El cielo sobre Berlín
24 de julio de 2005La última serie de atentados terroristas en Gran Bretaña y Egipto ha puesto también en alerta a las autoridades alemanas. En este clima de inseguridad general, el incidente protagonizado por un avión ligero que se estrelló el viernes por la noche a poca distancia de las sedes del gobierno y del parlamento alemán hizo sonar las alarmas en la esfera política. Si bien se pudo descartar con rapidez un trasfondo terrorista y todo apunta a un acto de suicidio, quedan muchas interrogantes abiertas.
Interrogantes abiertas
En primer lugar, el hecho de que el piloto suicida no haya tenido intenciones de cometer un atentado no quita que haya quedado en evidencia la vulnerabilidad de los principales centros del poder político germano. Eso, al margen de que nadie ha podido dar una respuesta satisfactoria a la pregunta de por qué un hombre que quiere quitarse la vida por motivos personales opta por estrellarse en la médula del centro cívico de Berlín.
Inevitable era pues que el incidente desatara una fuerte discusión acerca de las medidas de seguridad aéreas en la capital alemana. En un comienzo, los entendidos negaron la eficacia de una prohibición de vuelo sobre el centro de la ciudad, indicando que un avión sólo necesitaba pocos minutos para llegar allí desde la periferia. Y si lo hace volando bajo y apagando los instrumentos que percibe el radar, como ocurrió el viernes, resulta imposible detectarlo.
Medidas de seguridad
El rápido cambio de opinión de las autoridades, que este domingo anunciaron que se prohibirá volar sobre el área a aviones particulares y pilotos aficionados, apunta a todas luces a poner sordina al debate. Porque los argumentos previos no han sido refutados y resulta lógico que una prohibición no basta para disuadir a alguien que tenga el propósito de perpetrar un atentado con un avión.
Sea como fuere, el anuncio probablemente calmará los ánimos, que iban exacerbándose al punto de que algunos políticos conservadores exigían estudiar la posibilidad de emplear misiles antiaéreos o helicópteros de combate para garantizar la seguridad en los cielos de Berlín. De hecho, desde enero de este año ya está en vigor una ley de seguridad aérea, que prevé incluso el derribo de un avión en casos extremos, si se determina que se lo piensa utilizar como una bomba. Son las consecuencias extraídas de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York. Pero, para que ese plan de defensa funcione, primero el avión debería ser detectado a tiempo, cosa que no ocurrió con la pequeña nave que se estrelló el viernes. Queda, como consuelo, la constatación de que semejante nave ligera pude transportar a lo sumo 50 kilos de carga y tal cantidad de explosivos alcanzaría para causar daños, pero no para derribar un edificio de grandes dimensiones.