De cómo Colombia adelanta la reconciliación
24 de febrero de 2015No hay nada que identifique la sede de la Agencia Colombiana de Reintegración (ACR), en un popular barrio del sur de Bogotá. Esta es la casa principal, de una red de 33 sedes, que acoge a los desmovilizados de los grupos armados ilegales colombianos.
Pocos de los que la frecuentan quieren ser identificados como exparamilitares o exguerrilleros. Por eso es comprensible que durante la reciente visita del ministro alemán, Frank-Walter Steinmeier, no se hubieran permitido cámaras. Aún así, los desmovilizados están dispuestos a contar sus historias de vida, sin que se revele su identidad.
Ya ha habido experiencias negativas, como la de Julia*, por ejemplo. Ella apareció en un documental y fue reconocida por la maestra de su hija, que la identificó como antigua guerrillera de las FARC. “Desde ese momento empezó a tener dificultades en la escuela”, cuenta Julia con tono lacónico. Hasta ese momento solo su esposo sabía de su pasado, ahora tuvo que aclarárselo a su hija.
¿Cómo explicarle a un/a hijo/a el qué y el por qué de una guerra en la que uno mismo ha sido involucrado a los 10 u 11 años? De las 57.000 personas desmovilizadas que ha atendido la ACR, el 46% llegaron siendo analfabetas. Niños reclutados como combatientes por los grupos ilegales que nunca más pudieron asistir a una escuela.
Historias de vida de jóvenes con un amargo pasado
Para el ministro de Exteriores estas son “biografías conmovedoras”. Frank-Walter Steinmeier visitó la sede principal de la ACR porque Alemania apoya el proceso de paz en Colombia, a través de asesorías jurídicas y, en el futuro, a través de la cooperación con instituciones alemanas especializadas en memoria histórica.
Julia, por su parte, quisiera más dinero de Alemania para que se pueda financiar la participación de más desmovilizados en los programas de la ACR, que ofrecen asistencia psicológica, educación, ayuda para vivienda y salud.
Julia ofrece sus servicios voluntarios a la reintegración de los excombatientes y es hoy para su hija una “heroína”. Cuando apenas tenía 10 años de edad, Julia fue entregada por su padres como “fianza” a la guerrilla, a cambio de una deuda que tenían sus padres. Como después de un año sus papás aún no podían pagar el dinero, Julia fue enviada a un campo de entrenamiento militar y solo pudo huir después de hacerle creer a su comandante que estaba enamorada de él. Entonces cumplía quince años.
Otros terminaron en los campos de batalla de formas diferentes. Un excombatiente de un grupo paramilitar reconoce que solo se enroló porque le pagaban un sueldo. Otra chica, hoy de 22 años, cuenta que se afilió a las FARC porque la parte de su familia que no había sido asesinada por los paramilitares militaba en esa organización.
Otra mujer cuenta que su hijo nació en un campamento de la guerrilla. Una excepción, toda vez que es el comandante el que decide si las mujeres pueden o no dar a luz “niños de la guerra” y si los pueden o no criar ellas mismas.
Construyendo lazos entre antiguos enemigos
Las fronteras entre víctimas y victimarios, a menudo, se borran. Es sorprendente que todos convivan y sean atendidos exitosamente en una misma casa. “Los exparamilitares y exguerrilleros que se acogen a nuestro programa de reinserción social comparten los mismos lugares de atención en todo el país. Algunos creen que, entre ellos no se pueden ver, que se odian. Pero ¡sorpréndase! Ellos se ven. Y no solo eso. Construyen lazos de amistad y comparten las mismas dificultades”, dice a DW Joshua Mitrotti Ventura, director de la Agencia Colombiana para la Reintegración.
Hasta 2013 Colombia invirtió unos 630 millones de dólares en programas de reinserción de excombatientes ilegales a la sociedad. El 7,74% de ese dinero provino de ayudas internacionales. El gobierno colombiano espera que la ayuda técnica y financiera continúe. La ampliación de la cooperación con empresas es una de sus metas.
El trabajo de la ACR no termina con un acuerdo de paz
Aún si en 2015 se firmara la paz en Colombia, la tarea de la ACR no estará culminada, como tampoco asegurada la paz. Como el 70% de los colombianos viven en territorios no afectados directamente por el conflicto armado, el resultado de un posible referendo de consulta de los acuerdos de La Habana es incierto.
Un acompañamiento internacional reforzaría la legitimidad del proceso de paz, espera el ministro alemán de Exteriores. No en vano, porque es imposible lograr justicia y reconciliación solo por ley. El comisionado colombiano para la paz, Diego Jaramillo, lo dijo recientemente en Cartagena: “Si logramos movilizar a la juventud, esta vez la paz será diferente”.
*Nombre cambiado por la redacción