La FAO le hace la guerra a los desiertos
17 de junio de 2011Publicidad
Este viernes (17.06.2011), la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) aprovechó la conclusión de la I Semana contra la Desertificación –un evento celebrado en Dakar, Senegal, para desarrollar estrategias conjuntas en contra de la expansión de los desiertos en África– y presentó los resultados de su Proyecto Acacia, un programa piloto que arrancó en 2004 con el objetivo de devolver a los suelos áridos del continente la fertilidad que conocieron en otras épocas.
La estrategia en cuestión, que ha involucrado sobre todo a mujeres y niños para garantizar su “seguridad alimentaria” –el acceso físico, social y económico a los alimentos que necesitan–, busca mitigar el cambio climático, restaurar los bosques y proteger los suelos, las aguas y la biodiversidad mediante la siembra sistemática de acacias; una planta cuya madera y cuya resina –la goma arábiga– también permiten crear actividades que posibilitan la subsistencia, la producción y hasta el comercio en regiones muy pobres.
“El Proyecto Acacia ilustra cómo se puede luchar contra el fenómeno de la desertificación en las regiones secas del planeta, especialmente aquellas de naturaleza subtropical. Asia y América Latina no tienen superficies áridas tan extensas como África, pero las tienen”, comenta Eduardo Rojas, director del Departamento Forestal de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Deutsche Welle conversó con él sobre el potencial ecológico y socioeconómico de este programa.
Deutsche Welle : ¿Qué relevancia tiene el Proyecto Acacia para regiones como América Latina?
Eduardo Rojas : Tal como está diseñada en este momento, nuestra estrategia no se puede implementar en el norte de Chile, la costa peruana, la Patagonia o las zonas altas interandinas, entre Bolivia y Perú, que son las áreas más secas de Latinoamérica, porque la acacia con la que trabajamos es una especie autóctona del África Occidental. Pero el concepto sobre el que el Proyecto Acacia se basa puede aplicarse en América Latina usando plantas propias de la región. La altitud, el tipo de clima y de suelo determinan las especies que podemos utilizar.
El Proyecto Acacia comenzó en 2004, ¿qué experiencias ha acumulado la FAO tras su implementación?
No se podrán hacer milagros en donde nunca hay precipitaciones, como en ciertas regiones de África y Asia o en las zonas costeras compartidas por Perú y Chile. Pero hemos demostrado que, con ayuda de la lluvia, ciertas técnicas y procesos son capaces de detener el fenómeno de la desertificación y reverdecer los suelos en donde antes hubo bosques extensos. La naturaleza se encargaría de hacer lo mismo pero a un ritmo muchísimo más lento, de ahí que, desde esta perspectiva, la intervención humana sea tan importante.
¿Qué beneficios le ha traído a la población de las zonas en donde el programa se ha puesto en práctica?
Este proyecto de restauración ambiental no sólo beneficia a la población a corto plazo al invertir recursos considerables en la mano de obra necesaria para sembrar las plantas, sino que, cuando éstas comienzan a crecer y a formar bosques, ofrece un abanico de actividades que aseguran su subsistencia, desde la recolección de plantas medicinales, leña y ramas verdes en épocas secas para alimentar al ganado hasta la producción de miel o, en el caso del proyecto piloto que desarrollamos en África, la extracción y venta de goma arábica.
¿De qué depende el éxito de programas que calquen el concepto del Proyecto Acacia?
Es de vital importancia que se involucre a la población en la implementación del proyecto, en la toma de decisiones y en la gestión de los espacios para que sepa qué fines se buscan, qué beneficios obtendrá y qué restricciones se deben respetar con miras a que la estrategia funcione. El éxito del Proyecto Acacia también depende de que las zonas elegidas para su implementación estén preparadas para ello en términos sociales y ambientales.
¿Y qué se necesita para que el Proyecto Acacia deje de ser un programa piloto y se lleve a la realidad en África y otras regiones del mundo?
Es necesario que, cuando se han obtenido resultados favorables en una región, éstos se den a conocer en otras y que exista la voluntad política en los Estados receptores para promover la continuidad del proyecto invirtiendo recursos en él: la sola tarea de reforestar cuesta aproximadamente 1.000 dólares por hectárea. Este proyecto está enmarcado en una estrategia mayúscula concebida hace décadas para erigir la ‘Gran Muralla Verde’, desde el Mar Rojo hasta el Océano Atlántico, con miras a frenar la expansión del desierto del Sahara. Es por eso que la cooperación de varios países y los aportes económicos son tan importantes.
Autor: Evan Romero-Castillo
Editor: Enrique López Magallón
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