La era Velázquez: abundacia y declive
9 de julio de 2016La exposición ”El Siglo de Oro. La era Velázquez” no es para almas sensibles. Las pinturas y esculturas muestran escenas sangrientas, cuerpos heridos, cuerpos decapitados, pero también invita a realizar un viaje emocionante por el tiempo y las ciudades artísticas españolas. “Lo más cercano es al mismo tiempo lo más complicado”, dice Bernd Wolfgang Lindemann, director de la Gemäldegalerie en Berlín a Deutsche Welle, ya que es un esfuerzo hercúleo comprimir una de las épocas artísticas más fructíferas del mundo en una exposición.
Mayor exposición en el extranjero
En esta muestra, organizada en conjunto con el Museo Nacional del Prado, se exponen 135 obras procedentes de más de 60 préstamos. La Gemäldegalerie también introdujo obras de la propia pinacoteca. Si bien es verdad que ya se han dedicado exposiciones a El Greco y a Velázquez, hasta ahora no se había dado valor al Siglo de Oro en su totalidad.
La muestra recuerda a la España poderosa y presente en todos los continentes. Sin embargo, en el siglo XVII comenzó a desmoronarse y a dirigirse hacia una crisis trascendental. El arte, por el contrario, experimentó un espléndido impulso, y los gobernantes, por su parte, simulaban poder y riqueza a través de pinturas y esculturas, que desde hacía tiempo no poseían.
Desde Velázquez hasta el El Greco
El épice del mundo artístico español eran la ciudad de Madrid y El Escorial, edifico construido por empeño del rey Felipe II. Se trata de una residencia real y monasterio a 40 kilómetros de la capital que está considerado como el mayor complejo renacentista del mundo. Y ese vínculo se puede observar en los diversos retratos de dicho rey realizados por el inigualable pintor del barroco Diego Velázquez.
Como pintor de la corte del rey Felipe IV, Velázquez plasmó en sus cuadros a muchos miembros de la familia real. Manet calificó al artista, nacido en Sevilla en 1599, de “pintor de los pintores” y no sin razón. Sin duda fue el pintor más influyente de su época.
A diferencia de Francia, donde el poder gubernamental y las artes se concentraban en París, España vivía de la diversidad regional: Andalucía, Castilla, Valencia, regiones de magníficos pintores, entre ellos, Murillo, El Greco, Zurbarán, Gregorio Fernández y Jusepe de Ribera.
Emociones y realismo
Bernd Wolfgang Lindemann advierte de una característica común entre los pintores y el arte de esa era: “la capacidad de expresar emociones“, dice el director de la Gemäldegalerie. Además del realismo insistente, como las representaciones angelicales o esculturas, como el “Cristo Yacente” de Gregorio Fernández. Y casi surrealista resulta “San Francisco abrazando al crucificado” de Francisco Ribaltas. Jesús con su mano izquierda pone la corona de espinas sobre la cabeza de San Francisco.
La exposición también muestra la riqueza de la escena artística española, tomando como ejemplo la ciudad de Toledo, con poco más de 60.000 habitantes en aquella época. El Greco tenía allí su estudio y convirtió la ciudad en uno de los centros de arte más prósperos en España. Una de sus obras monumentales es la “Inmaculada Concepción”, la virgen rodeada de ángeles y que dirige su mirada hacia arriba, donde se halla el espíritu santo en forma de paloma.
Esplendor y nostalgia
El legado estético del El Greco radica en los llamativos y fascinantes colores, como se puede apreciar en la obra de cuatro metros de altura y dos de ancho. Por otro lado, Juan Sánchez Cotán fue también en Toledo uno de los más relevantes pintores de bodegones en España. Dos pintores famosos que no podían ser más opuestos a la hora de pintar.
Mientras que en España el arte florecía en aquella época, políticamente se desmoronaba. Lindemann es cauto con las comparaciones, pero sí es estimulante para él seguir investigando el curso de las cosas: ”Deberíamos observar detenidamente el declive de las potencias como advertencia y, en la actualidad, sobre todo, con prudencia y con atención”.