Nubarrones de crisis en el oasis de Costa Rica
1 de febrero de 2018Un candidato con una retórica que recuerda a la de Donald Trump; otro que trepa en las encuestas con su discurso contra la igualdad de derechos de la comunidad LGTBI. El populismo se ha abierto en esta campaña electoral. Sucede en muchas partes del mundo, pero llama la atención que ocurra ahora en Costa Rica, un país que por mucho tiempo ha sido considerado modelo de estabilidad. Pero la "Suiza de Centroamérica” ha demostrado no ser inmune a las crisis. "Esta es una elección atípica. Por lo menos en los últimos 50 años no se ha visto en el país un proceso semejante, lo que indica que Costa Rica, que había sido antes observador de las tendencias en la región de América Latina, hoy es parte de la tendencia, donde los cribajes no son tanto políticos, sino sociales”, señala a DW Josette Altmann, Secretaria General de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
Lea también:
Denuncias de corrupción en medio de la campaña presidencial costarricense
Un sondeo del Centro de Investigaciones y Estudios Políticos (Ciep), de la Universidad de Costa Rica, asigna las mejores posibilidades electorales al diputado y activista evangélico Fabricio Alvarado, con 16,9 por ciento. Le siguen el socialdemócrata Antonio Álvarez Desanti, con 12,4 por ciento; el oficialista Carlos Alvarado, con 10,6 por ciento, y el abogado Juan Diego Castro (a quienes algunos apodan el "Trump costarricense”), con 8,6 por ciento.
"Hay una extrema inseguridad en el país y gran preocupación”, dice David Henneberger, director de proyectos para Centroamérica de la fundación Friedrich Naumann, cercana al partido liberal demócrata alemán. Henneberger cuenta a DW que en Costa Rica "muchos están simplemente tristes de que se haya podido llegar a esta situación en que no hay ningún candidato al que apoyar con plena convicción, sino que solo se piensa optar por el mal menor”.
La incertidumbre electoral se ha instalado desde que colapsó el sistema bipartidista en los comicios de hace 4 años, cuando ganó el actual presidente, Luis Guillermo Solís, apunta Hajo Lanz, director de la fundación Friedrich Ebert (de tendencia socialdemócrata) en Costa Rica. "Los dos grandes partidos tradicionales, el socialdemócrata PLN y el socialcristiano PUS están desacreditados ante los ojos del electorado debido a los múltiples escándalos de corrupción de los últimos años. Pero tampoco el actual gobierno del PAC (Partido de Acción Ciudadana) logró los resultados que la ciudadanía esperaba”, explica. Lo atribuye al bloqueo de los intentos gubernamentales de reforma en el Parlamento, donde el oficialismo solo ha contado con 13 del total de 57 escaños. "Tenemos ahora 9 bancadas en el parlamento. Hay que imaginarse con qué mayorías se toman allí decisiones”, señala, acotando que no existe en Costa Rica una tradición de formar coaliciones.
La otra crisis
Lanz ve peligro de una crisis política, porque el espectro de los partidos se desdibuja. Pero también llama la atención sobre otra crisis, ya perceptible. "Este país no está en condiciones de financiar más que el 50 por ciento de su presupuestos a través de ingresos fiscales. El otro 50 por ciento se obtiene en los mercados financieros. Si no cambia algo pronto, el país corre el peligro de caer en bancarrota”, advierte.
Henneberger considera que, desde el punto de vista macroeconómico, el panorama no es tan negativo, con un crecimiento de 3,4 por ciento. Pero las inversiones directas se reducen y "el déficit presupuestario se va a volver dramático; lo peor es que nadie plantea verdaderas soluciones y no se ve voluntad política de parte de ninguno de los candidatos con posibilidades de éxito”, dice.
Maná consevador
En vista de estos problemas, sorprende que el tema que más movilizó en los últimos días a la opinión pública haya sido una resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que considera obligatorio para sus Estados miembros garantizar los derechos de las personas LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales), sin discriminación.
Y eso cayó "como maná del cielo para el predicador evangélico Fabricio Alvarado”, dice Lanz, recordando que el candidato no tenía mayor figuración pero, "dos días tras la decisión de la CIDH, se elevó al 17 por ciento en las encuestas”, con su discurso de defensa de los valores conservadores. "En Costa Rica mucha gente tiene una moral muy conservadora, y la homofobia está muy extendida", señala por su parte Sebastian Huhn, académico de la Universidad de Osnabrück.
"Señal de advertencia”
En su opinión, esto no distraerá sin embargo de temas centrales como la corrupción, porque la población está muy sensibilizada al respecto. Aunque cada nuevo escándalo aumenta la desconfianza hacia la política, Huhn no cree que la estabilidad política se vea amenazada todavía, pero ve el peligro del ascenso de figuras como Juan Diego Castro, que promete combatir con mano dura la corrupción y al "establishment". Estima que seguramente no pasará de ser por ahora una advertencia, "pero es también una clara señal de que los partidos democráticos consolidados deben desprenderse por fin de su arrogancia”.
Claro que nada se puede dar por seguro en estas elecciones costarricenses, que se han ido volviendo aún más impredecibles con el paso de los días. Como hace notar la secretaria general de Flacso, "la cantidad de indecisos subió en el último mes un 10 por ciento, en vez de bajar. Hay que ver si al final, en estos tres días, esos indecisos se van a decantar por el abstencionismo, por dar un apoyo a través de un voto oculto, o por un voto de castigo”.