Leipzig incomoda a la Bundesliga
5 de febrero de 2017Los aficionados del Dortmund no escatimaron en críticas hacia el recién ascendido, aprovechando que para la 19ª jornada recibían al Leipzig en el Signal Iduna Park. Por las calles y en las gradas desplegaron pancartas que aludían a su condición de millonario, convirtiendo la partida en una forzada metáfora de la lucha entre la historia y los vientos de cambio, entre la tradición y el corporativismo, entre el bien y el mal...
El encuentro lo ganaron los locales, pero el RB Leipzig sólo perdió una batalla, no al guerra: jornada tras jornada sus jugadores han demostrado que su buen momento no es un asunto pasajero y mientras el club más joven del país ya hace planes para viajar por Europa, el BVB sigue muy alejado de los lugares donde nos tenía acostumbrados, al tiempo que varios de los "equipos históricos” podrían quedar relegados de las competencias continentales.
Cambiando las reglas del juego
La llegada de un "toro rojo” al ruedo de la primera división causó una revolución, sin que siquiera rodara la pelota en el campo de Leipzig. La reinserción en la Bundesliga de una escuadra con sede en territorio de la desaparecida República Democrática Alemana fue visto con buenos ojos por los nostálgicos que se empeñan en recordar que alguna vez este país estuvo dividido en dos.
Pero no faltaron detractores que le echaron en cara al nuevo chico del barrio que detrás del Rasen Sport se encuentra una poderosa productora de bebidas energéticas, consolidada como una de las promotoras del deporte más importantes del planeta. El odio ha crecido en proporción a sus éxitos.
Su modelo empresarial genera cierto temor entre los ortodoxos del balompié que se empeñan en engañarse a sí mismos con un romanticismo que dejó de tener cabida hace mucho tiempo en este negocio. Así es, el fútbol es pasión, es magia, está rodeado de simbolismos y mitos que ni los Galeanos, los Benedettis o los Villoros de los cinco continentes terminarían jamás de esbozar. Pero a fin de cuentas, João Havelang cambió las reglas del juego para siempre y no hay forma de que el fútbol deje de ser un espectáculo masivo y, en consecuencia, un asunto de dinero.
Sus detractores temen que Red Bull, también con sedes en Viena, Nueva York y Campinas, termine haciéndole a este deporte lo que Starbucks hizo con uno de los lugares más sagrados de la intelectualidad moderna, las cafeterías: globalizarlas y convertirlas en meras franquicias.
Y ahora… ¿quién podrá defendernos?
Pero ambas posiciones se reconcilian cuando se trata de una misión que ni Dortmund, ni Schalke, ni Leverkusen han sido capaces de cumplir: competir contra el Bayern. Gladbach y Wolfsburgo se habían sumado a las escuadras con trayectoria que prometían quitarle el sueño a los bávaros, pero sobre todo, y más importante, que soñaban con curar al certamen alemán del peor de sus males: el tedio. La meta era conseguir que la lucha por el título volviera a ser un espectáculo apasionante.
No obstante, ninguno de los llamados "clubes grandes” ha logrado mantener el ritmo. Dortmund no supo fichar refuerzos que garantizaran la regularidad que había alcanzado en el último lustro; Leverkusen vive una temporada de pesadilla entre la peor sequía goleadora de Javier Hernández, la incapacidad de su técnico Roger Schmidt para manejar los resultados y el reciente revés imputado por la FIFA, que los dejó sin su armador de juego, Hakan Çalhanoğlu; mientras que Schalke sigue haciendo lo que mejor sabe hacer: ser irregular (hoy empata con Bayern, mañana pierde con el último de la tabla).
Gladbach, que en la década de los setenta se convirtió en el primer equipo en ganar cinco títulos, nunca ha vuelto a insuflarle miedo a los muniqueses, mientras que Wolfsburgo aúlla de dolor, afligido probablemente por los problemas jurídicos en los que se metió recientemente Volkswagen a causa del "dieselgate”.
"La insoportable levedad de la historia”
Leipzig no le gusta a los puristas, pero su único pecado ha sido no creer en el establishment. Los sajones se autoimpusieron un tope salarial que no sobrepasa los tres millones de euros anuales; media que les impediría hacerse de las grandes estrellas del segundo equipo más rico del país, el propio Dortmund. Apostando además a Ralph Hasenhüttl, un director técnico que había dirigido a clubes que iban de lo chico a lo diminuto.
Para la siguiente campaña, su director deportivo, Ralf Rangnick, prometió mantener viva la polémica, anunciando que para afrontar los compromisos de la Liga de Campeones, lejos de entrar en la puja por las estrellas del momento, invertirá en una segunda alineación similar a la que compone su formación actual: jugadores jóvenes y de perfil discreto.
Rangnick alegó que el suyo es un proyecto de largo aliento y aun cuando brille por su ausencia una tradición como la del Hamburgo o el Bremen, considera que en veinte años también ellos serán vistos como un “oldtimer”.
El RBL carece ciertamente de un pasado glorioso, pero no es más rico que Dortmund, ni más corporativista que el Bayern. Lo que probablemente tema el mundillo del deporte alemán es que la Bundesliga termine convirtiéndose en un asunto de magnates foráneos, a la manera de la Premier League. Sin embargo, una lección entusiasma desde Leipzig: nada está escrito sobre piedra y los novatos de hoy, mañana podrían estar reescribiendo la historia.