Movimiento indígena: de la calle al parlamento
1 de diciembre de 2006En la prensa de habla alemana hasta hace poco los movimientos indigenistas de América Latina sólo eran mencionados en el contexto de protestas y disturbios. Lo mismo ocurría, en términos generales, en el ámbito académico. Pero, a más tardar desde la llegada al poder del presidente Evo Morales en Bolivia, se hace necesario replantear el enfoque. Así lo han hecho Tangmar Marmon y Andrea Kramer, del Instituto de Estudios Iberoamericanos de Hamburgo, en un estudio titulado: "Los Partidos Étnicos de América Latina - de movimientos sociales a gestores políticos".
Más allá del electorado indígena
La ligazón con los movimientos sociales de los que emanaron no se ha diluido. Pero diversos grupos indigenistas han traspasado el marco de las protestas callejeras para articularse como partidos políticos, que en algunos países latinoamericanos han logrado entrar a los parlamentos regionales y nacionales. Por ejemplo, en Colombia, la Alianza Social Indígena (ASI) está representada actualmente en 32 Departamentos del país. En Ecuador, el Movimiento Unidad Plurinacional Pachakutik, participó en los inicios del gobierno de Gutiérrez, en el año 2002, por algunos meses. Y, en Bolivia, el MAS llegó al poder, de la mano de Evo Morales.
Todos estos casos presentan, ciertamente, claras diferencias. Pero, aunque no son homologables, los autores analizan las características básicas comunes de estos partidos, de las que se pueden colegir debilidades y fortalezas. El estudio hace notar, por ejemplo, que la mayoría de los "partidos étnicos" ya no apelan sólo al potencial electorado indígena. En sus programas se han inscrito objetivos de mayor equidad social que identifican a sectores mucho más amplios de la población. Igualmente, suelen dar preponderancia a la crítica a los partidos tradicionales, enarbolando la bandera de la lucha contra la corrupción; una causa que adscriben diversos tipos de electores.
Contradicciones y esperanzas
Los partidos indigenistas, sin embargo, también sufren serias contradicciones internas, que los debilitan. El estudio plantea que aún hoy en día la relación de los indígenas con el Estado sigue siendo ambigua. "Con la fundación de partidos y la participación en elecciones, reconocieron las reglas del sistema político, pero el reclamo de una reorganización sustancial del sistema estatal se ha mantenido", apunta el texto. Y menciona también otra "inconsistencia", resultante de que "el estado sigue siendo caracterizado como instrumento de las elites tradicionales para la opresión de los indígenas", mientras que, por su orientación izquierdista, la mayoría de estos partidos "asignan una posición central al Estado en materia política y económica".
Pese a los problemas, el estudio concluye que, en general, estos partidos deben ser considerados "un enriquecimiento de las democracias latinoamericanas, aunque de seguro no constituyen una alternativa a los partidos tradicionales en la medida en que ellos mismos sostienen". El balance de los autores resulta escéptico en cuanto a las experiencias de gobierno a nivel nacional, pero es mucho más positivo en cuanto a la labor realizada a escala regional. Y la proyección que hacen para e futuro no deja de ser alentadora, siempre y cuando los partidos indígenas cumplan algunas premisas: "Si están en condiciones de abandonar su ambigua relación con el sistema democrático y cumplen su pretensión de ser más democráticos y menos corruptos, hay base para la esperanza de que se conviertan en garantes, a largo plazo, de una sostenida lucha contra la pobreza en los países andinos".