Lucha contra el hambre - ¿Una batalla perdida?
"El hambre es la manifestación más cruel y concreta de la pobreza", son palabras pronunciadas por el papa Benedicto XVI durante la cumbre alimentaria de Naciones Unidas celebrada esta semana en Roma. Las perspectivas de mejoría, sin embargo, son escasas. Durante la primera conferencia celebrada en 1996 los países ricos acordaron reducir el hambre en el mundo a más tardar hasta 2015. La meta no solo no se alcanza, sino que, entretanto, el número de habitantes del planeta que sufren desnutrición alcanza los mil millones. El crecimiento demográfico, la escasez de alimentos, las barreras comerciales, la crisis económica global o las catástrofes naturales acentúan la pobreza en muchas partes del mundo.
"Todavía, hoy en día, más de 1.000 millones de personas pasan hambre. Esto es inaceptable". Una frase que se incluye en la declaración final de la cumbre de la FAO, la Organización para la Agricultura y la Alimentación de la ONU. Una vez más los jefes de estado reiteran su intención de combatir el hambre en el mundo. Y repiten así promesas ya hechas en verano. Ya entonces el G8 anunciaba poner 20 mil millones de euros a disposición de la lucha contra el hambre en los países en vías de desarrollo.
La cumbre de Roma quería formular la meta de reducir el hambre en el mundo a la mitad hasta el año 2025. Un propósito que no logró imponerse. Sí hubo acuerdo en que no basta con la mera ayuda; la FAO apuesta por proyectos para estimular y fomentar la autoayuda. Un proverbio chino dice: "Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enseñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida." Para ello la comunidad internacional debería destinar más de 30 mil millones de euros al año. En Roma, sin embargo, no se acordó desembolsar ese dinero.
¿Qué es lo que hace tan difícil la lucha contra el hambre y la pobreza? ¿Son las metas demasiado ambiciosas? ¿Existe falta de cooperación entre países receptores y países donantes?
son palabras pronunciadas por el papa Benedicto XVI durante la cumbre alimentaria de Naciones Unidas celebrada esta semana en Roma. Las perspectivas de mejoría, sin embargo, son escasas. Durante la primera conferencia celebrada en 1996 los países ricos acordaron reducir el hambre en el mundo a más tardar hasta 2015. La meta no solo no se alcanza, sino que, entretanto, el número de habitantes del planeta que sufren desnutrición alcanza los mil millones. El crecimiento demográfico, la escasez de alimentos, las barreras comerciales, la crisis económica global o las catástrofes naturales acentúan la pobreza en muchas partes del mundo.
"Todavía, hoy en día, más de 1.000 millones de personas pasan hambre. Esto es inaceptable". Una frase que se incluye en la declaración final de la cumbre de la FAO, la Organización para la Agricultura y la Alimentación de la ONU. Una vez más los jefes de estado reiteran su intención de combatir el hambre en el mundo. Y repiten así promesas ya hechas en verano. Ya entonces el G8 anunciaba poner 20 mil millones de euros a disposición de la lucha contra el hambre en los países en vías de desarrollo.
La cumbre de Roma quería formular la meta de reducir el hambre en el mundo a la mitad hasta el año 2025. Un propósito que no logró imponerse. Sí hubo acuerdo en que no basta con la mera ayuda; la FAO apuesta por proyectos para estimular y fomentar la autoayuda. Un proverbio chino dice: "Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enseñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida." Para ello la comunidad internacional debería destinar más de 30 mil millones de euros al año. En Roma, sin embargo, no se acordó desembolsar ese dinero.
¿Qué es lo que hace tan difícil la lucha contra el hambre y la pobreza? ¿Son las metas demasiado ambiciosas? ¿Existe falta de cooperación entre países receptores y países donantes?