Limitada solidaridad alemana con EE.UU
5 de septiembre de 2006
"Solidaridad sin límites", prometió el entonces canciller Gerhard Schröder a Estados Unidos tras los atentados del 11 de septiembre. Aún más teniendo en cuenta que Alemania estaba directamente implicada: como se supo luego, tres de los terroristas habían vivido sin impedimentos en Hamburgo.
En Alemania no se ha producido ningún atentado y por ello los alemanes no se sienten especialmente expuestos al peligro. En una encuesta de agosto de 2006 en la que se analizan los miedos de los alemanes, los recortes en el sistema social y el desempleo ocupan los primeros puestos en la escala de temores. La probabilidad de un atentado terrorista asusta tan sólo a un cuarto de los encuestados: el cambio climático preocupa más a los germanos, y con mucha diferencia.
Defender Hindukusch
La seguridad en la que vive Alemania se suele explicar en relación a la oposición del país a la guerra en Irak. Una decisión popular del Gobierno de Schröder que le sirvió al canciller para en 2004 volver a la ganar las elecciones. El precio que Alemania pagó por su distanciamiento de la "coalición de los solícitos" fue el de unas relaciones frías hasta el punto de congelación con Estados Unidos, pero su política internacional ganó. Sobre todo, porque en otros lugares soldados alemanes sí que participaban en la guerra contra el terrorismo y estaban estacionados en los mismo dominios del islamismo.
Casi nadie podría haberse imaginado antes del 11 de septiembre que un contingente masivo del ejército alemán permanecería años en Afganistán o en el Cuerno de África. "Ahora, Alemania va a defender Hindukusch", declaraba el ex ministro de Defensa Peter Struck. Y como mucho, las voces que llegaban en contra lo hacían desde los márgenes más lejanos del espectro político.
En agosto de 2006, la supuesta seguridad de Alemania quedó en entredicho después de que se encontraran dos maletas cargadas de explosivos, abandonadas en el interior de trenes de cercanías germanos. Que aquellos trenes no se convirtieran en un infierno fue gracias a lo mal que estaban fabricados los detonadores de las bombas, y a la pura suerte. De que existían planes para cometer un atentado, las autoridades no tenían la más mínima idea.
Baldíos discursos sobre déficit de seguridad
Cinco años después de los atentados de Nueva York y Washington, los políticos siguen tratando de armar un concepto convincente para garantizar la seguridad de Alemania. El Gobierno rojo y verde (coalición de socialdemócratas y verdes) puso en marcha al ritmo del shock del 11 de septiembre una serie de medidas antiterroristas. El que fuera ministro del Interior, Otto Schily, se esforzó por satisfacer los deseos de las fuerzas de seguridad.
La Ley de Seguridad Aérea de 2005 aumentó los controles sobre el personal, la carga y los pasajeros. Incluía además un pasaje que daba luz verde al asesinato en masa preventivo como fórmula para evitar un asesinato en masa que pudiera ser mayor: el abatimiento de aviones secuestrados. El Tribunal Constitucional consideró sin embargo que esta parte de la Ley atentaba contra la Constitución.
Tras los atentados del 11 de septiembre, bastaba con echar un papelito por debajo de la puerta de un ministro para que al día siguiente fuera presentado como iniciativa legal, se dice en círculos policiales. "Desde el 11 de septiembre se han aprobado tantos paquetes de medidas antiterroristas que no se puede hablar de que haya un déficit en la seguridad alemana", opina la política liberal Sabine Leutheusser-Schnarrenberger.
En los años 90, Leutheusser-Schnarrenberger dimitió de su cargo de ministra de Defensa en señal de protesta porque, en su opinión, las competencias del Estado en la lucha contra la criminalidad habían sobrepasado los límites de lo aceptable y, desde entonces, continuó en solitario su lucha por los derechos individuales. "Estos derechos", dice, "no han tenido por desgracia demasiados defensores dentro de nuestra democracia liberal. Pese a que para nosotros constituyen una base irrenunciable".
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Tras cada plan de atentado desmantelado, tras cada golpe, pero también antes de cada proceso electoral regional, presentar demandas antiterroristas nuevas se ha convertido en una especie de ritual. La policía y los servicios secretos deben recibir más competencias, las condenas deben endurecerse. El ejército e incluso los desempleados de larga duración han de ser embaucados en la lucha contra el terrorismo.
