Los niños olvidados de Siria
19 de marzo de 2018Los sirios que viven en el país vecino, Líbano, se sienten seguros, aunque no tengan futuro, ni sus hijos tampoco. En el pequeño campo de refugiados en Bar Elias viven en total nueve familias en ocho viviendas improvisadas.
La gran mayoría son niños entre dos y 17 años. Para que los niños pudieran aprender y no olvidaran lo aprendido, Medyen al Ahmad, construyó, por propia iniciativa, una escuela en una carpa en 2016, a la que acuden entre 60 y 70 niños cada día, incluso de otros campos de refugiados, y reciben clases por parte de profesores voluntarios. La familia al Ahmad disfrutaba de una vida apacible en Siria hasta que las bombas del régimen de al Assad arrasaron gran parte de Kusseir, su ciudad.
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Con el apoyo económico de algunas organizaciones han podido poco a poco construir tres clases y una habitación de trabajo en una antigua barraca. Antes todo era desolador y gris. Ahora cuentan con bancos, las paredes están pintadas de colores, aunque cuando llueve, el agua se sigue filtrando por las paredes. El profesor Muafak Melhem dice que " la situación sicológica de los niños ha empeorado. Muchos niños no tienen identidad, ni pasaporte ni formación”. Los padres tienen que trabajar mucho, dejan solos a sus hijos, además de la falta de privacidad de los campos de refugiados. Hay que luchar contra la falta de formación de generaciones de menores.
Preocupación por el futuro
Kahled al Ahmad, hijo de Medyen al Ahmad y Amina Melhem, no quiere ser una carga para sus padres: "Quiero tener futuro laboral. Quiero ser diseñador gráfico”. Saca su computadora portátil, mira videos de Youtube, los tutoriales, para aprender a editar las imágenes. Con su viejo celular puede tomar fotos y filmar pequeños videos, pero no tiene un canal propio de Youtube, porque hay poca electricidad y la conexión de internet es débil. En otro campo de refugiados suele jugar al fútbol: "El Real Madrid es mi equipo favorito”, dice el joven y es la primera vez que sonríe.
La familia al Ahmad no quiere que sus hijos trabajen. Con frecuencia, hay incluso pequeños de ocho años trabajando en el campo. También se dice que algunos son usados como traficantes de drogas.
No todos los padres son tan abiertos con la educación como los al Ahmad: "A muchos padres les falta ser conscientes de que la educación es la llave al futuro”, dice Alaa Alzaibk, de la organización "Basmeh und Zeitooneh" o "Sonrisa y Rama de olivo”.
El futuro de Siria
"¿Quién reconstruirá Siria si los jóvenes no han recibido educación?”, se pregunta Alzaibk, quien huyó hace cinco años de Guta Oriental. "Terminé mi carrera en Siria cuando empezó la guerra”, dice este hombre de 31 años de edad. "Pero si estos niños regresan algún día sin formación, serán el caldo de cultivo perfecto para los extremistas”.
Los políticos libaneses observan también el problema de los refugiados desde el punto de vista de la seguridad. Estos también temen que los jóvenes sin educación sean reclutados por los extremistas en Líbano, pero el Estado solo no es capaz de hacer algo en contra.
La economía está por los suelos. El agua y la electricidad escasean. Según datos oficiales de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), 1,1 millones de personas del país vecino buscan protección y techo en Líbano. A pesar de la infraestructura debilitada, las autoridades libanesas intentaron al comienzo de la guerra en Siria ubicar a los niños sirios en colegios.
Una vida digna
"La presión sobre ambas sociedades es enorme. En Bar Elias viven 50.000 libaneses y 70.000 sirios. Hay muchos problemas, pero es mejor que en otros sitios”, dice Alzaibk. Otras zonas imponen toques de queda a los sirios después de las 7 de la noche. La Organización Human Rights Watch cree que en todo el país hay 500.000 niños sirios en edad escolar, pero la mitad no va ni a la escuela y no aprende ni a leer ni a escribir.
Khaled al Ahmad puede ir a una escuela libanesa desde hace poco. Un bus escolar lo recoge y lo lleva al centro a siete kilómetros de distancia. Se organizan clases para sirios por las tardes.
Khaled es uno de los dos niños de su campo de refugiados que acude a la escuela. Su madre asegura que "puedo soportar todo, haber cambiado nuestra casa por una carpa, que vivamos siempre con inseguridades, pero me preocupa el futuro de mis hijos”. Khaled y su familia no quieren ir a Europa. Quieren quedarse cerca de su país.
Diana Hogali (RMR/JOV)
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