¿Se han vuelto locos?
9 de agosto de 2011De “hecho histórico” calificaba Jean-Claude Trichet, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), estos últimos cuatro años de turbulencias en los mercados internacionales. “En términos generales”, decía, “nos encontramos ante la peor crisis desde la II Guerra Mundial, especialmente tras Lehman Brothers”.
La quiebra del banco de inversiones estadounidense hizo en 2008 temblar las finanzas de todo el planeta. Este lunes (08.08.2011), muchas bolsas volvían a perder puntos como entonces, después de que la agencia de rating S&P rebajara la calificación de la deuda norteamericana y con un patriótico discurso el presidente de EE UU, Barack Obama, no lograra evitar la caída de los valores (Wall Street cerró perdiendo un 5,5%).
En sus inicios, el martes (09.08.2011) trajo algo de contención, pronto arrojó malos resultados y luego permitió cierta recuperación. Especialmente la bolsa de Fráncfort, que llegó a caer un 7% y echó el candado con un menos del 0,1%, sufría ante los actuales percances. Industrias como la automovilística se están viendo muy afectadas, y eso equivale a atacar a la economía germana en una de sus ramas clave.
Cuáles son las causas, cuáles serán las consecuencias y qué medidas se deben tomar constituyen un conjunto de preguntas con variedad de respuestas posibles. Como suele suceder en las grandes crisis, cada uno alega sus razones y todos defienden conocer el paliativo.
Pánico irracional o previsiones negativas
“En estos momentos se busca un puerto seguro en el que refugiarse, pero a la vista no aparece ninguno”, declaraba el experto en mercados de capital de la Caja de Ahorros de Hamburgo, Ingo Schmidt, a la agencia de noticias alemana dpa. El miedo domina los parqués. En esto parecen coincidir los analistas. Discordancia existe en si el temor está justificado.
Preocupación por el futuro financiero de Estados Unidos y Europa, que en un espectáculo de ajustes y desajustes luchan más mal que bien contra la deuda pública. Una inflación en China que alcanza el récord del 6,5% y amenaza con frenar al motor de la economía mundial, lo que tendría consecuencias fatales para países altamente dependientes de la exportación, como Alemania, a la que se la necesita fuerte para que siga ejerciendo de locomotora de la economía comunitaria. La actuación de las agencias de rating. La falta de señales políticas claras. Una nueva recesión mundial grave en el horizonte, que podría hacer acto de presencia durante el tercer trimestre de 2011. Todos estos elementos se barajan como el quid tras los números rojos de las principales bolsas.
“Las perspectivas económicas son mejores de lo que los mercados consideran”, aseguraba Olivier Bailly, portavoz de la Comisión Europea. Bruselas se posiciona entre los que creen que los parqués son presa de la irracionalidad y que el pánico no está en consonancia con los datos reales. Otros, como el economista Andreas Rees, de la entidad Unicredit –citado también por dpa- desmienten la tesis de que la inquietud surja de la nada: “cada vez resulta más evidente que el crecimiento internacional se va a ralentizar por encima de lo esperado”.
Cada cual ofrece su solución
“Nuestra tarea no es tranquilizar a los mercados”, dejó claro el directivo de la sección alemana de S&P Moritz Krämer en una entrevista concedida a la edición digital del diario económico Handelsblatt. Ayuda de las agencias de rating, por lo tanto, no se puede esperar. De la política, sin embargo, tendría que venir con más contundencia, opinan muchos, mientras Bailly, el vocero de la Comisión, niega que las instituciones europeas envíen señales demasiado débiles.
Como la dimensión del problema es amplia, cada cual se siente libre de ofrecer sus propias soluciones. Unos opinan, al menos a modo de aporte desde el Viejo Continente y para apaciguar los ánimos en esta región del mundo, que países duramente golpeados como Grecia, Irlanda y Portugal deberían abandonar la moneda única. Otros exigen que echen mano de sus reservas de oro antes de pedir dinero a sus socios.
Kenneth Rogoff, exencargado de asuntos económicos del Fondo Monetario Internacional, propone en el periódico francés Libération apuntalar las medidas para reducir la deuda estatal permitiendo crecer la inflación en la zona euro hasta el 4 o el 6%. El Banco Central Europeo, fiel guardián de la divisa, se opone a ello. En cambio, la entidad adquiere bonos españoles e italianos (“en el mercado secundario. Qué compramos exactamente no lo voy a decir”, indicaba Trichet).
La acción del BCE ha dado resultados: después de superar la marca del 6%, la prima de riesgo de la deuda hispana se redujo a menos del 5% y la de la italiana al 5,1%. En esto hay quien ve lo que la intervención pública puede lograr si se lo propone, y hay quien observa un verdadero despropósito: “si el BCE sigue así, acabará comprando bicicletas viejas y emitiendo por ellas dinero nuevo”, criticó Frank Schäffler, experto en finanzas del Partido Liberal alemán.
Autor: Luna Bolívar/ dpa/ afpd
Editor: Pablo Kummetz