido descartado por irrelevante. Nuestra libertad de expresión versus la falta de humor de los turcos. El valor ante los tronos se ve de distinta forma.

7) La política. Se encuentra encajada entre la diplomacia y la moralidad tibia. Berlín necesita a Erdogan y al mismo tiempo debe mostrar que no cederá ante su falta de humor. Una danza en la cuerda floja diplomática en la que la caída está garantizada. Desde el comienzo. Hacer como si nada no era una opción. Cualquier cosa que hiciera Merkel estaría mal.

8) El público. Las repúblicas occidentales han vivido la experiencia de que las caricaturas sobre Mahoma o el islam pueden terminar en asesinatos. Vea a Charlie Hebdo. Vea los dibujos del caricaturista danés Kurt Westergaard. Esto los ha llevado a todos a ser cuidadosos, incluso cobardes. El Papa puede ofenderlos a todos, así que él y los católicos deben contenerse. Esto se aplica incluso al mismísimo Jesús. Potencialmente, nadie que ofenda al profeta Mahoma o al islam quedará sin castigo. Por ello todos han ajustado en lo más alto la bandera del arte y la libertad de expresión.

9) El caso. ¿Es realmente un caso? No es un caso. No hay una provocación deliberada. Primero Erdogan, y luego el público, reaccionaron de forma histérica. Tal vez esto fue solo una distracción política de la crisis de los refugiados, del miedo al terrorismo, de Donald Trump o de Vladimir Putin, de la crisis en Siria, Irak y Nigeria. Nigeria… Allí sí que hay dramas verdaderos. Por ejemplo, allá están los padres de las más de 200 niñas secuestradas que no saben nada de sus hijas. Desde hace dos años. Solo porque las enviaron a la escuela.


Para aprender alemán: aquí puede leer usted la versión original de este artículo