081209 Apropiación de la tierra en países pobres
8 de diciembre de 2009Desde hacía tiempo se echaba en falta inversiones en la agricultura a pequeña escala en el hemisferio sur; el capital iba a aportar a ganarle la batalla al hambre, eran las esperanzas de políticos y especialistas en desarrollo. Las cosas han cambiado y ahora, los inversionistas hacen fila. Quieren comprar tierra, sobre todo en África. Este repentino interés tiene razones muy concretas, opina Thilo Hoppe, político de Bündnis 90/Los Verdes: “Después de la explosión de la burbuja especulativa en el sector inmobiliario se ha descubierto que la agricultura y la tierra son una buena inversión”.
Ya no inmuebles, ahora tierra
La crisis alimentaria de 2008 –cuando los precios subieron de golpe- despertó temores y ambiciones; el cambio climático y los intentos de producir biocombustibles como alternativa al petróleo son un incentivo adicional. “Todos estos son factores que han ocasionado esta carrera por la tierra. Los fondos nacionales de los países industrializados, de los países petroleros y las transnacionales han empezado a comprar tierra a gran escala, con ayuda de gobiernos, débiles y corruptos, de los países en desarrollo”, acusa Hoppe.
Unos 30 millones de hectáreas han sido vendidas en los últimos dos años, pero la población no ha visto las ganancias. Así lo informan varias organizaciones alemanas de ayuda humanitaria. Se debe a que el propósito de la los bancos y las empresas inversionistas no es fomentar el desarrollo. Para países como Arabia Saudí, la seguridad alimentaria y energética del propio país es lo que está en la agenda. Birthe Gäth, de la organización no gubernamental alemana Brot für die Welt, Pan para el mundo, sabe lo que puede ocurrir cuando este tipo de inversionistas toca a la puerta de los Gobiernos:
Monocultivos y maquinaria
“El peligro consiste en que se prefiere grandes extensiones de tierra para producir monocultivos con bastante abono industrial, con mucha maquinaria y poca fuerza laboral. Los pequeños agricultores –que podrían producir para autoabastecerse- son desplazados; éstos son los que más padecen las consecuencias”, informa Gäth. La colaboradora de Brot für die Welt conoce la experiencia de Mozambique, en donde –contrariamente a lo que sucede en otros países vecinos- la tenencia de tierras para la agricultura está reglamentada.
“En Mozambique existe desde 1997 una ley, que define quién puede usufructuar de la tierra, por cuánto tiempo, quién debe participar en la producción. Sin embargo, existen casos de compras de tierra a gran escala y los afectados ni siquiera se enteran”, informa Gäth.
También Angola, Kenia, Madagascar y Sudán experimentan el fenómeno de la agresiva apropiación de la tierra, land grab. La población nunca se entera de tales negociaciones, informan Misereor, Brot für die Welt y FIAN, una organización defensora del derecho a la alimentación, con sede en Alemania.
La tierra de los nómadas sí tiene dueño
60 millones de nómadas viven en el África subsahariana. Su tierra de pastoreo está calificada como “zona libre” y se ofrece a los inversionistas, informa FIAN. Cuando las mujeres del norte de Ghana en un futuro muy próximo no puedan recoger frutos y madera el destino de sus familias está sellado. Pasarán hambre, sus hijos emigrarán a las grandes ciudades, los problemas sociales crecerán.
Hambre en el campo
80 por ciento de los hambrientos del mundo viven en este momento en el campo. Muchos no pueden producir alimentos porque el área de producción es muy pequeña; porque está mal ubicada; porque carecen de la asesoría adecuada. O porque el cambio climático ha empeorado las condiciones. Necesitan apoyo para volver a tener una perspectiva, dicen las organizaciones humanitarias. Y tienen derecho a la alimentación, asevera el relator especial para alimentación del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Olivier De Schutter.
“Esto no significa sólo que tenemos que producir más alimentos, sino que tenemos que producir mejor para poder ayudar a los más pobres. No podemos tener éxito si separamos la producción de la distribución. Tampoco debemos separar la producción de sus efectos en el medio ambiente. Precisamente porque nos hemos concentrado sólo en el incremento del volumen de producción hemos fracasado terriblemente en la lucha contra el hambre”, afirma De Schutter quien advierte que la apropiación de la tierra por parte de los grandes inversionistas agravará el problema.
Directivas internacionales
Por iniciativa de Japón, los países del G8 han encargado desarrollar una directiva para inversionistas que impida el fenómeno. Sin embargo, este código de conducta no es lo más apropiado, así organizaciones como FIAN, pues la iniciativa parte de los grandes países inversionistas y la sociedad civil no está incluida. Además, su formulación es muy vaga.
El político verde Thilo Hoppe cifra sus esperanzas en otra inicitiva: “En la FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, se están formulando reglamentos para el acceso a la tierra y al agua, también para la compra de tierra. Ahora depende que muchos países miembros de la FAO apoyen esta directiva que, lamentablemente, no es vinculante
FIAN y otras organizaciones similiares intentan apoyar a la población a velar por su derecho a la alimentación y a participar de los procesos en los que se decide estas grandes inversiones agrícolas. Velar por la alimentación de su población es, en realidad, una obligación de todos los Estados. Sin embargo, apenas cuando se pueda enviar al banquillo a los consorcios transnacionales por violaciones a los derechos humanos en los países más pobres, en el mundo globalizado se podrá imponer el derecho de todo ser humano a tener acceso a la alimentación.
Autora: Ulrike Mast-Kirschning/Mirra Banchón
Editor: José Ospina Valencia