Pero las mejoras deberían de concentrarse en otros puntos. "Tenemos muchas herramientas para combatir el terrorismo. La mayoría no sirven para nada", constata Klaus Jansen, director federal de los Funcionarios Criminalistas de Alemania. El problema reside en la cooperación y en la coordinación.
La concentración de las competencias y el intercambio de información no han mejorado a cinco del 11 de septiembre: es el "azote" del federalismo. Los 17 funcionarios que defienden la Constitución no han logrado crear un archivo en el que clasificar las investigaciones sobre sospechosos de terrorismo y sus resultados, porque los Estados alemanes (Länder) no logran ponerse de acuerdo sobre qué datos deben enviarse ese archivo que sería común.
Una Policía Federal eficaz, como el FBI estadounidense, no existe en Alemania. De la lucha contra el terrorismo se encargan 37 estancias diferentes. El trabajo del recién creado Centro de Defensa contra el Terrorismo es como poco insatisfactorio. Si ni siquiera dentro de Alemania la información pude fluir sin dificultades, una colaboración efectiva a nivel europeo o incluso trasatlántico queda por lo tanto descartada.
La contrariedad de los discursos
A nivel internacional, la legislación alemana encuentra sólo incomprensión. Sobre todo por parte de Estados Unidos. La implantación de la Orden de Detención Europea fue declarada contraria a la Constitución y un sospechoso de terrorismo buscado por España tuvo que quedar en libertad. A pesar de todo, el fiscal federal de Alemania, Kay Nehm, presentó 11 acusaciones contra supuestos terroristas islámicos y se dictaminaron siete condenas.
El proceso que más interés despertó fue el de los miembros del "Grupo de Hamburgo", pertenecientes a los círculos de los que salieron algunos de los terroristas del 11 de septiembre. No sólo el Washington Post llegó a dudar de que de aquel eterno juicio "alguien fuera a salir condenado".
Al final, Mounir al Motassadeq fue condenado a 15 de años de cárcel, de acuerdo con la pena que solicitaba la fiscalía: por colaboración en más de 3.000 casos de asesinato y pertenencia a un grupo terrorista. El Tribunal Federal retiró la condena y la pena quedó finalmente reducida a seis años, por pertenencia a la célula terrorista de Hamburgo. Abdelghani Mzoudi, acusado de los mismos delitos, quedó en libertad.
En 2004 entró en vigor en Alemania la nueva Ley de Extranjería. Desde entonces, extremistas extranjeros pueden ser repatriados más fácilmente. Lo que demuestra cómo, desde el 11 de septiembre, el ámbito de la migración y el de la seguridad se relacionan cada vez más, opina el politólogo Christoph Butterwege. "El debate sobre la inmigración se desarrollaba conjuntamente con las discusiones sobre la seguridad nacional", dice, "una mezcla muy peligrosa".
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Se demanda integración y no exclusión
Desde los atentados del 11 de septiembre, los musulmanes se quejan de haber caído en la sospecha general, como si todo creyente fuera un asesino en potencia. Con frecuencia, en medio del debate histérico sobre el pañuelo musulmán, las muertes en nombre del honor y la integración, se pasó por alto que los expertos ven en la existencia de una importante comunidad islámica en Alemania uno de los motivos de la seguridad del país: tres cuartos de los tres millones de musulmanes que viven en Alemania proceden de la laica Turquía, al contrario de lo que sucede en Gran Bretaña, donde una gran parte son originarios de Pakistán o Bangladesh, lugares en los que las tendencias fundamentalistas del Islam tienen mucha influencia.
El arrinconamiento bajo la condena generalizada de los musulmanes es una de las causas que llevan a muchos a cobijarse en la religión. El resultado de una investigación llevada a cabo por el Centro de Estudios Turcos de Essen es que, tras el 11 de septiembre, la importancia de la religión para los inmigrantes en Alemania ha aumentado.
Evitar la radicalización de los musulmanes que viven en Alemania debe el objetivo primordial de toda política antiterrorista, opina el experto en terrorismo Udo Ulfkotte. "No podemos tratar de toparnos con el terrorismo instalando 10.000 cámaras de vídeo", dice. "Hay que atacar la raíz del problema".